La diáspora de los mozárabes desde la otra mirada

ARTURO LUNA BRICEÑO



La comarca de Los Pedroches y su vasto encinar, son el testigo mudo de cómo se inició en España el cristianismo. En las diferentes excavaciones o de manera fortuita, las piedras escritas, cerámicas y tesorillos dejan testigos que dan fe de que esta tierra es una de las primeras en que la fe cristiana tuvo casa y solar.

Sacristía de la Ermita de las Cruces donde está el bapisterio de inmersión mozárabe.

Herederos de aquellos cenobios de los duros años de tesón, arraigo, persecuciones y martirio, son los santuarios marianos y las ermitas de los santos protectores de que está plagada la sierra de Córdoba.
¿Pero qué ocurrió y por qué se fueron abandonando sus villas y santuarios los mozárabes?
Si en los artículos anteriores utilizamos las fuentes cristianas sobre la mozarabía, ahora vamos a utilizar las fuentes árabes. Y lo haremos de la mano de Anwar G. Chejne, con su: “Historia de la España Musulmana” Libro publicado por Ediciones Cátedra. Madrid 1980. Es una traducción del libro que editó la Universidad de Minnesota en 1974.

Santuario de la Virgen de las Cruces, construida sobre una basílica mozárabe.

El Prólogo, del Profesor Chejne, dice: ”El presente trabajo es el fruto de la investigación, enseñanza y seminarios en la universidad de Minnesota, donde a menudo, …por la falta de obras en inglés sobre al-Ándalus, …(fue) necesario emplear material en árabe y otras lenguas de difícil acceso”.
Y con esta otra mirada, expuesta en este libro de 432 páginas conoceremos las causas de por qué los mozárabes de Los Pedroches abandonaron sus villas y monasterios. En la página 107, leemos: “La posición como “gentes del contrato” les obligaba a pagar contribución territorial a cambio de protección y como los judíos, tenían sus propios tribunales y gozaban de libertad de culto en sus iglesias y monasterios. Aunque su posición no era igual a la de los musulmanes. Con el trascurso del tiempo parecen haber vivido en armonía con éstos, y aunque en las grandes ciudades tenían sus propios barrios, esto no era obstáculo para que circulasen libremente en sus tareas cotidianas. Tenían sus propios jueces, pero los juicios que implicaban a un mozárabe y a un árabe requerían un juez especial que conociese las leyes musulmanas y el derecho común. A su cabeza tenían un gobernador o conde que era un intermediario entre ellos y el gobierno central, y poseían sus propias leyes (Fuero Juzgo) basadas en las visigodas”.
Las graves persecuciones de los emires cesaron al asumir el poder, Abderramán III e igual ocurrió en el reinado de su hijo Alhaquen II.
Y continúa diciendo el Profesor Chejne: “En general, hasta el siglo XI prevalecieron una avenencia y una tolerancia poco común entre musulmanes y cristianos, pero a partir de la gran revuelta de 1009 y la degradación política de Al-Ándalus, los mozárabes se hallaron apresados en una red de fuerzas contendientes. Y al igual que el resto de la población fueron víctimas del desorden y la falta de ley. A continuación, la inestabilidad de la situación de la península bajo los reinos de taifas puso a musulmanes y mozárabes en una débil posición, y se deterioraron sus hasta entonces buenas relaciones. Con las infiltraciones de los cristianos del norte en territorio musulmán, el problema de los mozárabes no fue de nacionalidad, sino de interminable conflicto entre cristiandad e islam, provocado por fuerzas externas. El elemento religioso, hasta entonces insignificante, se convirtió crecientemente en factor divisor y causa de fuerte tensión social e intolerancia religiosa. Como resultado de esto, los mozárabes fueron sujetos a severas disposiciones por los almorávides y los almohades, y se les obligó a llevar ropas especiales para distinguirlos de los musulmanes. Mientras estas y similares restricciones tenían lugar bajo el dominio musulmán, medidas aún más restrictivas estaban siendo aplicadas a aquellos musulmanes que vivían bajo el dominio cristiano”.
La muerte de Muzzafar, heredero de Almanzor, tras sufrir un infarto en el lugar que hoy ocupa el Santuario de la Virgen de Luna, lo obligó a desistir de la campaña contra Sancho García de Castilla y regresar a Córdoba. Lo traían en una litera por el camino del Rio Varas y murió cuando tenían a la vista el Monasterio del Armilat, hoy, sumergido en el pantano del Guadalmellato. Le sucedió su hermano Abderramán, hijo de Almanzor y Sancha de Navarra, conocido como “Sanchuelo”, que al subir al poder se proclamó Califa derrocando a Hixen II, acción que provocó un levantamiento de los omeyas en Córdoba. Lo capturaron cerca de Obejo, en el monasterio de Xaub, y allí lo decapitaron.
Las tropas mercenarias bereberes se rebelaron y se refugiaron en Los Pedroches. Poco tiempo después pactaron con Sancho García de Castilla, y presentaron batalla a los omeyas cordobeses en Al Bakar. Hoy la estación del Vacar, que conserva restos del Castillo que hicieran los Almohades.
Estos son los trágicos sucesos de principios del siglo XI. Después de esta batalla, ganada por los bereberes y castellanos, saquearon Córdoba y regresaron a su refugio de Los Pedroches. Sancho García lo hizo a Castilla por Toledo, y con él, hicieron viaje los mozárabes de los Pedroches, tras recoger sus enseres y esconder las imágenes de sus iglesias y santuarios.

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