El olvido

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Se han olvidado muchas veces de Los Pedroches. Nuestros pueblos han caído en el olvido permanente. Ese olvido nos ha hecho vivir entre maletas. Me refiero a esas que van de un sitio para otro abandonando nuestros pueblos. Caminos de ida y no de vuelta. ¿Por qué han huido nuestros jóvenes? Cada vez somos menos. Cada vez somos más viejos. ¿Pesimismo? No. Realidad.

Y eso que pasamos tiempos peores. Esos de viajes interminables a la capital con esas una carretera que se torcía como una culebra con esas curvas serpenteando obstáculos, vómitos y dolores de corazón. Ahora nadie aguantaría aquella vida lejana de todo. Y sobre todo tan alejada del bienestar. Es teniendo mejor vida y la gente se va. Decía Mario Benedetti que el olvido está lleno de memoria. Si nos vamos a ella podemos encontrar las infancias pobres de nuestros padres o abuelos aunque estaban dotados de las armas más poderosas de la vida; el optimismo y la tranquilidad de espíritu. Ahora no basta con eso. Para vivir se necesita mucho y tener las cosas muy rápido.

Vivimos en el mundo de lo instantáneo. Esa es una realidad. Una sociedad arrasada por las urgencias de la necesidad económica para el consumo. Café instantáneo, crédito al momento, todo para ahora mismo. Por eso se necesita vivir cerca de todo para llegar rápido. Nosotros vivimos lejos de todo pero podemos acercar las cosas aquí. Y luego tenemos otras cosas que no sabemos valorar. La gran cultura la tenemos aquí. Nosotros éramos y podemos ser todavía la gran cultura. No lo hemos defendido bien. Somos encubridores de nuestro modo de vida. Un día nos arrepentiremos de no haberlo defendido. Nos subimos al carro de la modernidad cuando lo nuestro era mantener la esencia.

La solución de los pueblos, en este mundo globalizado, no es sencilla. Salir del laberinto creado es una utopía. Habrá que inventar nuevas fórmulas. Aquí reunimos condiciones óptimas para que florezca la vida pero nos faltan tres esenciales; más empleo, Universidades para que no se vayan tantos jóvenes y mejores comunicaciones. Teniendo esto la gente se lo pensaría.

Los pueblos no son lo que eran porque abandonaron lo que fueron siempre. Han perdido su esencia, su juventud, el arraigo de la gente hacia ellos, el encanto y sobre todo confianza. Un día tendrá que ser nuestro momento. El día en el que se llenen nuestras calles y la gente vuelva. ¿Cuánto falta para eso? La gente espera ese momento. 


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