Carta al Medinaceli

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Desde el pasado Miércoles Santo está contigo Eloy. Ha sido irse y cogerlo en tus brazos. Ya sé que estará bien a tu lado pero te pido que consueles a sus padres. Ni te imaginas cómo están. Esta vida es una tragedia en muchas ocasiones. Y principalmente en situaciones como ésta. Muchas veces nos da hasta miedo vivir. Somos débiles por mucho que intentemos demostrar lo contrario.

Ya sé que me dirás que es difícil entender, que nuestra verdad está en la vida eterna. Que allí seremos libres. Pero ya sabes como somos los humanos. Somos como Santo Tomás que tenemos que meter el dedo en tu costado para creer. Eloy era un niño feliz. Correteó por el pueblo y por su campo todo lo que pudo. Por su barrio. Por Manuel Cano Damián donde lo adoraban sus compañeros. ¿Qué le decimos a ellos? Le quedaba tanto por descubrir con sus amigos y hermanos (a los que no paraba de besar). Aquí lo queríamos. Tenía tanto que vivir que duele hasta el alma cuando hablamos de él. Sabes que sus padres luchaban por hacerlo feliz. Soñando que un día fuera una buena persona. Y un hombre de bien. Qué difícil es esto. Nadie tendría que irse con esa edad. Se ha ido pronto. Muy pronto. Ocho años vividos. Solamente ocho años.

Los mortales tenemos mucho miedo a la muerte. Y no solo a la nuestra sino a la de los que nos rodean. Por favor, Cristo de Medinaceli, manda algún mensaje a los suyos. Dile que está bien. Que lo tienes contigo. Y no olvides lo que lo querían por aquí. Era tú día, el día del Rescatado, cuando se ha ido. Por eso sabemos que estará en la Gloria Eterna, ya rescatado del sufrimiento que en la tierra, a veces, tenemos. En días como éstos en los que vuelan al cielo los seres queridos.


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