Editorial (29 de octubre de 2016)

Bienvenidos al  mundo de la mentira. Puede ser el tiempo en el que vivimos. Humo, paja, medias verdades. Todos a vivir del cuento. No hay como pasar de todo y mirar por nada. Solo cuenta uno mismo. Los demás allá con sus problemas. Los héroes de la sociedad son los que se pelean en los platós de televisión, los que discuten para formar gobierno, los que se tiran a la calle con revueltas que van en contra de todo y a favor de nada. Hay que salir y liarla aunque no sepamos el motivo. La canallería en todo su esplendor.

Y luego pelea, pelea. Esa es la moda. Que nadie venga con el rollo de la verdad, del respeto, honor, de los valores. Hay que prohibir lo que no nos guste,  prohibir los trabajos pesados, prohibir  las tradiciones de los mayores. Prohibir deberes en el mundo de los derechos. Todo el mundo que haga lo que le venga en gana.

Del derecho al abuso. Que nos recojan la basura que tiramos por las calles, que se aparten cuando pasemos nosotros. Esta es nuestra sociedad, consumidora, conflictiva, en la que todo toma inmediatamente un sesgo ideológico.

Que vivan los nacionalismos, hay que dividir a los españoles, que se rompa todo, que se callen las víctimas por mucho que hayan perdido. Que se saque de las cárceles los que pertenecieron a bandas terroristas. Aquí no se devuelve el dinero. Solo es un viaje de ida a Suiza. El mundo de lo impune. El mundo de Rato, del marido de la Mato, de Matas y de qué se yo…tanta basura escondida que sale por todos lados. No hay contenedor que la sostenga. Y ahí estamos…ERE que ERE. ¿O era Erre que Erre?




Bienvenidos al mundo donde aspiran  a gobernar, gobiernan o han gobernado tipos como Trump,  Maduro, Berlusconi…y en España mejor me callo o no.

 Hemiciclos de poder con políticos que parecen salidos del ring que insultan, amenazan y viven en la infamia. No es un buen ejemplo para los que lo ven.  Ni para los niños pues es como educarlos en el odio. Tíos llenos de rencor que intentan sacar rédito a todo. En la cámara en la que representan al país se dicen  delincuentes, sinvergüenzas, gilipollas,  se faltan el respeto y nos los faltan a todos, utilizan la cal viva en sus palabras. Abrazos de judas, inquina, saludos endemoniados. Peor que una taberna de barrio. Desde dentro se dice que para la próxima hay que acorralar el parlamento que está lleno de delincuentes. Eso es confianza y lo demás es tontería. ¿Somos un país llenos de colgados? Pues sí, hay muchos. ¿Estos los del hemiciclo son los que nos van a salvar nuestros problemas? Es una pregunta y, ¿a qué suena a chiste?  Nos agota ver tanta imbecilidad. Nos agota tantos días y meses de noticias políticas, de elecciones, de calendarios, de pactos. Mucho se ha hablado del mal momento del PSOE, pero también hay que mirar que el gobierno democrático puede seguir  en pie gracias a la responsabilidad de este partido en una decisión que a lo mejor no hubieran tomado otros si al contrario se hubieran producido los hechos.


 A dónde vamos tomando el camino de la gresca y la confrontación. ¿Tomar la calle? Trabajar por ella y no asaltándola. Alguien ha pensado que no se trata de generar enfrentamientos. Se trata de devolver la confianza al país, a los empresarios, a los trabajadores, a los parados, a los funcionarios, a los pensionistas…a todos los ciudadanos. Para ello, el pacto social es la clave. Lo que deben de tener claro unos y otros es que el acuerdo es necesario para salir de la crisis. Los escándalos de dinero y los de poder (que no son menos) han destrozado la imagen de los partidos y luego la nuestra. Se han caído las columnas vertebrales de la democracia. Ese espíritu del 6 de diciembre lo han reventado. Aquellos años del cambio donde se dio un giro a la forma de vivir, a la forma de ser, a la forma de amar, a la forma de trabajar. Aquellos años no volverán como diría Bécquer con sus golondrinas. 


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