¡Se escribe WhatsApp! ... Echar pa que sobre

JUAN BAUTISTA ESCRIBANO CABRERA


En nuestra infancia -alguna vez fuimos niños- no era raro escuchar a las personas mayores una expresión, que (sin ser exclusiva) se me antoja muy de nuestra tierra: ¡Echar pa que sobre! Ignoro si porque vivieron tiempos de mucha estrechez y les preocupaba quedarse a medias en la empresa iniciada o por temor a no estar a la altura de las circunstancias o porque, a su vez, la escucharon y vieron proceder de esa forma a sus mayores.

Iban a hacer obra: Arena, cemento, piedras,… ¡Pa que sobre! (¡Obra si te sobra!). Llegaba la matanza: Tripas, cebolla, calabaza… ¡Pa que sobre! Tocaba ir de romería: Tortilla, lomo y jamón. ¡Pa que sobre! Si se guisaban torreznos, ¡Pa que sobre! Si sardinas, ¡Pa que sobre!… No era extraño que en todas las casas, en la alacena (ahora frigorífico) existiera un plato de sobras frías que, según la calidad de las mismas y lo que las ganas de comer apretasen, se iban consumiendo poco a poco en las horas o días posteriores a su preparación. No se concebía (si se podía evitar) elaborar algo de manera raquítica y cada uno, en sus posibilidades, añadía ese plus que recoge nuestro canon no escrito: ¡Pa que sobre!

Si pides una copa en ciertos países europeos (hablo de los que conozco), literalmente te miden la cantidad de bebida alcohólica a servir y no esperes ni un centilitro más. Aquí, a ojo de buen cubero (bien servida de hielo, que hace bulto) y dejando un instante la botella suspendida en el aire, para que la copa resulte generosa y dé la impresión de que se echa ¡Pa que sobre!

Recuerdo que cuando comencé a participar en los encuentros del hermanamiento con la ciudad francesa de Le Mée sur Seine, entre las muchas diferencias culturales que marcaban nuestras señas de identidad, una era que algunas familias francesas (más pragmáticas) calculaban e incluso preguntaban directamente lo que cada uno pensaba comer (en un pícnic, por ejemplo) y echaban en la cesta solo lo indispensable. No se entienda como una crítica o menosprecio, nada más lejos de la realidad, su esplendidez hacia nosotros queda fuera de toda duda. En estos encuentros me he enriquecido sobremanera y he conocido personas a las que quiero de verdad y cuento entre mis amigos, diferencias culturales aparte. En nuestras fiambreras, ya ha quedado expuesto: ¡Pa que sobre!

Más que a presumir o fanfarronear lo asocio a la generosidad; a nuestro sentido de la hospitalidad; a que, por nuestra parte, nadie quede insatisfecho; a no ser cortos de conocimiento. Somos así y no debe de habernos ido del todo mal, cuando lo seguimos reproduciendo y enseñando de ese modo a la siguiente generación.

Es posible que, además, alguna vez hayamos escuchado ese ¡Echar pa que sobre! referido a cuando se emiten comentarios u opiniones acerca de alguna persona. En ese extremo, voy aprendiendo con los años que no nos debe traicionar nuestra habitual campechanía y, así me lo parece a mí, hemos de realizar un esfuerzo extra para expresarnos con la mayor objetividad y precisión que nos sea posible. Lo dicho dicho está y lo escrito (muchas veces de manera impulsiva, gracias a la inmediatez de las nuevas tecnologías) ya no hay quien lo borre. Me digo a mí mismo, ni echar pa que sobren halagos inmerecidos e innecesarios ni rematar a nadie con una malalechesca y fluida incontinencia verbal. Cuando hablamos de los demás –no quiero olvidarlo- conviene medir los excedentes. Colgar sambenitos y cortar trajes no es como guisar torreznos, que lo mismo se comen cinco que diez…


Bienvenidos a ¡Se escribe WhatsApp! Muchas gracias por acompañarme hasta aquí. No es necesario añadir jejeje ni marcar emoticono alguno. Espero que nos sigamos encontrando en alguna de las plazas de nuestra comarca, no para criticar (modo aldea global en grupo de “Guasa” o modo de las otras aldeas en grupo de alcahuetes) para eso, mejor nos quedamos cada uno en nuestra casa. Y si van a llevar lomo de la orza ¡Echen pa que sobre! 


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