sábado, 26 de septiembre de 2015

Las sombras de la historia

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)

Acabo de leer el libro “La Segunda Guerra Mundial contada para escépticos” del escritor Juan Eslava Galán, donde combina la realidad histórica con una prosa educativa y un toque de sentido sarcástico.

Dentro de las reflexiones que a mí particularmente me ha dejado, quizá la principal es que como humanos, desgraciadamente, caemos en los mismos errores a lo largo de la historia; la repetición de los mismos es solo cuestión de tiempo. De la misma manera en la que una mentira dicha por un mediocre, de forma sibilina y repetidamente, se convierte en una verdad total para masas aborregadas y carentes de sentido común.

Al terminar la última página del libro me hice la siguiente pregunta, ¿cómo un insignificante cabo de la Primera Guerra Mundial, que no tenía capacidades para estudiar la carrera que él deseaba (arquitecto), que tenía un odio mortal a los judíos, cuando eran éstos los grandes impulsores de la economía mientras él vivía en el más completo anonimato en condiciones de subsistencia, pudo anestesiar de esa manera a un país tan supuestamente serio, preparado y trabajador como el alemán?

Indudablemente estoy hablando de Hitler, el asesino acomplejado, junto con Mao Zedong y Stalin uno de los más grandes genocidas de la historia, ya que sus locuras de grandeza llevaron a la muerte a 50 millones de personas y a la total destrucción del país teutón.

Pero otras sombras también las vemos permanentemente en la actualidad, en un mundo tan globalizado como el ahora existente, donde un suceso o acontecimiento con origen a miles de kilómetros puede producir al final un efecto que repercute a casi todos, en cualquier variante, ya sea social, económica, sanitaria, etc. Un ejemplo muy reciente lo tenemos en el caso del fabricante de coches Volkswagen, que con sus irregularidades y falsedades en las pruebas indicativas de la emisión de gases en los motores de cerca de 11 millones de vehículos, ha provocado pérdidas de miles de millones de euros a la propia empresa, a los accionistas de la mismas y de rebote, por ese inmediato contagio bursátil que cualquier anomalía o incertidumbre produce, a cualquier pequeño ahorrador de nuestro país que tenga acciones de cualquier empresa que cotice en la bolsa española. La irresponsabilidad de unos cuantos van a pagarlo, por ese efecto de contagio, varios millones de personas en todo el mundo.

Por este mismo paralelismo, como pedrocheño, me preocupa el resultado de las elecciones catalanas de mañana, porque cualquier resultado que salga nos va a afectar, bien positivamente o negativamente, y no de forma indirecta, sino directamente.

¿Cómo una gran parte de la población catalana, que ha basado el desarrollo de su comunidad en el trabajo, la habilidad para la comercialización, la seriedad y el saber acoger como uno más a las personas de cualquier comunidad de España que acudían a Cataluña a trabajar, ha podido quedar hechizada hasta ese extremo por un grupo de irresponsables cabecillas que los conducen al abismo porque tienen como único y exclusivo objetivo la independencia del resto de España sin sopesar ni una siquiera de sus catastróficas consecuencias?

Uno de estos cabecillas, seguramente el principal por ser el presidente, es el burgués Mas, también conocido como “el posturitas”, que procede de una familia muy acomodada, y que ha pasado en tan solo dos años de ver cómo algunos de sus propios paisanos le tiraban tomates y lo abucheaban en cualquier mercado, a ser idolatrado en la actualidad por éstos, al haber cogido de forma incondicional y fanatizada la bandera del independentismo, seguramente como cortina de humo para tapar otras cosas, sobre todo su enorme ineptitud para gobernar en lo realmente importante.

De los verdaderos problemas de la ciudadanía, para qué hablar, trabajo, sanidad, educación, pensiones, recuperar la situación de la clase media fuerte, etc. Cualquier menor de edad sabe perfectamente que para sobrevivir tienes que sumar, las grandes superficies devoran económicamente a las pequeñas, los bancos, las cajas, todos buscan lo mismo, el sumar para poder sobrevivir y ser más fuerte.

La división y la resta sólo conducen primero a la debilidad y finalmente a la defunción.

De forma muy personal, y con total humildad, creo que tenemos que alimentarnos más del sentido común, de la razón y de la lógica, alejándonos de las nuevas y emergentes figuras extremas y fanatizadas que se han aprovechado de los actuales tiempos frágiles y convulsos para irrumpir con fuerza en el panorama de la política, con una verborrea insultante y manipuladora, presentándose ellos a través de la todavía eficaz y grosera demagogia como los únicos valedores de la verdad, y por tanto en salvavidas de la patria. Para mí, es tan perniciosa la extrema izquierda como la extrema derecha, porque ambas están basadas en lo mismo: el dogmatismo fanático y ciego, la dictadura total y la ausencia de libertad. Son las dos caras de la terrible misma moneda: el totalitarismo.

Si, lo reconozco, me preocupa lo que ocurra en Cataluña, porque nos afecta, y más aún a nuestros hijos, pues cada vez se van a encontrar con más obstáculos y dificultades para poder tener una vida normal. De la misma manera, no crean además que nosotros estamos tan lejos del país heleno, la irresponsabilidad y las divisiones nos pueden llevar a lo mismo que a ellos.

La historia siempre se repite, sólo es cuestión de tiempo, y de renovados miserables y embaucadores personajillos con el riñón bien cubierto. También las consecuencias, que son los miles o millones de personas que al final acabarán pagando tanta indecencia e irresponsabilidad.


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