El destino de la Fuente del Chumbo de Pozoblanco

ARTURO LUNA BRICEÑO


El Estado de los Pedroches fue el número dieciséis de los que poseyó la Casa de Alba, aunque fue fundado por la Casa del Carpio, cuando Don Luis Méndez de Haro, IV Marqués del Carpio recibió del Rey Felipe IV el regalo de 2.000 vasallos por haber solucionado con buen resultado la paz con Francia. El Válido aceptó el regalo y solicitó los vasallos en las Siete Vilas de los Pedroches. Tras un recuento se computaron 3.649 vecinos, por lo que el Marqués del Carpio tuvo que abonar los 1.649 que hubo de más. Adquiridos los vecinos, ya que la Villa de Pedroche estaba vendida con anterioridad, se le sumó la Villa de Conquista, propiedad de la Casa del Carpio, y en mayo de 1660, el Fiscal del Consejo del Reino, apoderado del Marques del Carpio, tomó posesión del Estado de los Pedroches en Torremilano. El día 9 de enero de 1647 María Teresa de Silva, Duquesa de Alba y Marquesa del Carpio cede al Rey el Estado de los Pedroches para salvar, por las deudas que tenía con la Corona el Ducado de Alba.

La calle Real en 1913. 

Recuperado el señorío y devuelto al realengo, los Corregidores del Rey establecieron su sede y juzgado en Torremilano, a la vez que convertían las restantes Villas del Estado en concejos pedáneos.
Veinte años después la capitalidad del Estado de los Pedroches pasaba a estar en la Villa de Pozoblanco. Influyó en ello la boyante economía basada en los abastecimientos a las Minas de Almadén, principalmente la harina y las pieles curtidas de machos cabríos que eran utilizadas en el transporte del mercurio desde Almadén a Querétaro. También pesó en esta decisión que los jueces del Parrido de la Sierra, dependientes de Córdoba, estuvieran ya establecidos en Pozoblanco, lo mismo que los Inspectores y Administradores de Tabacos y Rentas. Y especialmente el Hospital de Jesús Nazareno y su bien dotada botica, a la que tenían que acudir todos los enfermos de la comarca a tratarse de las dolencias graves.

La calle Real en 1930.

Para que pudieran abrevar las caballerías de los coches, carros de los cosarios y animales de silla de los que accedían a solucionar asuntos a la sede del Gobernador o a los juzgados, se hizo una fuente con un buen pilón.

Numeroso público en la calle Real, ante el Ayuntamiento, en 1930.

La Calle Real se convirtió en la calle principal del pueblo, y en ella y su entorno se establecieron comercios, tabernas y posadas.

Los verederos, correeros y cosarios, que según el Catastro de Ensenada años antes distribuían sus misivas y correos en Alcaracejos, pasaron a hacerlo a Pozoblanco.

La calle Real en 1942.

La Fuente del Chumbo fue el mudo testigo de ese trajinar de la vida burocrática y en su entorno se estableció el mayor mentidero de Los Pedroches. Ante ella, según las horas y los días, circulaban en las mañanas los que estaban de paso para gestionar asuntos, al mediodía los atareados “aparceros” celebraban su peregrinar de taberna en taberna y al atardecer acudían los jornaleros en busca de patrón que les diera trabajo.

A principios del Siglo XX, con la llegada de los vehículos de motor, la fuente comenzó a ser más un estorbo que una necesidad.

Camino interior de la Huerta.

Poco después llegó el ferrocarril y con él la conducción por tuberías del agua que se necesitaba para alimentar las máquinas de vapor. El excedente del suministro que procedía del pantano de La Garganta se distribuyó por el pueblo colocando en algunas plazas y calles sus casetas expendedoras de agua. Las llamadas popularmente: “El agua del tubo”. Un agua de sierra finísima que a pesar de ser de pago, acabó con la que se daba gratis en la Fuente del Chumbo. En esos días, como buenos vecinos, El Chumbo compartió ubicación y espacio con una de las Casetas del Tubo.

Años más tarde aumentaron los coches y los camiones y la Calle Real necesitaba el espacio que la Fuente del Chumbo y la Caseta del Tubo, ocupaban para hacer aparcamientos. Y las dos fuentes desaparecieron.

Camino interior de la Huerta.


El penacho de la Fuente del Chumbo se llevó al Hospital de Jesús Nazareno y estuvo, en el camino interior a la huerta, durante muchos años sirviendo de peana a una imagen. Tras la creación de la actual Residencia de Jesús Nazareno lo han colocado, en una fuente que no mana, en el centro de uno de los patios. Y allí está, meditando sobre su pasado y viendo pasar el tiempo, lo mismo que los que la contemplan desde las cristaleras. 


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