sábado, 3 de diciembre de 2016

Querer rentabilizar a los muertos

MIGUEL CARDADOR LÓPEZ
(Presidente-Editor)


En los 10 días que llevamos desde la muerte de la ex-alcaldesa de Valencia Rita Barberá, hemos asistido a un circo mediático con todo tipo de declaraciones, la mayoría de ellas interesadas y por lo tanto desafortunadas.

Empezando por el grupo Podemos, que está a lo que le da la gana, por un lado forman parte del Congreso y con ello deberían estar a las duras y a las maduras, pero como ellos son más chulos que nadie, se ausentan del minuto de silencio por el fallecimiento de un ser humano, compañera de profesión.

Seguimos con el portavoz del Partido Popular, el señor Hernando, que confunde la velocidad con el tocino, al querer echar la culpa de la muerte a las “hienas”, entre ellos la prensa, que no han dejado de morder hasta el final. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, quieren dar marcha atrás en el pacto contra la corrupción firmado con Ciudadanos.

Para mí todo el respeto para una persona que fallece de infarto, desgracia en donde ningún médico, por muy especialista y bueno que sea, puede determinar qué parte de influencia ha tenido en el fatal desenlace los últimos meses vividos por la persona fallecida.

Rita Barberá, como la mayoría, ha hecho cosas buenas para su ciudad y otras que, en mi opinión, han sido desacertadas y que han costado cientos de millones de euros, como por ejemplo: la Fórmula 1, traer al Papa, construcción de algunos edificios que están abandonados y deteriorándose sin uso alguno. Como en otros casos conocidos yo veo que el problema surge por la cantidad de años que se está en el poder. Ella llevaba 24 años de alcaldesa, y cuando se está tanto tiempo en el poder puede ocurrir que al final se confunda lo público con lo privado, y aunque no se meta la mano en la caja, sí se cometen errores de prepotencia, provocados por los muchos años de mando, y se prevarica enchufando a familiares y amigos en buenos puestos designándolos a dedo, y también se favorece a empresas amigas.

La reflexión que deberíamos hacer, principalmente todos los políticos con sueldo que viven de la política, empezando por nuestros pueblos, es que tiene que haber un tiempo de caducidad, y ésta debería de estar entre dos o tres legislaturas como máximo. El paso por la política tiene que ser temporal, y el político tiene que pisar con los pies en el suelo, sabiendo que le llegará el día que tendrá que volver a su trabajo, si lo tiene, y si no como todos los ciudadanos a buscarlo con sus méritos.

El otro fallecimiento, el del dictador Fidel Castro, también ha levantado comentarios de todo tipo, mientras unos lloran, otros bailan de alegría. Y aquí de nuevo el cínico iluminado Pablo Iglesias, con esa doble moral tan característica, ensalzaba la figura del comandante, realzándolo y poniéndolo como ejemplo de gobernante, como si la conculcación sistemática de los derechos humanos de las dictaduras comunistas, por ser de “izquierdas”, fuera algo defendible o legítimo. Qué pena que Pablito no hubiera escogido Cuba o Venezuela para vivir de forma permanente, con lo bien que se vive en estos dos países y la gran libertad que hay.

Yo manifiesto mi respeto ante la muerte del ser humano, pero como personaje en vida ha sido un completo dictador, como Ceauçescu, Pinochet, Mobutu, Franco, etc. Me da exactamente igual que la dictadura sea de “izquierdas”, de “derechas”, de “centro”, de arriba o de abajo, porque todas ellas están basadas en lo mismo, desaparición o tutelaje absoluto de los medios de comunicación privados, persecución implacable con encarcelamiento o muerte de los opositores políticos, anulación de la libertad, y propaganda criminalizando al disidente haciendo creer que todo el que no comulga con las ideas impuestas por la fuerza es que quiere destruir el país; generando de esta manera una multitud de exiliados y represaliados.

Seguro que estos dictadores que menciono y otros muchos sin mencionar alguna cosita buena habrán hecho, como por ejemplo Franco, que en la década de los 70 el trabajador estaba mucho más protegido que ahora frente al despido, teniendo el trabajador 60 días por año trabajado de indemnización, subiendo según la edad y el número de hijos que tenía, pero no por eso dejó de ser un dictador, de la misma forma que ha sido Fidel Castro.


Que los muertos descansen en paz y que alimentemos nuestra mente con nuestras propias reflexiones, sin dejarnos aborregar por las opiniones sectarias e interesadas de unos y de otros, para que las cosas las veamos con nuestras propias gafas y no con las que quieren ellos. 


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