Esquiladores

ARTURO LUNA BRICEÑO


Uno de los oficios, temporeros, más antiguos de Pozoblanco era el de los esquiladores. Un gremio de estructura familiar que estuvo regulado por el Honrado Concejo de la Mesta. Lo componían, en lo antiguo, cien esquiladores, entre maestros y oficiales. Se dividían en cuadrillas de ocho a diez componentes a los que se le añadía un muchacho o zagal, al que denominaban: Morenero. Porque era el encargado de preparar y servir el moreno, un anticoagulante que se obtenía de las cenizas y el hollín de las chimeneas.

Se utilizaba el moreno cuando el esquilador le daba un corte en la piel a la oveja y se producía una hemorragia, entonces gritaba: ¡¡Moreno!! Y el morenero acudía con él para que el esquilador lo extendiera sobre la herida.

También se encargaba el Morenero en cuidar las colodras en las que estaban las piedras de afilar las tijeras y asumía la función de aguador y la de vigilar la lumbre y los pucheros. 


Esquiladores de Pozoblanco foto gentileza de Pedro Cardador Bautista.


En el Catastro de Ensenada de Pozoblanco se dice que en 1.754 existían 42.221 cabezas de ganado lanar riberiegas. La palabra riberiega quiere decir que eran estantes y que no trashumaban. Eran de casta entrefina, una subespecie de merina, con lana de peor calidad. Esta cabaña de ganado lanar no daría suficiente trabajo a los esquiladores locales para cubrir la temporada. Para completarla acudían a los descansaderos del Valle de Alcudia donde se dedicaban a esquilar a los ganados trashumantes.

Dice Klein en su libro de la Mesta: “El rebaño de las reses lanares, los caballos, vacas, cerdos, y la impedimenta, reunidos en grupos de un solo propietario, se llamaba una cabaña… Cada cabaña estaba bajo el mando de un Mayoral, dividida en rebaños de unas mil cabezas cada uno. Los rebaños más pequeños se denominaban: hatos, manada o pastorías. El rebaño comprendía, además, de cincuenta moruecos (carneros sementales) y veinticinco encencerrados (machos castrados que también se denominaban mansos y que se utilizaban para guiar al ganado) que estaban a cargo de un pastor con cuatro zagales, rabadanes y cinco mastines. 


Esquiladores.


Las cuadrillas de esquiladores se contrataban con los dueños de los rebaños, que debían de llevar los ganados al punto de esquileo, ya fuera en la población, en los puertos mesteros o en los descansaderos en que se montaba el campo de trabajo.

La cuadrilla de esquiladores, como todas las cuadrillas ligadas al pastoreo, tenía una estructura similar a la de los rebaños. Estaba formada y dirigida por un Maestro esquilador, y ocho o nueve esquiladores y el zagal morenero.

Cada esquilador debía de llevar su instrumental, en la que la pieza fundamental, era las tijeras de acero forjado y templado. Tenían fama las fabricadas en las fraguas de Hinojosa del Duque. La colodra con su piedra de afilar y, en algunos casos, debían de aportar su propio moreno.

Las cuadrillas se contrataban al destajo, cobrando una cantidad fija por cada oveja esquilada. Ellos mismos se encargaban de coger a la res y atarla. Una vez obtenido el vellón los debían de liar para facilitar su transporte. 



Las cuadrillas se formaban por miembros que pertenecían o estaban emparentados con una familia. Sin este lazo familiar no se podía acceder al oficio. Los que estaban regidos o trabajaban para el Honrado Concejo de la Mesta, debían de guardar el número de miembros que la Mesta le hubiera concedido a su gremio local. Eran de tradición oral, y por lo común, no tenían estatutos ni reglamentos.

En todas las cuadrillas había alguno que hacía de ranchero, y uno de los platos típicos que cocinaban los esquiladores era la

Caldereta de rabos de cordero. También comían las migas de pastor acompañadas de torreznos, chorizo y morcilla. Las comidas eran contundentes porque se necesitaba mucha energía para aguantar una jornada que era de sol a sol.

El trabajo de los esquiladores nómadas que esperaban en los descansaderos de Alcudia a los rebaños de la Mesta, desapareció hace tiempo. Hoy la esquilada no dura tanto porque las máquinas han sustituido a las tijeras de forja y la temporada del esquileo dura mucho menos que antes.

Le gustaba a las cuadrillas de esquiladores dejar al manso de la manada para que fuera el que marcara el final de la faena. Y lo esquilaban dejándole mechones de lana en las que ataban madroñas de colores al estilo rondeño. Y así partían a los pastos de verano las majadas guiadas por un manso encencerrado luciendo su colorista atalaje.

Manso con madroñas.



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