El fascismo, producto de deshecho

ANTONIO GARCÍA HERRUZO
(Maestro)

«Rabadanes del hambre y la miseria…» M. HERNÁNDEZ, “Vientos del pueblo”.

Afirmaba ABRHAM LINCOLN que ningún hombre es lo bastante bueno para gobernar a otros sin su consentimiento. Este es el caso del fascismo, que siempre tuvo un carácter enigmático y contradictorio en su tesis y en su praxis, ya que en él aparecen los contenidos más opuestos: afirma el autoritarismo, y, a la vez, organiza la rebelión; combate la democracia moderna y, por otra parte, no cree en la restauración de nada pretérito; Más: parece proponer la forja de un Estado fuerte, y emplea los medios más disuasorios y disolventes, como si fuera una facción destructora o una sociedad secreta. Con la historia en la mano, por cualquier parte que tomemos al fascismo hallaremos que es una cosa y, a la vez, la contraria, es A y es B.

El retrato más clásico y claro del fascismo lo hizo JOHN DOS PASSOS (1896-1970) en su libro «Guernica», escrito en 1948: «El movimiento fascista, como todo fenómeno práctico, manifiesta su verdadera naturaleza fuera de él, detrás de él. Pero cuando el fascismo muestra su auténtico sentido, solo es cuando se le mira desde dentro, atendiendo a la canción interior que él canta, a su paralogismo».

Al hilo de tan doctas y vivenciadas palabras (no olvidemos que fue testigo de la Guerra Civil española y conductor de ambulancias en la Segunda Guerra Mundial), al que esto escribe le gustaría destacar dos caracteres prototipos de engendro fascista; uno de los cuales no he visto que haya sido suficientemente subrayado. Estos dos caracteres son la violencia y la ilegitimidad. De ambos, es el primero consecuencia del segundo, y solo en unión con éste adquiere un significado peculiar. Porque no se me puede negar que, al revés que en otros partidos( que también predican la violencia), el fascismo no solo se adueña del poder ilegítimamente sino que, una vez establecido en él, lo ejerce también con ilegitimidad. Esto lo diferencia radicalmente de todos los demás movimientos revolucionarios.

Traigo a colación un párrafo escrito allá por el año 1969. Es BERTRAND RUSSELL en “Teoría y estructura del fascismo”: “No pretende el fascismo instaurar un nuevo derecho, no se preocupa de dar fundamento jurídico a su poder, no consagra su actuación con título alguno ni teoría política ninguna”. Así MUSSOLINI procuró conservar el aparato parlamentario al objeto de fingir legitimidad para su dictadura. Este bellaco siempre acudió al Parlamento mientras le fue dócil y sumiso. La legitimidad es la fuerza conseguida por un principio general y universal: la obediencia total. Al Dictador le servirá siempre esta sumisión para obtener una continuidad administrativa, y nunca un nexo jurídico, con principios constitucionales de legalidad y legitimidad.

No caben pues patrañas y supercherías: el fascismo siempre (¡siempre!) tuvo un cariz perverso y contaminante, como es la negación de la verdad, ignorando, como los fascistas ignoran, que la Verdad, lo real, el Universo, la vida, se quiebran en facetas innumerables, en verdades sin cuento, cada una de las cuales da hacia un individuo. Desconocen que cada hombre tiene una visión de la verdad: donde está mi pupila no está otra; lo que de la realidad contemplo no es equiparable a lo que contempla otro.

Sí: Somos, todos y cada uno de nosotros, insustituibles; somos todos necesarios, pues, sólo entre todos los hombres, llega a ser vivido lo humano. Todos, multiplicados, repetidos, sucesivos, escribimos la historia día a día. Como árboles que, juntos, hacemos subir la primavera hasta el cielo, donde brilla el sol.

Con M. HERNÁNDEZ os saludé, con él me despido:

«Aquí estoy para vivir mientras el alma me suene» OBRAS SELECTAS: “Me sobra el corazón”. Pág 195.

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