Historias de trenes

MIGUEL BARBERO GÓMEZ


En los años 1880, la Société Minière et Métallurgique de Peñarroya alimentaba su fundición de plomo en Pueblonuevo, desde la mina extremeña el Triunfo, con tracción de sangre. Otorgada la concesión de la línea ferroviaria entre Peñarroya y Fuente del Arco en 1891 sin ayudas oficiales, la compañía Fives-Lille quedó encargada de sus obras con objeto de inaugurar el camino al final de agosto de 1895.

El 14 de abril de 1904 se concede la construcción de la línea entre Peñarroya y Pozoblanco con el fin de transportar el mineral del complejo minero de El Soldado hasta la fundición de Pueblonuevo del Terrible. El 5 de agosto de 1906 realizó el primer viaje de la línea una locomotora de vapor.

En 1956 se implantan los automotores con motor diesel y ese mismo año, el 31 de enero, la SMMP cedió la línea al Estado.

El 1 de agosto de 1970 se clausuró definitivamente la línea.

Desde 1952 y hasta 1968 viví en Peñarroya-Pueblonuevo, ya que mi padre estuvo destinado allí como guardia civil durante todos esos años. 

Ferrocarriles mineros al norte de Córdoba incluyendo la cuenca de Peñarroya.


Pues bien, hablando sobre el tema del ferrocarril que unía Peñarroya-Pueblonuevo con Puertollano, fueron innumerables las veces que yo realicé ese viaje; unas veces para ir a examinarme del Bachillerato en Puertollano y la mayor parte de las veces para pasar unas vacaciones al pueblo donde nací y del que eran mis padres, Alcaracejos. Siendo muy niño, seis a ocho años aproximadamente y cuando nos dirigíamos hacia Alcaracejos, al pasar por la estación de Cámaras Altas o la de Peñasblancas, no recuerdo con exactitud, siempre había una mujer en el andén que portaba una cántara de leche, de aluminio, y nos ofrecía a mi hermano y a mí un vaso de leche. Gratuitamente pensaba yo con ingenuidad propia de la edad, ahora sé que aquella mujer vendía la leche para obtener unas pesetas que en aquellos tiempos no eran fáciles de obtener y que, además, lo haría a todos los viajeros del tren con preferencia a los más pequeños.

Viajar en el tren de vapor era toda una aventura para los niños, a los que nos gustaba asomar la cabeza por las ventanas aunque en muchas ocasiones nos sacudía un golpe de humo que llenaba los ojos de carbonilla, que limpiaba nuestra madre mientras soportábamos la regañina y algún que otro sopapo. 



Las madres tenían que estar muy pendientes de las travesuras de los pequeños que tratábamos de escapar del vagón de viajeros para salir a la plataforma que unían los vagones e intentar saltar de uno a otro.

Ahora se me actualizan aquellos recuerdos de niño, cada vez que veo una película de vaqueros donde aparece un tren de aquellos primitivos que unieron el Este y el Oeste de los Estados Unidos de América. Y en más de una ocasión, los niños que coincidíamos en el tren jugábamos a indios y pistoleros entre los asientos de madera de los vagones más humildes.

Los paisanos de nuestra comarca, que vieron pasar esos trenes antiguos por su pueblo, también recordarán con cierta nostalgia aquellas máquinas de vapor que inundaban el limpio aire de los Pedroches con aquellas columnas de humo y carbonilla. ¡Qué tiempos! 


No hay comentarios :

Publicar un comentario