Carta de un padre a su hija

MANUEL CABALLERO GÓMEZ
POZOBLANCO

Querida Isabel:

Esta carta tenía pensado escribírtela hace algún tiempo, pasado el mismo, he pensado hacerla ahora por si por cualquier circunstancia no pudiera hacerlo más adelante.

Como tú sabes bien, hace siete u ocho años, tu querida madre empezó a hacer algunas cosas raras, como no apagar las luces, no cerrar las puertas, decir y hacer cosas no propias en ella. Ante todas estas anomalías pusimos pie en pared, llevándola al médico. Éste no le dio importancia, pero al seguir en las mismas circunstancias, volvimos a llevarla y, ahora sí, éste detectó algo raro en ella, y comprobó personalmente que ya no era la misma persona que él había conocido. Como la enfermedad notamos se iba agravando, la llevamos a un especialista, y cual sería la sorpresa que llevamos al decirnos que tenía la maldita enfermedad de Alzeimer.

Por aquel entonces, el Gobierno tuvo el acierto de abrir un servicio de atención a las personas con dependencia, que serían atendidas por personal cualificado para prestar dicho servicio. Por dicho motivo a tu madre le asignaron una mujer, la cual sigue asistiéndola en ciertas horas. Al ir agravándosele la enfermedad, tú Isabel, decidiste dedicarle todo tu tiempo libre, no mirando tu todavía joven edad, privándote de mucho tiempo para ti en ferias, cines y todo tipo de espectáculos o eventos a los que podrías haber acudido en tu tiempo de ocio, para poder atender la casa de tus padres poniendo toda tu voluntad y esfuerzo, ya que a la vez tenías que atender el negocio de tu propiedad.

El día 10 de febrero de 2014, a las 9 de la mañana, sin esperarlo y estando peinando a tu madre, le dio una parálisis, afectándole a la cabeza, brazo y pierna derecha. A raíz de esto, se agravó mucho más su situación, hasta el extremo de no valerse por sí misma para comer y otras necesidades fundamentales en la vida. Siempre has tenido y tienes el apoyo de toda la familia, como primas que te han animado y protegido en todo momento de agobio, así como los consejos de tu primo Miguel, que te están valiendo mucho. Además teniendo la gentileza de un familiar, que no quiero mencionar, que durante año y medio ha elaborado las comidas que tu madre puede ingerir.

En el mes de abril del pasado año 2015 decidiste cerrar el comercio para así poder atender a tu madre las 24 horas del día, contando con la colaboración de tu hermano, que mucho mérito tiene hacer lo que está haciendo después de su trabajo y otras obligaciones.

No olvido dar las gracias a cuantas personas se han interesado y siguen interesándose por la salud de tu madre y por la evolución de su enfermedad, agradeciendo también el trato recibido por el personal sanitario.

Me dicen ciertas personas, las cuales nos aprecian, que para estar así mejor se la lleve Dios, y a esto digo que mientras mueva un dedo y pueda besarla con cariño, el deseo es tenerla con nosotros hasta que Dios quiera.

Esta carta te la escribo con todo el corazón y lágrimas en los ojos.

A quien se encuentre en circunstancias similares, les mando el ánimo para que encuentren las fuerzas y la confianza. Que sirva también esta carta para las personas, jóvenes y no tan jóvenes, y no olviden a sus queridos padres y los protejan en todo momento, como ellos lo hicieron por nosotros.

Isabel, si tu madre te viera y oyera, ¡cuántos abrazos y besos te daría! Tu padre, qué tanto te quiere, y ha confiado y confía en ti.


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