sábado, 12 de septiembre de 2015
Estampas antiguas de la vida comercial de Los Pedroches. Cosarios
ARTURO LUNA BRICEÑO
Cuando la Corte de España, que anduvo itinerante por toda la geografía hispana, decidió aposentarse en Madrid, ya bien entrado el Siglo XVI, una de las medidas que tomó fue la de regularizar el servicio de correos. Lo hizo valiéndose de unos trajinantes de los caminos que iban de un lado para otro transportando misivas y cosas desde muy antiguo. Eran conocidos como el Gremio de Verederos, nombre que recibieron porque circulaban unas veces con galeras, otras con carretas y casi siempre con mulas y caballos por los caminos que utilizaba el Honrado Concejo de la Mesta. Una tupida red de ramales compuesta por Cañadas, cordeles y veredas.
En Córdoba paraban los Verederos en la Ribera. En las posadas de la Collación de San Nicolás de la Axerquía, algunas tan conocidas como la del Potro o La Herradura. Allí los esperaban los Correeros, que eran otra parte de la logística de la época. Los correeros dependían de los Concejos de las Villas. En Pozoblanco fue correero Ginés Sánchez, padre de Juan Ginés de Sepúlveda, y también fue correero Pedro de Sepúlveda, hermano mayor de Juan Ginés que lo hacía desde Córdoba a Espiel, donde se estableció definitivamente. Sus descendientes fueron en el siglo XVII los herederos del Mayorazgo del Cronista.
Y esperando en su ruta a los Correeros estaban los cosarios, que era la rama menor en el reparto del correo.
Los cosarios eran en realidad unos arrieros de ruta fija que iban y venían de unas villas a otras recogiendo el correo, haciendo encargos y trayendo y llevando cosas, de ahí su nombre: Cosarios.
Esta foto que ilustramos dicen que fue tomada en Pozoblanco en 1905. Se trata de los cosarios esperando el correo en la Puerta de la Posada que había en la Carretera, (el barrio de mi niñez y adolescencia). La situación exacta donde estaba esta posada corresponde a la acera que va de la Calle Santa Ana a la Calle del Toro, hoy Mayor. Este edificio es probable que fuera dañado en uno de los 112 bombardeos que sufrió Pozoblanco en la Guerra Civil. Yo conocí otra posada en este lugar, más pequeña y que tenía de vecindad por un lado el Comercio de Valles y por otro la bodega del Manchego.
Los cosarios desaparecieron en la década de 1950 a 1960. Fueron sustituidos por los coches de línea.
El ultimo que utilizó carro y mulo, era el que hacía la ruta de Villanueva del Duque a Pozoblanco y que fue víctima de un sangriento y truculento suceso:
Ocurrió que un día, por la querencia que el mulo tenía a la cuadra en Villanueva del Duque, apareció tirando del carro sin que nadie lo guiara. El cosario había desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra. Pasaron los días y nadie daba razón de su paradero, por lo que otra persona se hizo cargo del trabajo. Este hombre notó que cuando pasaban cerca de una caseta de peones del ferrocarril que había entre Pozoblanco y Alcaracejos, el mulo se ponía muy nervioso y comenzaba a relinchar. Se lo comunicó a la guardia civil que investigaba el caso y encontraron que el pozo que había delante de la caseta había sido cegado. Lo drenaron y enterrado en él se encontraron al cosario.
Los mentideros de entonces hablaron de que se trataba de ajustes por celos y amoríos. Otros aseguraban que de la serie de la Lotería que había sido premiada en Pozoblanco con el gordo en el sorteo de Navidad, celebrado poco antes del luctuoso suceso, varios de esos decimos habían sido adquiridos por el cosario y que la mujer que habitaba en la caseta y un cómplice se pusieron de acuerdo y le dieron muerte cuando este paro en el lugar como hacía todos los días.
Fue un caso que conmovió a la Comarca y del que yo no he vuelto oír hablar de él. Pero este es el final de las cosas que le pasaron al último cosario y la crónica del ocaso de estos recaderos en las tierras de los Pedroches.
