Diez años de teatro en El Silo

EMILIO GÓMEZ
(Periodista)


Se cumplen, en septiembre, 10 años de la inauguración del Teatro El Silo. Un viejo sueño que tenía y perseguía Pozoblanco, y que se cumplió hace una década. El tiempo ha pasado muy deprisa y no nos hemos parado a analizar lo que ha significado este teatro para nuestra zona. Por él han pasado actuaciones brillantes, cantantes de primera línea, actores principales. Un sinfín de arte porque eso es un teatro, arte en estado puro.

La pregunta es que si es un lujo tener un espacio escénico tan espectacular, o por el contrario es esencial para la vida de Pozoblanco. Soy de los que piensa que el Silo es  uno de nuestros mejores patrimonios. Otra cosa es si se gasta mucho para llenar las carteleras con actuaciones. Pero no nos olvidemos que la vida es teatro, una de las formas artísticas más antiguas y primarias que conoce el hombre. Es el escaparate perfecto para explicar lo que va sucediendo con emociones, historias reales o ficticias y los miedos que también están presentes. Todos somos actores de teatro en nuestra función de la vida. Es bueno tener un espacio escénico al que acudir para ver que nosotros tenemos nuestro papel.

El teatro El Silo en construcción. /SÁNCHEZ RUIZ


Hay miles de razones para ir al teatro. Te abre las puertas, es verdad, te alimenta emocionalmente, te hace soñar, es cultura, magia, espíritu, te transporta llevándote a sitios que ni imaginabas,  te estimula, te sorprende, nos aporta valores y es el espejo social en el que nos miramos. Allí conviven también la poesía, la música, el silencio, las historias que no se cuentan y se reflejan, el vació del alma.

A veces pienso en esos actores que se suben al escenario. Me pregunto qué hay detrás de su maquillaje, de su disfraz, de su farsa. La pasión es el elemento esencial de los actores de teatro. Por aquí han pasado en estos diez años grandes compañías, grandes músicos, poetas y han dejado lo mejor de sí. Un actor se lo deja todo en el escenario. El arte es grande porque nadie se guarda nada. Todos quieren el aplauso de la sala de butacas. No es un trabajo en la oficina donde nadie aplaude. Aquí se busca que guste lo que haces. Eso le da vida. Es la leche. La mejor forma de vivir para actuar o de actuar para vivir.

Elementos del teatro que nos fascinan; el silencio, la oscuridad y también la iluminación, la sorpresa, el vestuario. Escuchas a gente que se abre en un escenario dándote lo que sale de dentro. Te abre su vida para que la veas y la sientas. Esa magia está en el teatro. La belleza, el ideal, el éxtasis y locura están allí presentes. Si fuéramos capaces de mostrar nuestro guión en el teatro de la vida cambiaría la forma de actuar porque el teatro es sinceridad. Es lo contrario a lo que se hace en la vida cotidiana. Tiene que ser hermoso hacer teatro interpretando el papel que no eres en la vida cotidiana.

Los teatros cerrados son la herencia de otros tiempos. El Teatro San Juan rebosa en los recuerdos de feria con diez días de teatro y funciones dobles. Aún resuenan las tablas de ese viejo teatro en la memoria de alguno. Ahora que se aproxima la feria, todos recordamos también  lo que era el Teatro Eslava o El Chino. Sabemos dónde estaban ubicados y las noches de función que nos dieron.


Son años duros para el teatro. La gente ha perdido la costumbre de ir. Antes la gente iba al teatro para evadirse y soñar. Es triste ver como ahora la gente se olvida de ir a él. No sé si es bueno para la salud pero al menos sí lo es para el alma. Son tablas para la vida, para perderse, para encontrar cosas que teníamos dentro y ni lo sabíamos. Sí al teatro. 



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