Ídolos prehistóricos del Atalayón de Navalmaestre

JUAN PALOMO PALOMO


El arqueólogo Juan Francisco Murillo Redondo daba a conocer en la revista Ariadna (nº 5, 1988) unos singulares objetos que habían aparecido en el dolmen del Atalayón de Navalmaestre.

El paraje de Los Atalayones (siete kilómetros al sur de Villanueva de Córdoba) recibió este nombre por haber existido en él un conjunto de sepulcros megalíticos, cuyas cubiertas tumulares destacaban como pequeñas atalayas en el paisaje. De estos túmulos sólo se había conservado el Atalayón de Navalmilano, resaltando en la suave ondulación de la penillanura de los Pedroches, con sus 16 metros de diámetro y 2,20 m de altura. Sin duda que la construcción de la cámara (de 2,20 metros de longitud por 1,80 m de anchura) y su cubrimiento supuso una importante inversión de recursos.


Ídolo falange Millares.


Fue excavado por Ángel Riego en 1924, y poco después de la guerra fue visitado por el matrimonio alemán Leisner. Del depósito ritual que contenía se conocen varios útiles de sílex, como una punta de flecha de base cóncava y retoque plano; varios fragmentos cerámicos correspondientes a vasos hemiesféricos o globulares cerrados, incluyendo una vasija con carena media. Con estos elementos se encuadra grosso modo en el periodo del Calcolítico Pleno. No existen cronologías absolutas, pero podría ser, mas o menos, de hace cinco mil años.

Los objetos simbólicos más relevantes procedentes del dolmen fueron dados a conocer, como decíamos, en 1988. J. F. Murillo tuvo conocimiento de que al retirar una gran losa de la cámara encontraron debajo de ellas algujos fragmentos cerámicos y varios “huesos grabados”, denominados usualmente por los especialistas “ídolos falange decorados”.

Están elaborados en hueso, con las falanges de los dedos de cerdos y ovicápridos, que se decoraron a base de incisiones y abrasiones. Sus medidas oscilan entre 52-36,5 mm de longitud y 28-13 mm de anchura.





Ídolos falange Atalayón de Navalmaestre.




Nº 1.- A partir de la falange derecha de un cerdo. Su decoración consiste en un triángulo invertido inciso relleno de seis puntos. Parece evidente que es una representación del pubis.

Nº 2.- Sobre la falange segunda derecha de un cerdo. En las dos crestas articulares de la epífisis se labraron dos depresiones circulares rodeadas por incisiones radiales que representan la “divinidad ocular” tan característica de la época; el artista los talló en la parte del hueso que evoca los pechos femeninos. En la parte inferior tres puntos forman un triángulo con el vértice abajo, también en la zona púbica.

Nº 3.- Fabricado con la falange primera de un ovicáprido. Su decoración consiste en dos incisiones horizontales y paralelas en la zona superior de la pieza.


Ídolos falange Anatolia.


En los enterramientos construidos con grandes rocas (megalitos) característicos de esta época, llamados usualmente dólmenes, se depositaron numerosos tipos de objetos, de los que sólo han llegado hasta nosotros los capaces de resistir milenios (es decir, si entraron alimentos u objetos de madera o cuero, desaparecieron con el tiempo). Entre los conservados destacan los fabricados en piedra o cerámica; también metálicos, aunque en nuestra comarca están prácticamente ausentes.

Las piezas cerámicas se pueden relacionar con la preparación de alimentos; las puntas de flecha, láminas de sílex o hachas pulimentadas, con la defensa, caza u otras actividades. Pero estos huesos de dedos de animales decorados no tienen ninguna utilidad funcional, práctica. En las tumbas megalíticas, y en algunos poblados contemporáneos, han aparecido objetos con una clara funcionalidad simbólica, y a los que se ha denominado genéricamente “ídolos neolíticos o calcolíticos”. Se realizaron sobre distintos soportes, recibiendo diferentes nombres, como ídolos “placa”, “falange”, “oculados”, “cruciformes”, “betilos”...

Los aparecidos en el dolmen del Atalayón de Navalmilano son del tipo conocido como “falange” por el soporte a partir del cual se elaboraron, y no son de los más comunes. En las sepulturas de este tiempo es frecuente que aparezcan falanges de animales, pero sólo puede garantizarse su valor simbólico cuando están decoradas, bien con pintura bien con incisiones. Un ejemplar de ídolo falange procedente de los Millares (Almería) realizado sobre un hueso de ungulado, datado en el III milenio a.C., muestra en la parte inferior un triángulo invertido que representa la feminidad, al igual que los ídolos nº 1 y nº 2 de El Atalayón:


Túmulo del Atalayón de Navalmaestre.


Fuera de la península este tipo de arte mueble elaborado sobre las falanges de distintas especies de animales es conocido en el Mediterráneo orienta, aunque en fechas muy anteriores a los peninsulares (milenios IV y III a.C.). En Tepecik-Çiftlik (Anatolia central) aparecieron 33 labrados sobre falanges de caballos y asnos salvajes; el nivel se data hacia el 6400 a.C. Más antiguos, del X-IX milenio a.C., son los ídolos falange procedentes de los asentamientos de Dja y Mureybet, en el norte de Siria.

No sabemos qué significado tenían estos “ídolos” con atributos femeninos, a quién representaban. Por ejemplo, en el Antiguo Egipto se introducían en las sepulturas unas pequeñas esculturas con forma humana, ushebti, que tenían como función hacer en el otro mundo los trabajos que le tocara realizar al finado. Pero eso se conoce porque los egipcios nos dejaron numerosos textos escritos de sus rituales y creencias, mientras que de las personas que construyeron el dolmen del Atalayón y decoraron los pequeños huesos de cerdos y ovejas, no tenemos nada. Aunque suponen una evidencia de la espiritualidad de las gentes que hace cinco mil años vivieron en la misma tierra que nosotros.


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