Los niños danzantes del tambor de la Virgen de Luna

ARTURO LUNA BRICEÑO


La tradición popular española está llena de ritos y cultos a la Virgen María. Venerada más como madre que como virgen. No en vano España ha sido siempre considerada: La tierra de María Santísima.

Existe la figura de la Virgen, nominada de muchas y diversas formas de exposición y veneración. Hay santuarios marianos de gran fama, vírgenes en todos los pueblos y otras en ermitas de mayor o menor riqueza. Pero todas ellas se veneran como mediadoras. Intercesoras para que se nos perdonen los pecados, para implorar la lluvia, para que la vida nos vaya tranquila y bien, para que conservemos la salud, para que no se nos mueran los animales domesticos y en otros tiempos, como último remedio, ante una plaga o una epidemia.

Cuenta la historia que en 1345, cuando Europa sufrió la denominada epidemia de la Peste Negra, pueblos enteros eran abandonados por sus vecinos que en procesión iban recorriendo los caminos y cruzando ciudades poseídos por el baile de San Vito, y otros se arrojaban al suelo y comenzaban a mover las piernas a modo de pateo al aire y a la vez daban palmas. Los habitantes de los pueblos visitados atemorizados ante que tal danza que se les podía contagiar a ellos y para evitar que permanecieran mucho tiempo en el lugar le arrojaban comida y dinero. Que los apestados cogían y se iban.

El Alférez Abanderado y el Tamborilero son dos de los hermanos de la Virgen de Luna en Pozoblanco.


Cuando leí este relato me puse a pensar en los niños danzantes que seguíamos al tambor de la Virgen de Luna. La semana que antecedía al domingo de romería al Santuario de Luna el tambor de la hermandad se echaba a la calle y marcando paso vivo con sus redobles iba sumando a su recorrido a todos los chiquillos del pueblo, cómo si del flautista de Hamelín se tratara.

Teodoro Cardador es el actual tamborilero de la Cofradía de la Virgen de Luna de Pozoblanco.


Recorría, y recorre, en esos días y por la tarde, el tambor las calles de Pozoblanco para visitar una por una las casas de los hermanos de la Cofradía. Va de casa en casa marcándole el paso a la tropa infantil que le sigue. Al llegar al domicilio del visitado, en mis tiempos, todos nos tumbábamos de espaldas en el suelo. Se levantaban las piernas al aire y se doblaban las rodillas. Así preparados el tambor daba un toque seco que lo cantábamos en voz alta como el primer aviso, hasta llegar al tercero en que se iniciaba el redoble y comenzábamos a patear en el aire y a dar palmas. Era la danza del tambor de la Virgen, del que nadie me ha sabido decir de donde venía y que significado tenía.



Al terminar el pateo y el palmoteo, de la casa del hermano nos arrojaban, almendras, bellotas, a veces caramelos y de vez en cuando calderilla. Todos los muchachos nos amontonábamos para coger algo de lo que habían arrojado. Había grandes expertos en este arte de recoger los regalos. Eran tan duchos y aguerridos que hasta llevaban una talega para alijar lo aprehendido.

En 1983 para el reportaje que precedía a la Misa de la Virgen de Luna que TVE retransmitió rodé, en la plazuela del Casino y la calleja que accedía a ella desde la Calle Mayor, el paseo callejero del tambor y la visita a casa de un hermano. Uno o dos niños se pusieron a bailar a la antigua y los demás se dedicaron a pedir el regalo.










Ahora que el tamborilero va a enseñar los toques de la Virgen a la infancia, podría en pasacalle llevarlos a recinto ferial y en una de sus dependencias bailar la danza antigua del tambor. Y al acabar que el Ayuntamiento los sorprenda con buenos y suculentos regalos. 







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