La verdad final

JUAN PEDRO DUEÑAS SANTOFIMIA


Con distintos matices añadidos a través de la historia del pensamiento, la verdad siempre ha sido “ la verdad” : La convicción interna que, conforme a la profunda conciencia de cada individuo, respecto de cualquier palabra hecho o acontecimiento se tenga ,independientemente de lo que en relación de ello puedan tener los demás.

En el devenir del pensamiento filosófico el concepto de verdad ha evolucionado con matices de carácter moral.

Etimológicamente la verdad es aquello que no está oculto, lo que se manifiesta claramente tal y como es en su ser . Este es un concepto de carácter materialista, equivalente en nuestro argot a “ las cosas son como son”.

Siendo una expresión simplista, reducida al ámbito de lo visible, la evolución social fué introduciendo conceptos o atributos enriquecedores siempre sosteniendo como fundamento el concepto de inefabilidad .

En el origen de nuestra cultura latina el concepto de verdad derivó hacia la verdad de las palabras añadiendo un matiz subjetivo que implicaba un mayor compromiso por evolucionar de la materialidad a la idealidad. La verdad radicaba en aquellas palabras o compromisos que podían soportar con éxito su sometimiento a juicio . Dentro del ámbito jurídico se creó como garantía de verdad frente a cualquier acusación injuriosa o columniosa ,“ la exceptio veritatis” para exculpar al acusador de posibles imputaciones injuriosas mediante el procedimiento de acreditación de sus afirmaciones.

Con un contenido mas anímico la filosofía semítica introduce el matiz de verdad como confianza en que un compromiso o acción se cumpla, con solidez en el “amén” ( que así sea) y en el mundo árabe se cualifica además con el valor de la amistad, con lo que desde el origen de su construción, sobre un fundamento de sublimación, se ha ido enriqueciendo con matices humanistas y sociales que deben manifestarse al día de hoy como de mayor compromiso personal.

Escucho con estupor al ministro de justicia ( nada menos que de justicia) Sr. Rafael Catalá decir “ esperemos la verdad final” en referencia al vergonzante caso de la falsificación de títulos universitarios, en concreto el de la Sra. presidenta de la Comunidad de Madrid, y uno tiene que recurrir a exprimir al máximo su poco conocimiento para buscarle una explicación, no ya al hecho, que tanto en su interpretaciónn originaria de verdad material, con contenido moral y de confianza resulta ser una mentira por contrariar absolutamente a la verdad histórica, sino al criterio de verdad final al que apela el reprobado ministro.

Con tanta sofisticación y vulgarización del lenguaje se han creado conceptos de verdad, tales como “ verdad indiciaria” que en nada es referente a verdad en sí, sino al hecho o acontecimiento que, por respeto a la legalidad de presunción de inocencia, nos atrevemos a calificar como verdad indiciaria. Nada puede ser verdad en relación a su significación si no se ha producido el hecho o acontecimiento que la justificaría ya que la verdad califica al acontecimiento y nó el acontecimiento justifica la verdad.

Con similar finalidad nace recientemente en el lenguje científico la llamada verdad virtual pretendiendo dualizar realidades creadas en el terreno de la técnica con conceptos filosóficos como es la verdad, perteneciente al ámbito de lo moral.

La verdad formal o jurídica. Quizá la mas perversa de todas, dado que nada tiene que ver con su adecuación a cualquier critero histórico de verdad, y por ello llego pensar que será a esta versión de verdad a la que se esté refiriendo el señor ministro de justicia, a la que debe estar mas habituado dada su condición de jurista. La verdad final, la que pronuncien los tribunales de justicia a través de un proceso judicial construído sobre media verdades o verdades no creibles en su totalidad.

En el ámbito judicial es sabido que se puede mentir impunemente incluso por quellos que por ley están obligados a decir verdad bajo pena de privación de libertad. Responsabilidad que casi nunca se impone, con lo que se construye un proceso judicial basado en medias verdades o mentiras absolutas. Tan asumido está en la práctica habitual, que la propia ley de enjuiciamiento criminal, que marca el camino a seguir en el procemiento judicial,establece que toda declaración en la fase de instrucción puede ser alterada, modificada o matizada hasta el momento de la celebración de la vista, en cuyo acto judicial se crea la verad formal; es decir, de lo construído hasta el momento nada es válido sino solo aquello que se escenifica en el acto del juicio oral; por tanto nada tiene que ver la verdad material de los hechos ocurridos con la construcción de la verdad que nazca al final del juicio y se pronuncie en sentencia, tirando así por tierra toda la evolución histórica del concepto de verdad.

Es sin duda a esta construcción interesada de “ verdad final” a la que se refiere el citado ministro en cuyo poder se encuentra el manejo de los instrumentos suficientes para poder construir en beneficio del/la presunto/a delincuente, la verdad judicial que será sin duda la “verdad final”, pero lo que es o debería ser la verdad, verdad, está en manos del tiempo al que tenemos que apelar para que esta novela de ficción quede desvelada.

Nuestro pais se está poniendo patas arriba y corre un grave riesgo como pais/ nación cuando son tantos los remiendos que ya que no queda hilo ni tela para coser. Es necesario hacer un traje nuevo con nuestra piel de toro aún a costa de que haya que recortas mangas, solapas, alzacuellos y arrancar algunas medallas que solo sirven para deslumbrar y no dejar ver la verdad, pues la verdad construída sobre una base de mentiras, esa “ verdad final “ a la que apela el Sr. Catalá, aunque parezca que se le van alargando la patas, es una verdad peligrosa por su contenido de inmoralidad , irresponsabilidad, injusticia y sobre todo porque mina los fundamentos de una sociedad sana.

Sr. Ministro, creo que le ha traicionado su subconsciente. Vd ha querido decir “ esperemos el final de esta mentira” quizás porque su conciencia no le permite ocultar la verdad. “ Amén”. 


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