La España acomplejada

SEBASTIÁN MURIEL GOMAR


Existe una España vacía y también una España acomplejada. La despoblación, algo cuantitativo, se detecta con facilidad. Para ver los complejos tenemos que esforzarnos un poco más. Dos Españas más: mucho trabajo por delante y con remedios difíciles de aplicar.

Asuntos que reflejan esa España acomplejada son nuestro sistema constitucional y la calidad de nuestra democracia. Parece que una Monarquía Parlamentaria y con Desarrollo Autonómico estuviera por debajo de una República Centralista como la francesa, cuando las dos son legítimos sistemas democráticos dados por sus respectivas ciudadanías y confirmados por el tiempo. Pero claro, para algunos la democracia francesa o americana (USA) es de mayor calidad. Conviene recordar que la Transición de la dictadura a la democracia fue un proceso ejemplar que admiró a medio mundo y que algunos copiaron. Fueron muchas las naciones que nos felicitaron y tuvimos tanto éxito que España entró pronto en la Unión Europea, simbólica Casa de la Democracia, sin duda mejorable. Recientemente, un informe de Freedom House nos coloca en el selecto grupo de democracias avanzadas, por delante de Francia, EE.UU. o Japón. Sin embargo, a veces, nos manifestamos como una democracia acomplejada pues aplicar la legalidad o activar mecanismos de defensa de la propia democracia es calificado por colectivos de españoles como un abuso de autoridad.

Los españoles no valoramos bien nuestra Administración de Justicia: se le achaca falta de independencia por influencias políticas y económicas. Sin embargo son cientos de casos los políticos investigados, enjuiciados y condenados. También son miles los ciudadanos anónimos que han recuperado sus inversiones por falta de información o las condenas a bancos por cláusulas abusivas en sus contratos. Por otra parte este apagado concepto de la justicia española convive con un lamentable complejo de inferioridad frente “a lo europeo”, dando la sensación de que en España todo es de segunda división. Aceptamos un modelo de excelencias, imaginario, que vive en la Europa Europa. Nosotros somos casi África. Entre catastrofistas y fatalistas somos incapaces de engrandecer lo nuestro. Seguramente con más medios y menos intromisiones de la política el mundo de la justicia española mejoraría sensiblemente.

Tenemos uno de los mejores sistemas de Salud del mundo y aún le ponemos defectos: que son lentos, que no te prestan la atención necesaria…Seguramente hemos viajado poco y no conocemos cómo funcionan los centros sanitarios de países que aquí calificamos de desarrollados. ¡Hasta nos atrevemos a pegar a médicos y enfermeras!

Con la Educación debe de ocurrir algo raro pues, a pesar de nuestro calamitoso sistema, el trabajo y formación de nuestros universitarios son muy bien valorados fuera de aquí. Sí echo en falta un Pacto Educativo en el Congreso y la necesidad de aristocratizar la Formación Profesional pivotando sobre Educación – Empresas y Empleo, las tres Es.

También estamos acomplejados por nuestra Historia. Nos pesan mucho nuestros errores y no nos alivian nuestros aciertos. La Inquisición, el Franquismo, la Leyenda Negra alimentada por medio mundo, Guerras Coloniales…Entiendo que nuestra Historia no es ni mejor ni peor que la de los demás países, de ahí que no entienda – ni a la izquierda ni a la derecha ni a nacionalistas – cuando se ensañan con nuestro pasado. ¡Todos los países tienen pasajes por los que avergonzarse! Traer a colación episodios de la Reconquista, el Descubrimiento de América, la Guerra de la Independencia o el Desastre de Annual teniendo a la vista el Brexit, el futuro de las pensiones, el paro, la reforma de la Constitución o lo ocurrido en Cataluña me parecen disparates infinitos de políticos irresponsables.

No nos podía faltar el complejo autonómico: hoy somos un estado descentralizado que ha concretado administrativamente su diversidad, pero alguien se olvidó de definir lo común y la desigualdad inter – territorial es manifiesta. Poner límites a las autonomías es cuestión central aunque eso signifique que algunos, equivocadamente, lo tilden de fascista. Digamos que las Autonomías tienen Derechos y Deberes, lo mismo que el Estado.

Somos una nación que, de los cinco continentes, recibe más de 82 millones de turistas. Viajeros que admiran paisajes y culturas, que disfrutan con la cordialidad de la gente, que puntúan gastronomía e instalaciones con notas elevadas, que hablan de unos cuerpos de seguridad afables y que aseguran ser tratados con corrección y eficacia ante incidencias de su salud…pero, a pesar de esto, necesitamos masajes de autoestima y gimnasia anti complejos.

Los complejos se reparten por todo el mapa y afectan a individuos y a colectivos. Hay regiones donde de forma especial se concentran claros complejos de superioridad; conocemos partidos que no ocultan su ADN de superioridad moral mientras que otros muestran su complejo de honradez y otros de españolidad. Por otra parte, la hipersensibilidad y la hiperactividad en las redes las identifican como síntomas del complejo de inferioridad. Hay de todo.

Pero el mayor complejo que tenemos algunos españoles es calificar, continuamente, nuestras acciones y nuestras ideas de democráticas y de antidemocráticas las de los demás. ¡Qué facilidad para denigrar al prójimo! ¡Hay demasiados repartidores de carnés de todo tipo!

Evidentemente los españoles somos muy diversos – yo diría que como cualquier otro país – pero deberíamos llevar a la práctica el orgullo democrático de que siendo diferentes, convivimos en paz, no hacemos trampas en el solitario y progresamos juntos.


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