Desde mi ventana de Southampton... Nuestra evolución hacia la involución

MIGUEL CARDADOR MANSO
(Ingeniero Superior Industrial)


Desde el origen de la vida, la evolución ha consistido en la supremacía de unas especies y civilizaciones sobre otras mediante el empleo de todo el potencial, herramientas e ingenio a su alcance. Con tal estrategia, el Homo sapiens subsistió al Homo neanderthalensis, los pueblos “bárbaros” finiquitaron al Imperio Romano y los Aliados vencieron a los Nazis en la Segunda Guerra Mundial.

A través de desenlaces históricos de este tipo, en los cuales no descubro nada al decir que en bastante de ellos tuvo más influencia la decadencia de unas de las partes que la pericia de las otras, el mundo ha ido avanzando hasta llegar a nuestros días. Situándonos actualmente en un punto incierto de la línea evolutiva donde por primera vez una decadencia generalizada está instaurada a nivel mundial, afectando a todo tipo de sociedades y pueblos al mismo tiempo debido en parte a la influyente globalización.

Nos encontramos en esta tesitura, tras encarar los primeros años del milenio llenos de ilusión ante los retos venideros, creyendo incluso estar tocando con la punta de los dedos la plenitud en algunos estados. Sin embargo, la crisis dio un mazazo de realidad en los pies de barro del gran coloso, esparciendo con su caída nuestras carencias y vergüenzas por el suelo, las cuales hasta el momento estaban disimuladas con el logro de las metas cotidianas que se nos suponían –tener un buen trabajo, comprar un coche, firmar la hipoteca para la vivienda, tener un chalet con piscina para el verano, etc.-.

Tras el batacazo, contemplar que las expectativas creadas se alejaban a la velocidad que bajaba la bolsa y subía la prima de riesgo llevó a la impotencia, esta vino de la mano del miedo ante el desconocimiento de lo que se avecinaba, el miedo dio paso a la indignación y todo culminó en rabia al darnos cuenta de que creíamos tenerlo todo, pero en realidad no teníamos casi nada. Al comprender la forma grotesca en la que nos habían engañado, nos volvimos más desconfiados y egoístas, quedando así explicada gran parte de la involución hacia la que nos dirigimos.

La evidencia de lo anterior, queda indiscutiblemente demostrada al ver cualquier cabecera de un noticiario. Por ejemplo, para mí tiene muy poco de evolutivo no querer recordar con nombre y apellidos a una persona cuyo asesinato hace veinte años unió a casi toda España en un mismo sentimiento, algo que sólo la selección se ha acercado a lograr desde entonces. Tampoco encuentro la evolución en que si en el año 1.989 se destruyó un muro, veinte siete años después se vuelva a hablar de construir otro para separar a dos culturas. Menos aún, que si llevamos años rescatando a inmigrantes de sus pateras, las cifras -lejos de disminuir- no paran de crecer al alza año tras año sin molestarnos en buscar una solución que las apacigüe. Por no hablar del regreso a una Guerra Fría multi-países entre EUU, Rusia, Corea del Norte e Irán para ver quién tiene o puede fabricar la bomba más potente.

Y es que como bien refleja la fantástica película ‘La máquina del tiempo’, el desarrollo puede llevarnos a límites insospechados. En ella el científico Alexander Hartdegen viaja en su máquina del tiempo en busca de una respuesta desde 1899 hasta 2030, momento en el que la Luna está siendo colonizada por los humanos. Alex, frustrado por seguir sin una solución a su dilema, decide avanzar siete años más y es cuando el filme nos muestra como unas operaciones en el subsuelo de la Luna han desplazado su órbita y esta acaba colisionando con la Tierra, destruyendo así la civilización humana. En el instante en el que nos encontramos de nuestra propia película, sólo nos queda esperar y luchar para que nuestra involución no nos lleve a tal gravosa devastación.


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