Las tres casas de la Virgen de Luna

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


La Virgen de Luna es como esa madre que reparte su tiempo en tres casas. La de la Jara, en su Santuario. La de Pozoblanco y la de Villanueva de Córdoba.

Este fin de semana se va de Pozoblanco. Parece que fue ayer cuando llegaba por el Arroyo Hondo hasta la Plaza de Santa Catalina donde la estaban esperando ‘muchos de los suyos’ en la plaza. Recuerdo que este año había una ‘viejecita’ que desde por la tarde la estaba esperando en uno de los bancos de piedra de la plazoleta, mirando a la iglesia y, a su vez, a la calle Jesús, que sabía que era por donde aparecería. Desde ese mismo banco, la verán partir deseando que, más pronto que tarde, regrese. Queda tanto y tan poco. Según como se mire. El tiempo se mide por horas, días y meses. Pero en esos tramos pasan tantas o tan pocas cosas, que uno mide de distinta manera lo que queda para que suceda algo. Cuando eres niño guardas todo el tiempo en la palma de la mano. A medida que creces no puedes sostener el tiempo que pasa. Pues pasa sin más y sin poder detenerlo. 



En el Santuario, la Virgen aguardará al lunes donde se producirá la llegada de los hermanos de Villanueva de Cordoba. Hubo un tiempo, cuando la fantasía infantil me invadía, en el que pensaba que su casa de la Jara era un bosque lleno de árboles en el que la gente se ocultaba detrás de ellos para custodiarla. Siempre me ha impresionado pensar el ‘tanto tiempo’ que la Virgen lleva haciendo el camino. De una casa a otra. Siempre de la misma manera aunque la gente vaya cambiando. Van despareciendo los que van a por ella y quizás también los niños que en otro tiempo se ocultaban para custodiarla en esas noches en la Jara donde el cielo se llena de estrellas en uno de los lugares más bonitos que tenemos en nuestra zona. La Virgen de Luna es la reina del bosque verde donde no hace falta llevar maleta cuando llegas y tampoco cuando te marchas.

Quizás un lugar demasiado solitario, aunque todos sabemos que los silencios de la noche en el campo son sensaciones que no se pueden explicar. Y hablando de sensaciones, las de la plaza del Regajito de Villanueva hay que vivirlas para contarlas. Allí se desborda todo. Justo cuando los colores del día empiezan a perder la luz pero conservan todavía un remolino de contrastes. Caballos, carrozas, músicos, devotos, rezos, plegarias, música entre ‘vivas y olés’, calles abarrotadas, felicidad cantada de balcón en balcón. La vida tal como fue siempre en un lunes de pentecostés desde el siglo XVI. Siempre en dirección a la Parroquia de San Miguel en donde nadie se confiesa en su confesionario en este lunes tan especial. Permanece vacío porque la gente se ha ido confesando con la Virgen por el camino. En silencio como si hablaran los dos juntos. La Virgen y el que le cuenta. El que le cuenta esas cosas que nadie sabe. Y es que a veces contamos los secretos tan en silencio interior que parecen cuentos de libros. Como si alguien nos pudiera escuchar cuando hablamos hacia dentro.

Villanueva de Córdoba dará la bienvenida a la Virgen la cual estará hasta el segundo domingo de octubre, justo cuando el otoño esté con calles pintadas de hojas caídas. Ese otoño amarillo queda lejos aún. Antes llegarán esos atardeceres de verano. Todo según lo previsto. La vida es un viaje con las paradas fijadas. Al menos, las más importantes. 


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