Obviamente los padres deben ser el pilar fundamental de la educación de sus hijos

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-editor)


Cada día es más difícil la educación, tanto infantil como de adolescentes, porque todo juega en contra de la misma. Y de seguir aumentando esa dificultad provocará un problema muy grande de futuro para nuestros jóvenes.

La máxima responsabilidad de la educación a todos los niveles, obviamente, está en el hogar familiar. Transmitirles los principios y valores necesarios para formar una persona honrada, trabajadora, educada y cabal, inculcándoles el respeto hacia las demás personas y hábitos como, por ejemplo, colaborar en las tareas domésticas, valorar lo que cuestan las cosas e inculcar el sentido común tanto para hacerles ver el tiempo necesario que hay que invertir para la formación personal como el buen empleo del tiempo de ocio, es la responsabilidad de los padres al 95%.

Pero esto se hace difícil y se agrava con las separaciones de los padres, pues en nuestro país se rompen más de 100.000 parejas al año, habiendo además una multitud de familias desestructuradas. Aquí habrá que explicarles a los hijos los cambios más importantes que pueden suceder en la vida si, lamentablemente, se da esta circunstancia. Ellos tienen en muchos casos el conocimiento suficiente para entender que sus padres ya no quieren estar juntos. Pero hay que hablarlo y saberlo explicar, sin ningún tapujo. El hijo tiene que tener la oportunidad de expresar sus emociones, de preguntar sobre lo que le inquieta, y por supuesto tiene el derecho a que se le escuche con toda la atención.

Hay que recordar que aunque hayan terminado como pareja, siempre seguirán siendo padres. Otra cosa importantísima es que procuren llegar a un acuerdo en todo lo que sea fundamental, sobre todo en la patria potestad y la guarda y custodia del niño. Y que la cabezonería, el orgullo y la ilógica no les lleven a que tengan que ser los abogados finalmente quienes dictaminen lo que se tiene que hacer. Para mí, y con todos los respetos, el acudir a un abogado en estas cosas tiene que ser lo último de lo último, ya que ellos se rigen por leyes que muchas veces son desacertadas y no saben nada del corazón y psicología de la familia que se está destruyendo, aprovechando en la mayoría de los casos la desgracia ajena para hacer más sangre, presentándoles a buen seguro una considerable factura y, probablemente en muchos casos, importándoles un pepino lo que ocurra a partir de ahí.

Los niños deberán estar con sus padres, que serán a pesar de este hándicap de la separación los que tienen el deber de aportarle la mejor educación. Los pactos entre los padres que prioricen el interés de los hijos siempre serán beneficiosos para su enseñanza.

El Código Civil recogía anteriormente que el juez pudiera escuchar a niños de 12 años en adelante, ahora y de forma acertada se recoge que pueda hacerlo incluso con menos edad.

Los niños deben ser escuchados ante el juez en aquellos casos en los que los progenitores no se pongan de acuerdo respecto a la patria potestad. Ellos tendrán la palabra frente al magistrado para con plena libertad poderle manifestar su opinión, y esto es un derecho del niño.

Otra cosa que juega en contra de la educación es la aportación actual de los docentes. Hace 40 años tenían pleno poder y mando, sin tener que verse obligados a darle explicaciones a ningún alumno ni padre. De 0 a 10, tenían el 10, para enseñar con el método que creyeran más conveniente. Aunque tengo que reconocer que presencié en mi etapa de escolar algunas agresiones infames por desmesuradas, donde el maestro para pegar se mordía hasta la lengua. Como asimismo también hacían un daño mayúsculo, por lo que estigmatizaban, aquellas “clasificaciones” que había entonces de “torpes” y “listos”. Aquello era autoritarismo, o lo que es lo mismo, abuso de autoridad. Ahora hemos pasado al extremo contrario, al cero, este es el margen de autoridad que les ha quedado a los docentes para aplicar sus métodos. Están atados de pies y manos, tanto por los gobiernos alternativos, como por los padres y los propios alumnos, que saben manejar y engañar a sus progenitores como les da la gana.

De la misma manera los padres, estén o no conviviendo, siempre deberán de educar un 80% con la cabeza y un 20% con el corazón y no al revés. Además los progenitores deben evitar reñir entre ellos ni desautorizarse entre sí en presencia de los niños, tienen que tener mucho cuidado en esto y debatir entre ellos a solas, acordando siempre lo que es mejor para el futuro del niño, que muchas veces no coincide con lo que quiere el propio hijo.

Resumiendo, que cada vez, se suman más inconvenientes a la hora de educar, y por desgracia las consecuencias se verán cuando sean adolescentes y adultos. Desde hace bastante tiempo se ha instalado una corriente social perniciosa, que arrastra a mucha gente, y que incide mucho más en los derechos que en los deberes, que parece busca sobre todo satisfacciones instantáneas o a corto plazo, y que no valora suficientemente la necesidad de poner esfuerzo, constancia y tesón para conseguir los logros importantes y reales que nos hacen crecer como personas.

Los ingredientes de la ensalada de una buena educación son el ejemplo de los padres, el respeto y el apoyo a los docentes, crear hábitos de disciplina, valoración de las cosas que queremos y sentido común. Con esto, y sin volvernos locos ni marionetas de nuestros propios hijos, tendremos ganado el 90% de la buena educación. Si se les siembran desde pequeños buenos principios y valores a buen seguro la cosecha personal que se recogerá será buena y abundante. Y que nadie se olvide que el mejor regalo, con mucha diferencia, que se le puede hacer a un hijo es una buena educación. 


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