viernes, 26 de julio de 2019
Hay muchas muertes por falta de sueños

(Periodista-Director)
Pasó hace mucho tiempo. Hace muchos años. No sé cuántos. Hubo un suceso. Se fue un vecino mío. Un día cualquiera. Decidió no vivir más aunque era sólo un chaval. Estaba cansado de que lo ignoraran, lo apartaran y no lo quisieran. Vivía sin sueños. Se puede vivir sin coche, sin pan, sin lujos, sin libros, sin viajar pero no sin soñar. Quien no sueña, muere o malvive un tiempo.
Era un chaval al que la vida no le había dado una cara atractiva ni una sonrisa que atrapara. Tenía pecas, un cuerpo grande y desgarbado, y no sabía decir lo que tenía que decir en cada situación. Pero tenía un corazón grande que nadie descubrió. Porque la gente se queda con lo que se ve y se olvida lo que hay dentro. Después de 30 años todavía lo recuerdo. No se dio tiempo para hacer su vida. Posiblemente podría haber encontrado a una mujer buena, un trabajo que le hubiera hecho realizarse y una vida amable. No se dio tiempo.
El otro día alguien me decía que hay muchas muertes por falta de sueños. Y no sólo muertes físicas sino muertes psicológicas. La gente muere cuando se le acaban los sueños. No hace falta que sean sueños muy grandes. Sólo que haya. Los sueños, muchas veces, son excusas para seguir viviendo. Porque la realidad es, en ocasiones, tan dura que hace falta sosegarla de alguna manera. Antes se decía se “ha muerto de pena”. Parecía que era un cuento pero es verdad.
Sorprende que se enseñen tantas cosas y no se enseñe a vivir. Cada uno con sus circunstancias, con sus problemas, con sus delirios de grandeza o de pequeñez, con sus manías, con su belleza física o interior. En la vida no hay mapa del terreno en el que uno se adentra. Por eso es tan difícil. No nos enseñan a vivir, ni nosotros lo hacemos. Porque vivimos la nuestra. Decía Francisco Umbral “yo vengo a hablar de mi libro”. Y lo repetía. Estaba mostrando lo que somos “seres que piensan en su vida olvidándose de lo demás”. Mucha de la gente que no es feliz es porque no está integrada. O lo que es lo mismo, porque está olvidada. Estamos ante un mundo de lo más sectario. Hoy reconocemos más a nuestras mascotas que a los seres humanos que viven al lado nuestro.
Pasó hace mucho tiempo. Hace muchos años. No sé cuántos. Hubo un suceso. Se fue un vecino mío. Un día cualquiera. Decidió no vivir más aunque era sólo un chaval. Estaba cansado de que lo ignoraran, lo apartaran y no lo quisieran. Vivía sin sueños. Se puede vivir sin coche, sin pan, sin lujos, sin libros, sin viajar pero no sin soñar. Quien no sueña, muere o malvive un tiempo.
Era un chaval al que la vida no le había dado una cara atractiva ni una sonrisa que atrapara. Tenía pecas, un cuerpo grande y desgarbado, y no sabía decir lo que tenía que decir en cada situación. Pero tenía un corazón grande que nadie descubrió. Porque la gente se queda con lo que se ve y se olvida lo que hay dentro. Después de 30 años todavía lo recuerdo. No se dio tiempo para hacer su vida. Posiblemente podría haber encontrado a una mujer buena, un trabajo que le hubiera hecho realizarse y una vida amable. No se dio tiempo.
El otro día alguien me decía que hay muchas muertes por falta de sueños. Y no sólo muertes físicas sino muertes psicológicas. La gente muere cuando se le acaban los sueños. No hace falta que sean sueños muy grandes. Sólo que haya. Los sueños, muchas veces, son excusas para seguir viviendo. Porque la realidad es, en ocasiones, tan dura que hace falta sosegarla de alguna manera. Antes se decía se “ha muerto de pena”. Parecía que era un cuento pero es verdad.
Sorprende que se enseñen tantas cosas y no se enseñe a vivir. Cada uno con sus circunstancias, con sus problemas, con sus delirios de grandeza o de pequeñez, con sus manías, con su belleza física o interior. En la vida no hay mapa del terreno en el que uno se adentra. Por eso es tan difícil. No nos enseñan a vivir, ni nosotros lo hacemos. Porque vivimos la nuestra. Decía Francisco Umbral “yo vengo a hablar de mi libro”. Y lo repetía. Estaba mostrando lo que somos “seres que piensan en su vida olvidándose de lo demás”. Mucha de la gente que no es feliz es porque no está integrada. O lo que es lo mismo, porque está olvidada. Estamos ante un mundo de lo más sectario. Hoy reconocemos más a nuestras mascotas que a los seres humanos que viven al lado nuestro.
No hay comentarios :
Publicar un comentario