Las cosas cambian

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Hay una canción de Presuntos Implicados que dice “cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado…”. Podría referirse a cualquier amor, desamor, reencuentro, pueblo o a cualquiera de nosotros. Cambiamos y pasamos de una época a otra casi sin darnos cuenta. Si no fuera porque el tiempo nos lo dice, preguntaríamos qué nos ha pasado. El otro día me encontré con un amigo de la infancia. Esos que no ves desde hace años. Volvía de paso y se sorprendía de lo que había cambiado todo en Pozoblanco.

“Vosotros no os dais cuenta porque vivís aquí, pero esto no es lo que era”, me decía él, recordando aquella frase de Alfonso Guerra de que “a España no la va a reconocer ni la madre que la parió”. Para él, Pozoblanco era ahora otro pueblo distinto al que lo vio nacer. Y es verdad como él me contaba. Ya no hay quioscos de prensa ni quioscos de chucherías. Ya no están los comercios de antes y los nombres de las calles han cambiado. Los patios de las casas ya no huelen a membrillo. Los bares o han desparecido o han cambiado de aspecto. Los muchachos del barrio ya no salen a las puertas de las casas. Hay muchos letreros de ‘Se vende y se alquila’ y lo que más llama la atención al forastero es que un referente como fue LOS GODOS, ubicado en todo el centro del pueblo, esté cerrado.

Los pueblos cambian de piel, modifican sus costumbres, sus hábitos y formas de vida pero deben de conservar su esencia. Pozoblanco debe de guardarla como pueblo que es. Quisimos parecernos a una ciudad siendo pueblo. Los que han vivido la transformación de un pueblo, recuerdan lo que han visto, han vivido y han compartido. Eso hay que respetarlo. Es cierto que siempre nos quedará la socorrida excusa de decir “el tiempo lo fue devorando todo”. Como diría Neruda “las cosas que nadie rompe pero se rompieron”.

La vida de verdad, la de la Naturaleza, es la que no se rompe nunca. Esa de amaneceres apastelados, de atardeceres con cielo diferente y de anocheceres asomando las estrellas casi en los balcones. Las personas estamos de paso. Quizás porque no comprendemos que nosotros somos parte de la naturaleza y no la naturaleza parte de nosotros.


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