¿Amargados? No, gracias

ANTONIO RUIZ SÁNCHEZ
(Periodista)


Qué mala es la envidia, ¿eh? Tan mala que parece que se contagia y de pronto nos encontramos con demasiadas personalidades llenas de amargura y resentimiento. Porque en realidad el mundo del envidioso es fascinante, podemos encontrar infinidad de características en estas personas que te indican claramente que estás ante alguien muy amargado.

Por ejemplo, puedes encontrarte con el que te critica en público. Esa persona que supuestamente es tu amigo pero, sin venir a cuento, hace comentarios negativos de ti delante de más gente. Sí, estás ante una persona envidiosa.

También hay otros que te estropean la ilusión cuando les cuentas que te ha pasado algo estupendo. Su respuesta es: “Ah bueno…tampoco es para tanto.” Si no se alegran contigo, está claro: envidia. Aunque también está el ejemplo contrario, el que celebra tus buenas noticias de manera forzadísima, con una sonrisa artificial que le da aspecto de psicópata. No cuela, no.

Dejando a un lado las falsedades, están los que directamente se ríen de ti porque has engordado, te ha salido un grano o no les gusta como vas vestido. Es la estrategia del que no se siente bien con su cuerpo o con su aspecto y para evitar que tú u otras personas se lo pueda comentar, ataca primero por si las moscas. Es la estrategia conocida como el ataque del amargado.

Una variante de este tipo es el entrometido, el que se mete en la vida de todo el mundo para obtener información y usarla a traición cuando menos te lo esperes.

No nos podemos olvidar del que cree que todo gira a su alrededor: “mi casa es más grande”, “mi coche es mejor”… ¿Serán conscientes de que no se puede tener todo lo mejor en esta vida? Que alguien los baje a la tierra, por favor.

Por último están las personas que quitan el mérito, que copian algo que has hecho y lo muestran como algo suyo sin ningún tipo de escrúpulo o te dicen “sin mí no lo habrías conseguido”. A estos es fácil tenerlos controlados porque en el fondo, por mucho que digan, saben que el mérito no es suyo y viven en una fachada que no es real.


En definitiva, cuidado con personas de estas características que repiten una y otra vez estos comportamientos. Son personalidades tóxicas. Y ante alguien tóxico hay que decir: No, gracias.


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