Desde mi ventana de Southampton... Nada es lo que parece

MIGUEL CARDADOR MANSO 
(Ingeniero Superior Industrial) 


 Es sabido que escuchar, que no oír, es un ancho sendero hacia la sabiduría. A través de esta vía aprendí el consejo de una persona a la que tengo en gran estima, el cual decía algo así: de lo que te dicen, créete la mitad, de la mitad, de la mitad; y de lo que ves, algo menos de la mitad. Es decir, duda hasta de tu reflejo en el espejo, pues este puede estar trucado.

La expresión algo influyó en mi figura infantil, ya que hoy en día soy capaz de creer todo y no creer nada. Tras los recientes atentados de París mi lado “no creyente” se manifestó al ver que algunas consecuencias benefician ciertas posturas.

En primer lugar, el ascenso de la imagen del presidente François Hollande, la cual era bastante impopular y desfigurada hasta la fecha; llegando en el pasado Octubre a calificar con la peor nota del año.

En segundo lugar, los bombardeos en Siria, ahora hay una “justificación” sólida para continuar las operaciones iniciadas por Francia en Septiembre.

Y por último, el punto de mira se volvió a centrar en los refugiados sirios que entran en Europa, con la acusación de que uno de los terroristas llegó infiltrado con ellos. Donald Trump, candidato en las primarias presidenciales estadounidenses, definía este fenómeno como “el caballo de Troya moderno”, sugiriendo cerrar las puertas del castillo para evitar el problema y así de paso, todo sea dicho, eludimos las molestias de organizar las estancias donde vamos a repartir tan gratas visitas.

Estamos en pleno desvelo europeo ante la posibilidad de este tipo de desgracias, sobre todo en Francia, donde tras el ataque a Charlie Hebdo y su participación en los bombardeos al Estado Islámico los enemigos están por todos lados. Con el añadido de que nos encontramos tan vigilados que estornudamos y los servicios de inteligencia nos responden ¡Jesús!

Y en este panorama, ¿ocho terroristas planean asesinar en diferentes puntos de París y nadie detecta la más mínima sospecha? El rompecabezas parece incompleto.

¿Imaginaria de la teoría de la conspiración de Iker Jiménez y su gente? Las pocas esperanzas que me van quedando en el ser humano me alientan a creer que esta tragedia no ha sido un movimiento deliberado dentro de una truculenta partida de ajedrez en las altas esferas.

En cambio, la falta de escrúpulos para obtener nuestros intereses desde tiempos inmemoriales, me dicen que es posible. El comportamiento humano es tan simple, repetitivo e involutivo que la historia, esa fuente a veces mal contada pero que todo lo ha vivido, nos relata innumerables referencias con atrocidades de este tipo.

El más claro ejemplo, el hundimiento en 1898 del acorazado ‘Maine’. Documentos desclasificados en 1997, demostraron la postura de que el gobierno de EEUU ordenó volar su propio barco, con el pretexto de culpar a España de ello y poder lanzarle un ultimátum para que se retirara de Cuba.

Para darle mayor rigor al asunto, inmolaron a los 261 militares americanos que se ubicaban a bordo; el fin justificaba la causa. El desenlace final de la Guerra de Cuba es conocido por todos, los yanquis consiguieron su propósito.

La prensa representó un papel fundamental en la difusión y aceptación entre la población estadounidense de la culpabilidad española.

Al día siguiente, sin esperar una investigación, disparaban sin pudor al enemigo español como responsable. Ya por entonces los medios de comunicación, ese puente entre los hechos fidedignos y nosotros, parecían estar bastante politizados y eso que aún no existían las puertas giratorias.

Ahora ocurre lo mismo, los grandes grupos de comunicación y el sabelotodo Google nos muestran lo que unos pocos desean; todo decorado al más puro estilo de ‘El Show de Truman’ y evitando ver más allá de la realidad que ellos quieren proyectar.

De momento, la única realidad contrastable será una nueva invasión en nuestra libertad ciudadana. Mayores medidas de seguridad y más control sobre todo lo que hacemos para, como siempre nos dicen desde arriba, garantizar y nada más que garantizar nuestra propia seguridad.


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