Las calles de Pozoblanco que conservan su viejo nombre

ARTURO LUNA BRICEÑO


En mi memoria, que no en mi nostalgia, existe una vieja imagen que me viene al presente cada vez que contemplo una tormenta. Recuerdo entonces las tremendas tronadas de Pozoblanco en las noches de estío. Los relámpagos precedían, iluminando la noche, a los sonidos de los truenos. Según el tiempo que pasaba desde el fogonazo hasta que llegaba el duro sonido, a veces perdido en sucesivos ecos, sabía a la distancia que estaba la tormenta. A mi padre le sorprendió una de estas duras descargas eléctricas oyendo misa en la Parroquia de Santa Catalina. Estaba ubicado debajo de la cúpula central de la iglesia, cuando la pequeña cruz de la cúspide del tejado recibió un rayo que bajó al templo por la cadena de la que pendía la lámpara que iluminaba el crucero, matando a una mujer que estaba junto a él. La impresión que le causó el suceso le duró toda su vida.

Callejón de Alfareros en el siglo XVIII estaban en él parte de las alfarerías de Pooblanco.


Cuando una de esas tormentas, que se entretenía en ir desde la Sierra Madrona a la Serrezuela hasta que se agotaba, en mi casa separábamos las camas de las pareces, no subíamos encima de ellas y rezábamos el rosario. Las noches que esto ocurría se volvían amenazantes y tétricas, porque se cortaba el suministro eléctrico del pueblo y las fuertes luces de los rayos se colaban por los ventanales y el sonido de los truenos parecía más estruendoso de lo que en realidad era.

Cuando fui conociendo el origen de estos fenómenos meteorológicos le fui perdiendo el miedo y me gustaba verlos desde los ventanales. He visto más de una vez caer una “chispa” en el pararrayos de la torre de Santa Catalina. Era impresionante y de gran belleza, pero no me hubiera gustado vivir a la vera de la torre.

Casas típicas del siglo XVII. 


El último rayo caído dentro del pueblo lo ha hecho en la Calle Bautista, una de las pocas que conserva su nombre con el paso de los siglos.

Algunas calles de Pozoblanco tenían el nombre de las familias que habitaban en ellas y que indicaba su procedencia. Los colonos que vinieron de Arévalo vivían en la Calle de los Arévalos, hoy Calle de la Feria. Los que procedieron de Pedrajas tenían el nombre de la Calle así hoy conocida, aunque más larga que la actual. Pero otras, como la Calle Gutiérrez o Bautista le dieron el nombre de un vecino prestigioso que habitó allí, o porque casi todas las casas de la calle fueran propiedad de él. Este es el caso de la Calle Bautista.

Casas del siglo XVII, hoy desaparecidas.


Juan Bautista Bejarano, a quién se debe el nombre de la calle, fue uno de los hombres más ricos de Pozoblanco de finales del siglo XVII. Su nombre lo heredaron sus descendientes como “mote” y el más famoso de todos fue su hijo, Miguel Sánchez Bejarano, al que todo el pueblo conocía como Miguel Bautista, y así aparece en el Catastro de Ensenada: “Miguel Bautista Bejarano. Labrador por mano ajena. Edad de sesenta y cuatro años. Tiene un hijo mayor de edad: Labrador y tres hijas”.

En 1752 la Calle Bautista tenía declaradas siete casas, de ellas tres eran de Miguel Bautista, y la de la Calle Barranco y la de la Calle del Cristo, que hacían esquina con la Calle Bautista, también eran suyas. Las casas de la acera de la derecha que iban desde la Calle Cristo hasta el Morconcillo eran de su propiedad, es decir la calle era suya y de ahí que se la conociera como la Calle de Bautista.

Torre de Santa Catalina con su pararrayos.


Miguel Bautista era descendiente, como todos los Bejaranos, de los vecinos de Chillón que llegaron a Pozoblanco en el siglo XVI. Su expediente para que le concedieran la Familiatura de la Inquisición es uno de los más interesantes de Pozoblanco. Muy completo porque “Don Francisco Fernández de Guevara, Comisario del Santo Oficio de Pozoblanco, quién depuso que era voz y fama pública que Juan Bautista Bejarano, padre del dicho pretendiente era infecto y no tiene la pureza de sangre que se requiere para Ministro de este Santo Oficio a quien repregunté que fundamento y origen había para haber la fama que deponía y que si tenía algunos papeles o instrumentos o sabía quién los hubiese por donde se hubiese originado la fama que había depuesto; a que respondió que no sabía el fundamento que había para ella, ni su origen, ni tenía instrumento alguno, ni sabía quién lo tuviese que la acreditase. Y no obstante esto mandé examinar otros cuatro testigos más que fuesen presbíteros, quienes… todos testifican ser familia de limpia sangre y estar en buena fama y opinión de cristianos viejos”.

Vista de Pozoblanco de 1915.


Averiguar su limpieza, al acusarlo de descendiente de judíos, hizo que el Comisario del Santo Oficio revisara y copiara actas del Archivo de Santa Catalina de los libros del siglo XVI, XVII y parte del XVIII, hoy podemos conocer datos sobre los colonos llegados de Chillón y como era el Archivo de Santa Catalina que fue quemado el 16 de agosto de 1936. 


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