El Páncaro. Historia taruga de quintos y amanuenses

ARTURO LUNA BRICEÑO


Ando revolviendo legajos fotocopiados para “jhurgar” en la historia de mi pueblo y me encuentro con ancianas costumbres, oficios desaparecidos e iletrados que deambulaban por los trajines de los mercados de Pozoblanco. Ahora que mucha gente, con edad provecta, piensa que debería volver a ser obligatoria la “mili”, se me viene al recuerdo las historias que estas incorporaciones, al glorioso ejercito español, provocaron en el devenir de la vida social de Pozoblanco. Y me acuerdo de una canción de corro, que los invitados de aquellas magras bodas de los años de la “jhambre” en las que el convite eran dos vueltas de vino y una de “tostos”. “Combidá” que se celebraba con un vaso, una jarra, un paño para darle algo de esplendor al vaso del que bebían todos, y una talega de “garbanzos tostaos”, de la que te daban un “puñao”, mas bien chico. Todo un lujo. Pero volvamos al corro que se hacía en la puerta del fotógrafo en la que los novios se disponían a darle sitio en la historia a su enlace. Y decía la copla: “Se despidió mi moreno en la estación del Vacar y de cadena le echaron la cinta de mi collar” Y es que irse a la “mili” cuando no había ni coches ni tren cercano, era algo así como el viaje equinoccial que hizo Don Lope de Aguirre en el Amazonas.

Vista de Pozoblanco en 1910.


El sorteo de los quintos en la puerta del Ayuntamiento, era una trágica lotería en la que los mozos participaban sin haber comprado un número para ella. El funcionario de turno sacaba una bellota de madera de dos sombreros en la que estaba introducida una letra. Y la leía en alto y luego sacaba otra y decía el destino y ajustaba el cupo de quintos que se habían asignado. Por ejemplo, salía de un sombreo la M y del otro África, se contaba el cupo y todos para servir en tierra del moro. Una tragedia. Un destierro forzoso que duraba como mínimo dos años. Sólo se libraban de ello los hijos de padres “exageraos”, Que era la manera que tenían los tarugos, ayunos de letras, de entender y nominar a los padres sexagenarios.

Mercado de Abastos, en 1909.


Los que se quedaban en la península lo celebraban y los otros, los que tenían que cruzar el charco, los padecían en familia. Llegada la hora de partir los padres, las novias y los amigos acompañaban a los quintos por el Camino de Villaharta. Partían en busca del tren que debía llevarlos a Málaga. A unos cinco kilómetros de Pozoblanco, antes de entrar en la Serrezuela arribaban a una cruz que llamaban. La Cruz del Credo. Allí la comitiva rezaba un credo y los mozos seguían el camino acompañados de los más jóvenes, los mayores se volvían para Pozoblanco. De ahí la sustancia de la copla de la puerta del fotógrafo. Dos días de camino por la sierra y otro o más de tren y al barco, que África los estaba esperando.

El Ayuntamiento de Pozoblanco, en 1912.


El amanuense era un obrero de la escritura y la lectura. Solía poner su mesita en un sitio visible del mercado y allí sentado en su silla y rodeado de cuartillas, tinta y pluma esperaba a sus clientes. Estos eran los que no sabían ni leer ni escribir, que habían recibido carta de los quintos o tenían que enviarle una misiva a ellos. Leer una carta tenía un precio y escribirla otro. Por ejemplo, le entregaban una carta recibida de Melilla y el amanuense leía: “Madre por la presente estoy bien. Lo malo es que aquí esta el páncaro.

Cruz del Credo.


Y la madre exclamaba: !Ay que dolor mi hijo¡ Que bicho más malo ha de ser ese páncaro.

El amanuense la calmaba diciendo: No se alarme señora. Que esto es que está mal escrito. Lo que quiere decir es que allí está el pan caro.

La historia de uno de estos quintos, al que llamaban El Lobo, inspiró la zarzuela “La Virgen de Luna”. que fue estrenada en el Cine Moderno de Pozoblanco el día 11 de Julio de 1930 por la Gran Compañía de Zarzuelas del eminente cantante: Marcos Redondo.


La función del estreno fue a la vez la de despedida y cierre. Algunos de los asistentes al acontecimiento se sintieron identificados en la trama y no les gustó el retrato que de ellos se hacía y armaron tal escándalo, que la zarzuela dejó de representarse. Un año más tarde, por otra compañía, fue estrenada en Madrid con nuevo título, y que hoy conserva:“Sierra Brava”. Es posible que Fernández Palomero, autor del libreto y el Maestro Alonso la titularan así en memoria de esa noche en que tan bravo se le puso el personal en el estreno. 

Cartel de una función de julio de 1930 con Marcos Redondo como protagonista.


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