No me gusta

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


No me gustan las comparaciones. No me gusta que las madres estén recordando a sus hijos que el vecino o el amigo saca mejores notas que él. No me gusta que nuestro valor como personas se mida con la puntuación que se saca en los exámenes o en las cuentas bancarias. No me gusta ese consejo de conseguir un buen empleo y pasar el resto de la vida consumiendo y viviendo la vida. No me gusta educar en el facilismo, la flojera y la mediocridad.

No me gusta que los padres marquen la vida a los hijos diciéndole lo qué tienen que ser de mayores. No me gustan las vidas prefabricadas. No me gusta que olvidemos la historia, la literatura, la pintura, la poesía, el arte. No me gusta ver a esos que animan a olvidarse de leer o pensar. No me gusta que haya una sociedad creada para el ‘caradura total’.

No me gusta esa economía que favorece la especulación y los intereses ocultos. No me gusta los que prometen y nunca dan. No me gusta la justicia tardía, eso es una injusticia. No me gusta que la única aspiración sea el dinero para tener una vida confortable. No me gusta que nos quedemos parados y sin hacer nada cuando podemos saltar y dar la vuelta.

Cada ser humano viene al mundo con un potencial único. La misión es descubrirlo y desarrollarlo. Cada uno tiene un talento. La sociedad está habitada por personas diferentes, por talentos irrepetibles, por gente extraordinaria. ¿Qué nos hace falta? Creer en nosotros mismos, que los jóvenes estudien lo que le guste y no lo que le digan, que trabajen en los que le haga feliz y no en lo que les obliguen. Nos falta desear la vida que vivimos, y también nos falta coraje, orgullo, carácter, pasión, ideas, convicción, creatividad, lucha, pelea, raza y creer en los que hacemos.

Nuestro mundo, nuestro amor, nuestra vida afectiva, nuestras capacidades, nuestra inteligencia, nuestros sentimientos, nuestras emociones, nuestras cosas. Todo eso es nuestro. No nos lo pueden quitar. No somos corderos. Por mucho que nos condicionen para convertirnos en contribuyentes, consumidores, empleados o autónomos, tenemos que ser nosotros. Y eso lo conseguimos teniendo nuestros valores, prioridades y aspiraciones. Y luchando. Desde arriba quieren perpetuar un sistema económico donde todo nos lo den hecho. Hay muchas mentiras. Nos dan libertades para ser menos libres. Nos dan herramientas para que nos entretengamos y no pensemos en lo importante. Nos llenan de burocracia para que no tengamos tiempo para pensar. Nos hacen competir entre nosotros para que no luchemos por lo importante.

La verdad está en nosotros mismos. Está más escondida que nunca. Es por ello que ahora llegan esos salvadores con careta promoviendo revoluciones que ya fueron vividas y padecidas en siglos pasados.

La única revolución es la que uno tiene que hacer dentro de sí. Saber jugar donde nos toca. Todos nuestros antepasados han jugado en sus escenarios y muy complicados. El de ahora no es fácil. Que sepamos que los que nos prometen mucho, no dan nada. Qué sepamos que uno tiene que ir con sus ideas, con su talento y con su coraje. Ningún gobierno nos invitó a mirar en nosotros mismos. No les interesó. Todos nos regalaron un poquito para que los votásemos y lo hicieron alimentándonos en un bienestar ficticio, en la flojera, en la mediocridad y en lo fácil. Ninguno nos educó en la valentía. La influencia que tiene la sociedad sobre los individuos es mucho mayor que la que tienen los individuos sobre la sociedad. Por eso somos débiles. Ya nadie dice ‘de mayor quiero ser...’ y hay que decirlo, porque ¿dónde está escrito que nos impongan lo que tenemos que ser? 


No hay comentarios :

Publicar un comentario