El Convento de Nuestra Señora de la Concepción de Pedroche

ANTONIO ÁNGEL BALLESTEROS
(Arquitecto)

El trazado urbano de Pedroche se caracteriza por ofrecer un desarrollo estrecho y adaptado al accidente geográfico en el que se enclava. Es el único pueblo de la Comarca que se ubica en una posición de dominio frente al territorio circundante. El resto de nuestros pueblos, cuentan con posiciones estratégicas respecto a las vías de comunicación o al control de los límites registrales. Pero a diferencia de Pedroche, no tienen una posición relevante sobre el territorio que controlan. Siempre llamó mi atención, como algunas calles de Pedroche, dirigen nuestra visión hacia el paisaje circundante y lo encuadran en una panorámica concreta de grandes proporciones. De igual manera, me sorprendía al observar como la referencia visual de Pedroche, se hace patente en las miradas producidas desde varios kilómetros de distancia.

Este hecho diferencial de la geografía urbana de Pedroche, también participa en algunas de las arquitecturas que lo componen. Por ejemplo, el Convento de Nuestra Señora de la Concepción. Probablemente, uno de los edificio más interesantes y a la vez, más desconocido de los Pedroches.

Convento de Nuestra Señora de la Concepción de Pedroche. /ANTONIO ÁNGEL BALLESTEROS

Su origen podríamos datarlo a principios del 1.500, cuando un pequeño beaterio adscrito a la orden de San Francisco y fundado algunos años antes, fue reconocido y organizado como Recogimiento de Beatas de la Concepción. Poco después, ya en 1.514, se constituyó como convento de clausura adscribiéndose a la Orden de la Concepción. Con su fundación, se convirtió en el primero de la orden en la provincia de Córdoba. Mantuvo una comunidad que rondó las 30 religiosas durante casi 500 años. La última religiosa que vivió en el convento, murió el año pasado en el Convento de las Madres Concepcionistas de Hinojosa del Duque, al que se trasladó junto a cuatro compañeras en el año 1.998. Su nombre era Sor Victoria y me contó muy amablemente como recordaba el edificio. Sirvan estas palabras como modesto recuerdo a Sor Victoria.

Probablemente, el convento tuvo su origen en la vivienda que sirvió al recogimiento de las primeras beatas. Con el aumento de la comunidad religiosa, se extendió hacia los adentros de la manzana, ocupando una superficie que supera los 5.000 metros cuadrados. Es probablemente, el mayor edificio de todos nuestros pueblos integrado en una trama urbana. Sin embargo, su magnitud apenas se percibe desde el exterior. Su materialidad y escala, se relacionan de tal manera con el caserío popular circundante, que difícilmente notamos su presencia desde la vía pública. Es un edificio formado por grandes y compactas naves, con geometrías sencillas que se organizan en torno a grandes patios. En su composición, recuerda a las grandes construcciones agropecuarias que existen en la Comarca, en las que las diferentes partes componen un organigrama funcional perfectamente definido. Con la salvedad de ser una arquitectura urbana perfectamente integrada con el caserío tradicional.

Maqueta del Convento de Pedroche. /ANTONIO ÁNGEL BALLESTEROS

En su construcción se muestran con maestría las técnicas propias de la arquitectura tradicional de la zona y más concretamente, las de Pedroche; muros de tapia estructurados con ladrillo aplantillado, tiguillos de madroña, cubiertas de madera, arcos de medio punto sobre pilastras de granito, empedrados tradicionales al pisón, cornisas de canes de ladrillo, cubiertas inclinadas de teja árabe, huecos adintelados en granito… Materiales modestos y técnicas sencillas capaces de construir espacios tremendamente maravillosos, donde la oración, el recogimiento, la contemplación y la liturgia religiosa tienen una forma especial de ser entendida.

A diferencia de otros conventos tardomedievales, el Convento Concepcionista de Pedroche es un edificio en el que no ha intervenido el artificio de la arquitectura culta. Su composición espacial no se corresponde con las sistemáticas prototípicas de los conventos tradicionales, donde un claustro central servía de núcleo en torno al cual se organizaba el resto del edificio. En este caso, encontramos un edificio orgánico que crece o decrece de acuerdo a las necesidades de su comunidad, la capacidad de adaptación al terreno y las posibilidades de las modestas técnicas constructivas tradicionales.

Pero entre todas las virtudes del edificio, probablemente la que más llamó mi atención fue la experiencia sensorial. Descubrir un edificio maravilloso, que pasa totalmente desapercibido desde el exterior, pero que reafirma el lugar en el que se encuentra desde su interior.

Un convento de clausura tiene la obligación de negar por norma la relación con el mundo, sin embargo, en muchas zonas del edifico, se muestran dos imágenes exteriores, recurrentes y significativas del lugar en el que nos encontramos: la imponente torre granítica del Salvador y l a dehesa.

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