Se nos fue Caty Galán

EMILIO GÓMEZ
(Periodista)


Los mensajes en el Facebook de la asociación pozoalbense contra el cáncer se disparaban esta semana cuando se conocía que Caty Galán se había ido. Lo hizo tras una lucha de más de cinco años  donde ella supo plantar cara a esta cruel enfermedad que cada día se lleva a más de los nuestros. 
Caty cumplió con su misión en la vida que era la de hacer el bien y ser feliz. Su pasión era estar cerca de sus hijos. Le fue  difícil despedirse de ellos.  Pero lo hizo. Fue fuerte. Sabía que la vida se le acababa pero quería llevarse esos momentos buenos (las sonrisas, el cariño, las caricias y los besos de sus hijos).



Conocí a Caty hace muchos años. Recuerdo el día que nos invitó a cenar a su casa recién estrenada. Nos la mostró con esa sonrisa e ilusión tan suya. Había mucho cariño en aquella casa. Ella tenía todo lo que quería. Un marido al que adoraba, unos hijos educados que la querían y una vida llena de amor que le rebosaba por las paredes del nuevo edificio donde vivía y era feliz. Todo esto le era suficiente. No aspiraba a nada más. Cada día luchaba por el bienestar de los suyos hasta en los malos momentos.

Un día apareció la maldita enfermedad. Desde muy pronto las noticias fueron malas. Y ahí estaba ella. En su camino aparecieron las espinas  del cáncer pero ella las pisó viendo flores y la espina no le hizo tanto daño. No perdió nunca la compostura, mantuvo la sonrisa y amplió aún más su amor a los suyos. Y al mundo. Uno se pregunta por qué se van los mejores, los que están contentos con su vida, los que no aspiran a más de lo que tienen.



Caty supo llevar su enfermedad. El cáncer es un calvario. Ella lo sabía porque lo padeció en una versión durísima. Aun así supo cogerlo por los cuernos. No se achicó. Siguió con su vida. Siempre dispuesta a que los suyos no sufrieran mucho  a pesar del sufrimiento que ella llevaba. Siempre dispuesta a hacer teatro representando el papel de una soñadora. La querían por todos lados y no sé cuántos mensajes de cariño se llevó. Uno se lleva de esta vida el cariño. Lo demás lo deja aquí.


Recuerdo a Caty como se recuerda a la buena gente. La veo, aunque se haya ido, con su sonrisa, con sus ganas de vivir, con su obsesión por no hacer ruido. Se hacía querer por donde iba. Era muy dulce y nos enseñó que la vida hay que disfrutarla hasta el final. Sabía que se moría y apuraba esos momentos sabiendo que eran los últimos. Se despidió de los suyos y de sus niños (que ya son mayores). Verlos a ellos será ver a su madre, a la Caty que se nos fue esta semana y nos dejó otra vez con la tristeza en el alma. ¡Qué vida más injusta! Por más que vivimos no sabemos explicar estas partidas de gente que tienen toda la vida por delante y se van. Adiós Caty. 


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