sábado, 3 de diciembre de 2016

Elegía a una vieja encina

ANTONIO GARCÍA HERRUZO
(Maestro)


¡Vieja encina solitaria
a la vera del camino,
con sus ramas mutiladas
y su tronco retorcido!

Esa que muestra en la cruz
muñones de escalofrío,
que cercenaron las hachas
en manos de forajidos.

Esa, donde la torcaz
bravía, tuvo su nido
 donde la fugaz gineta
sus cachorros ha traído.

Esa que fuera en mis juegos
torre, atalaya, castillo;
y escondió bajo sus ramas
primos amores furtivos.

Encina, dama del campo
corazón das a los trigos,
luego harina, flor de pan
sustentas a tu enemigo.

El barro, lo más fútil
asciende savia contigo
y en los pájaros de Abril
te remontas en sus trinos.

¡Qué esbeltas tus ramas grises
en la parda barbechada!
¡Qué recia ante la tormenta!
¡Qué cálida ante la helada!

Gigante entre los gigantes
tu tronco, firme, levantas:
¡guárdate, porque ya vienen
tus verdugos con el hacha!

¡Ay que brisas de agonía
la tarde por tí llevaba!
¡Cómo lloras en la nube
en un adiós que traspasa!

Por esa herida profunda
que dejas en la llanada,
la tierra se rompe en grito
de amante desarbolada.

No mueres sola, sin mí,
mi soledad te acompaña:
que a mí me hiere el amor
como a tí te hiere el hacha.

¡Ay encina, que ya vienen
siento el frío de sus pasos!
En un instante cayeron
tres siglos despedazados.

¡Que aprenda a morir de pie

el que vive arrodillado! 


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