Diferencias esenciales

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Hay una diferencia grande entre lo que es la vida virtual y la vida real. Un abismo los separa. En las redes nos mostramos de manera diferente. Somos otro personaje que nosotros mismos elaboramos. Muchas veces a base de mentiras o medias verdades. Creaciones falsas en una pantalla de ordenador de la que somos esclavos.

Hay una diferencia entre la vida simplificada administrativamente de antes, a la de ahora donde todo es burocracia. Decía Borges en una de sus entrevistas “¿Usted sabe que en 1914, cuando mi familia se trasladó de Buenos Aires a Europa...? ¿Sabe que no había pasaportes? Se viajaba por todo el planeta como quien pasa de una habitación a otra. Pero después vino la guerra y la desconfianza, y actualmente todos somos esclavos de la burocracia, del papeleo, y eso no pude entusiasmar a nadie, no puede. Pero curiosamente, entusiasma a todos”. Cuánta burocracia de unos pocos para controlar al resto.

Hay una diferencia grande entre la justicia que le aplican al poderoso y la justicia que recibe el ciudadano de a pie. Una justicia que nos exige y nos penaliza al mínimo error. Penalizaciones que solo pagan los ciudadanos corrientes como tú y como yo. Los políticos y poderosos parecen estar impunes de sus fechorías. Hemos hecho un país de mediocres, corruptos y cómplices con el silencio interesado de muchos.

Hay una diferencia grande entre como se vivía antes y ahora. Había una diferencia de actitud y una rebeldía más pronunciada. La juventud de antes tenía esa necesidad de manifestarse en la política, en la música, en la cultura, en el modo de vida, en el arte, y contra las formalidades pasadas de los adultos de su época. El camino era diferente pues se conseguían las cosas caminando. Hoy lo que tenemos son mochilas demasiado cargadas antes de emprender el viaje. Hemos echado mucho peso a nuestra juventud cargándolos de cosas que deberían de ganárselas por sí mismas. En la sociedad de ahora, los jóvenes no esperan el momento de ser y vestirse como sus padres, son los padres los que tratan de vestirse como ellos.

Hay una diferencia abismal entre las infancias. La de antes era más de calle y barrio, y la de ahora es de habitación y de Play Station. La vida en un mando. Muchos chavales no salen de su cuarto. Lo tienen todo en una pantalla. Tampoco juegan con sus padres a esos juegos de mesa con los que jugábamos nosotros. Hoy, si juegas con tu hijo, con el vicio que tienen con las maquinitas, te da un vapuleo tremendo. ¡Vamos a jugar fuera! Dicen ahora los padres, quienes no sacan a sus hijos de su cuarto. Lejos quedan los días donde lo difícil era que entraras en casa.

Donde encontramos menos diferencias es en la pared que separa el sueño de la vida. Nos hemos vuelto menos soñadores. Comprensible porque vivimos en una sociedad consumista donde nadie dice basta. Después del más viene otro más. Así es imposible soñar. No valoramos lo que tenemos en cada momento, ni lo que compramos, ni lo que gastamos. Lo hacemos todo de manera compulsiva sin pensar que para vivir hacen falta menos cosas de las que cuentan en la televisión.

¿Y qué nos ha pasado? ¿Por qué teniéndolo todo avanzamos tan poco en la felicidad? Hemos sido sobornados. El poder supo aprovecharse de nuestras debilidades, de nuestro egoísmo, de nuestra manera de ver la realidad. Nos está haciendo mucho daño esa tendencia a aceptarlo todo sin más, una actitud que sirve claramente a los intereses de la sociedad de la abundancia.

Somos más esclavos que nunca porque hemos abandonado el sentido común y la capacidad de razonar. Esclavos de nuestros errores y de la propaganda de una minoría que son quienes hacen el guion que nosotros seguimos. Se tendría que enseñar que la vida son valores. Se tendría que enseñar que la vida va mucho más deprisa de lo que creemos. Se tendría que enseñar que para nosotros estar, tuvieron que estar otros. Se tendría que enseñar que el mundo es difícil de comprender sin la razón. Se tendría que enseñar que la humildad abre más puertas que la soberbia. Se tendría que enseñar tantas cosas.

Como dijo Julio Cortázar, el hombre está viviendo una especie de edad de las cavernas, a pesar de la tecnología y de los cohetes a la luna, porque, no sabe bien quien es él mismo (no se conoce). Nuestras alegrías son artificiales, son individuales y, sobre todo, momentáneas.


No hay comentarios :

Publicar un comentario