Cuando no pedimos lo que nos pertenece

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Durante años tuvimos que padecer el viaje interminable a Córdoba. Perdimos en esa carretera: tiempo, dinero, salud y algunos hasta su vida. Años después, tenemos una carretera muy transitada, peligrosa y nada rápida. A pesar de ello, de no tener autovía (como merecíamos), nos están colocando radares de todo tipo.

Tenemos que ir a 90 km/h en una carretera llena de camiones y vehículos. Un escenario perfecto para que el Estado haga caja con nosotros en multas. Redondo para ellos porque no gastan ni un duro en adecentarla. Las carreteras no se hacen más seguras a base de multas, sino arreglándolas. Qué la hagan más ancha, de tres carriles y con mejor firme. Basta ya de hacer caja con nuestras miserias. Si ya hacen caja (y mucha) con nuestros impuestos que van destinados a las comunicaciones. Se los llevan a otros lugares lejos del nuestro donde hace menos falta. Allí van a parar nuestros impuestos. 



Como contraprestación para nosotros: límite de velocidad, radares, multas y tener que hacer equilibrio en la carretera. ¿Hasta dónde son capaces de pisotearnos?

¿Y nosotros qué hacemos? Nada. Absolutamente nada. Alguien dijo que “nunca se puede ser un pueblo de cobardes”. Cobardes. Palabra demasiada dura. Yo no diría tanto, pero sí reconocería que nos falta valentía para reclamar lo que es nuestro. Por favor, vamos a pedir lo que es nuestro y los que están gobernando en nuestros pueblos que empiecen a pedir para sus pueblos olvidándose de mantener su estatus en su partido a nivel provincial o regional.

Estamos cansados de que hagan negocio con nosotros. Ha llegado la hora de levantarnos. Somos esos pueblos fantasmas que no tienen nombre ni en los cruces próximos. Ya nos toman por tontos. Vienen a freírnos. Qué cara más dura. Pero nos lo tragamos todo. 





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