sábado, 10 de octubre de 2015
PRENSA HISTÓRICA. Un patrimonio olvidado, sin digitalizar (PARTE I)
JUAN ANDRÉS MOLINERO MERCHÁN
(Doctor por la Universidad de Salamanca)
La prensa histórica constituye, como documento material y espiritual, un valor patrimonial de primer orden. Deberían sobrar las argumentaciones. Para cualquier pueblo o ciudad que ha tenido la suerte con contar con ediciones periodísticas de diferente índole, resulta obligatoria la recuperación de todas aquellas publicaciones, periódicas o puntuales de cualquier naturaleza, que se encuentran localizadas, dispersas, olvidadas o ignoradas en diferentes lugares. Se trata de un patrimonio parlante al que muchas veces no prestamos la debida atención, quizás por ser un medio de difusión próximo a nuestra realidad y existencia vital; por contar a menudo con otros recursos o documentos que aportan informaciones parejas o simplemente por desidia.
Sin embargo, cualquier curioso, historiador o investigador de diferentes campos científicos conoce bien la riqueza documental e informativa de los mass media, y muy especialmente de la prensa histórica escrita. Es tanto el abanico de aportaciones que apenas si cabe mencionar un esbozo de lo que nos trasladan, sobre todo cuando están constituidas por series completas que abarcan periodos medios o amplios; e incluso cuando prevalecen simplemente un pequeño contingente de números editados, o son ediciones esporádicas.
A través del legado de la prensa histórica podemos acercarnos al discurso de los grandes acontecimientos sociales y políticos de un momento histórico, desgranados en sus páginas con multitud de perspectivas en las noticias diarias; podemos conocer los avatares de la vida en un momento dado, sus preocupaciones, sabores y sinsabores en el día a día, las estridencias existenciales que son noticia exaltada o simplemente una referencia de escuálida significación, pero que permite compararla con una jerarquización de valores morales; nos permite desentrañar el devenir económico del pasado, no solamente a través de sus noticiarios y análisis, sino la realidad misma de la economía de un lugar a través de sus anuncios, de sus promociones, ventas y marketing de productos (tiendas existentes, consumo y mercado de mercancías en circulación); nos proyecta el pensamiento, el ideario de vida y las múltiples ideologías que aparecen número a número en voces diferentes de redactores, articulistas, columnistas de pro, profesionales de diferente calado, etc., quienes nos ofrecen el pulso de la realidad en parcelas que no son en absoluto tangibles, sino que constituyen la espiritualidad de un colectivo, y solamente se aprehenden al tenor de escuchar sus voces una y otra vez.
También saltan a la palestra de la prensa escrita, con mayor o menor intensidad, tono y timbre los hombres y mujeres más avezados de una sociedad y tiempo determinados, pudiendo escrutar sus personalidades, su vigor en determinadas parcelas existenciales y su relevancia en cualquiera de los campos y perspectivas de la vida (social, profesional, económico…); igualmente son significativos, en la contrapartida con lo anterior, los silencios y ausencias de otros que a veces resultan estridentes y son dignos de análisis, porque no están cuando debieran de hacerlo, y dicen mucho sin estar nada (por omisión, voluntad o impedimento).
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