España, nacionalismos y otras cuestiones

SEBASTIÁN MURIEL GOMAR


De vez en cuando por pura circunstancia electoral, intereses sectarios u ocurrencias seguimos cuestionando qué es España. Hay gente interesada en mantenerla invertebrada o por lo menos que le afecte una grave osteoporosis. Periódicamente aparecen profetas de un futuro mejor, [su futuro], intentando recuperar grandes conceptos como república, federalismo, nación de naciones o independencia de algunos territorios. No tienen nada claro el recorrido ni el destino final, sólo anuncian – hasta ahora con insuficiente acompañamiento – la apertura de una puerta sin tener la menor idea de cómo se cierra, quién la cerraría, cuánto tiempo llevaría y cuál sería el costo de esta aventurada operación. Por el momento tratan de colocar la primera piedra de un futuro edificio del que no existe proyecto, ni arquitecto. Sólo algunos obreros y algún encargado. Tampoco consta un análisis de su financiación ni de las implicaciones que un proyecto de este tipo conllevaría. Como guinda del asunto los promotores de un federalismo no explicado o de una república de ensueño, no han hecho ningún esfuerzo de consenso con otros grupos, imprescindibles para llevarlo a término. Impulsados por un protagonismo que los descalifica, y algo de sectarismo, arrojan sus ideas contra el rostro [político] del adversario intentando ganar unos votos, mejorar su imagen o ciertas ventajillas ante negociaciones inciertas.

Me gustaría dejar claro que España hoy es una nación. Un proyecto común vertebrado por una Monarquía Parlamentaria emanada de una Constitución que democráticamente nos dimos. Ese es el marco inicial, el punto de partida, la referencia. España como nación está reconocida internacionalmente, tiene unas fronteras nítidas y es tan digna como cualquier otra democracia occidental. Dicho eso procede preguntarse si podemos cambiar. Evidentemente que sí y seguramente la evolución de la historia nos obligará a hacer ajustes, a renovar ideas y estructuras. Una Constitución fosilizada es inútil. Ahora bien, esos cambios deben de tener una base social sólida, unas directrices claras y consensuadas que no pongan en riesgo la convivencia ni el bienestar que hoy se disfruta. Los cambios tienen que tener cierta – cierta- garantía de que van a ser a mejor y para más gente y nunca para satisfacer a unos pocos, sea la Banca o los nacionalismos. Además el que quiera cambios que los explique, que se los curre y se adapte a la ley. Y ojo a los retorcimientos de leyes y palabras. Necesitamos líderes /lideresas que les quepa el Estado en medio de su bien amueblada cabeza.

No me importa que España sea un estado de estados, nación de naciones, nación de comunidades autónomas o nación de regiones… eso de los nombres es totalmente secundario. Pero lo que sí importa es que a un castellano lo atiendan bien en hospitales de Murcia o de Madrid; que un andaluz pueda trabajar en Cataluña lo mismo que en Logroño y que un gallego pueda sacarse su DNI en Baracaldo…..y todo eso porque estoy convencido que potenciar lo común es la mejor salida. Lo que si me importa es la realidad que se esconde detrás de las palabras. Un emborrizado maravilloso puede contener una m..r.a, nada o una preciosa joya. En un proyecto tan trascendental como es el futuro de españolas y españoles fondo y forma deberían ir de la mano, una empresa donde la lealtad de todos los participantes es condimento indispensable. Con lealtad y voluntad política la meta será buena, seguro.

No me inquietaría que Ezquerra Republicana o el PNV facilitarán o entraran en un Gobierno de España si trabajaran por el bienestar de la ciudadanía de todo el territorio, si lucharan por la igualdad en Almería, Teruel o Barcelona, por la educación en Cáceres o las infraestructuras de Tarragona, pero parece claro que eso queda muy lejos de sus objetivos porque los nacionalismos – siempre excluyentes y maltratadores de otras realidades – se benefician de lo general, pero además siempre sacan algo para su mejora particular. Seguramente tendrá algo que ver que sus aprovechadas burguesías – siempre socias del ganador - estuvieron presentes en gobiernos e instituciones, gente con buena formación e intereses centrados en su bienestar particular. Ellos han gobernado para ellos y en España se ha gobernado para todos, así que siempre ganaron más que el resto.

Nadie sabe que nos deparará el futuro. En esta enmarañada situación se me ocurre parafrasear a Churchill para describirla. Él se refería Rusia. Por desgracia, podemos adaptarla a nuestro país: “No puedo adelantar el futuro de España. Es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma, pero quizá haya una clave para entenderlo: el fragmentado interés por la nación”. Es como si cada cual quisiera llevarse un trozo. Hemos aprendido poco. Con frecuencia y envidia admiro a las élites inglesas al intentar devolver a su país lo mucho que recibieron de él.


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