Cuando la Corte de España, que anduvo itinerante por toda la geografía hispana, decidió aposentarse en Madrid, ya bien entrado el Siglo XVI, una de las medidas que tomó fue la de regularizar el servicio de correos. Lo hizo valiéndose de unos trajinantes de los caminos que iban de un lado para otro transportando misivas y cosas desde muy antiguo. Eran conocidos como el Gremio de Verederos, nombre que recibieron porque circulaban unas veces con galeras, otras con carretas y casi siempre con mulas y caballos por los caminos que utilizaba el Honrado Concejo de la Mesta. Una tupida red de ramales compuesta por Cañadas, cordeles y veredas.
En Córdoba paraban los Verederos en la Ribera. En las posadas de la Collación de San Nicolás de la Axerquía, algunas tan conocidas como la del Potro o La Herradura. Allí los esperaban los Correeros, que eran otra parte de la logística de la época. Los correeros dependían de los Concejos de las Villas. En Pozoblanco fue correero Ginés Sánchez, padre de Juan Ginés de Sepúlveda, y también fue correero Pedro de Sepúlveda, hermano mayor de Juan Ginés que lo hacía desde Córdoba a Espiel, donde se estableció definitivamente. Sus descendientes fueron en el siglo XVII los herederos del Mayorazgo del Cronista.
Y esperando en su ruta a los Correeros estaban los cosarios, que era la rama menor en el reparto del correo.
Los cosarios eran en realidad unos arrieros de ruta fija que iban y venían de unas villas a otras recogiendo el correo, haciendo encargos y trayendo y llevando cosas, de ahí su nombre: Cosarios.
Esta foto que ilustramos dicen que fue tomada en Pozoblanco en 1905. Se trata de los cosarios esperando el correo en la Puerta de la Posada que había en la Carretera, (el barrio de mi niñez y adolescencia). La situación exacta donde estaba esta posada corresponde a la acera que va de la Calle Santa Ana a la Calle del Toro, hoy Mayor. Este edificio es probable que fuera dañado en uno de los 112 bombardeos que sufrió Pozoblanco en la Guerra Civil. Yo conocí otra posada en este lugar, más pequeña y que tenía de vecindad por un lado el Comercio de Valles y por otro la bodega del Manchego.
Los cosarios desaparecieron en la década de 1950 a 1960. Fueron sustituidos por los coches de línea.
El ultimo que utilizó carro y mulo, era el que hacía la ruta de Villanueva del Duque a Pozoblanco y que fue víctima de un sangriento y truculento suceso:
Ocurrió que un día, por la querencia que el mulo tenía a la cuadra en Villanueva del Duque, apareció tirando del carro sin que nadie lo guiara. El cosario había desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra. Pasaron los días y nadie daba razón de su paradero, por lo que otra persona se hizo cargo del trabajo. Este hombre notó que cuando pasaban cerca de una caseta de peones del ferrocarril que había entre Pozoblanco y Alcaracejos, el mulo se ponía muy nervioso y comenzaba a relinchar. Se lo comunicó a la guardia civil que investigaba el caso y encontraron que el pozo que había delante de la caseta había sido cegado. Lo drenaron y enterrado en él se encontraron al cosario.
Los mentideros de entonces hablaron de que se trataba de ajustes por celos y amoríos. Otros aseguraban que de la serie de la Lotería que había sido premiada en Pozoblanco con el gordo en el sorteo de Navidad, celebrado poco antes del luctuoso suceso, varios de esos decimos habían sido adquiridos por el cosario y que la mujer que habitaba en la caseta y un cómplice se pusieron de acuerdo y le dieron muerte cuando este paro en el lugar como hacía todos los días.
Fue un caso que conmovió a la Comarca y del que yo no he vuelto oír hablar de él. Pero este es el final de las cosas que le pasaron al último cosario y la crónica del ocaso de estos recaderos en las tierras de los Pedroches.
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