“ ALIARA”, imperecedero

ANTONIO GARCÍA HERRUZO
(Maestro)



“Las mañanas, redondas y luminosas, ven a las muchachas camino de la fuente….. 
La campana del cántaro a la cabeza y los brazos sujetando el cielo”.

CARMEN CONDE. “Mi voz le doy a la noche”. MADRID, 1967.

Hay horas, momentos, en que más claro que en otros,EL PUEBLO, sus gentes, son los auténticos protagonistas de su historia. Más aún, que EL PUEBLO es su historia. El resto son solo personajes a los que luego se recuerda o se olvida, personajes que entran o salen, que se entierran o se exaltan. EL PUEBLO, o sea, todos nosotros, es, sin embargo, su fin, su territorio, la señera razón de su existencia. No hay medias tintas: o se está con EL PUEBLO, o se está contra él.

¡Duro dilema! Esta dualidad secular la salva la poesía, la Música. Si amigos, adoro la Música. Ella llega a las cuevas de mi corazón alargando las galerías redondas de mis ojos en un resplandor que huele a hierba soleada, a trojes de molina.

¡Música entrañable! Música nuestra. Música de “ALIARA”. Dámaso Alonso Hablaba de una indignación en el destino humano y escribía;

«Una intensa actividad humana, afirmada contra el olvido, la peor de las muertes, está lanzando ardientes llamadas a los seres, y trata al tiempo de indagar la razón misma de su existir, las posibilidades vitales de su raíz hincada».

Estas doctas y hermosas palabras bien pudieran resumir la trayectoria inolvidable de “ALIARA”. Su fecunda y generosa labor recoge meticulosamente la geometría del hombre en devenir, siempre debatiéndose entre la realidad y el ensueño, entre el gozo y el fracaso, entre la plenitud y la nostalgia.

Saudades. Melancolías. Nostalgias personales. La música de “ALIARA” es exactamente mi voz, mi existir. Mi paseo por los encinares en flor cuando Abril despierta a los campos. De olivares musicados de cantos de faneguería, conciertos de mirlas entre madroñas, cantos encelados de perdices en la linde del monte, ...

Tiene esta música agua de manantial de sierra y una densidad apretada y caliente, que, escuchándola, empaña el alma que hay suya en mi alma, igual que el vaso claro se empaña y vidria con el agua fría. Suena “ALIARA” con notas del desolado misterio de rondas de aceituneras, de jotas con empatía al amor de la lumbre: ¡Primos amores furtivos vieron la luz en veredas iluminadas por las espectrales luces de los capachos encendidos! ¡Ay nuestra sierra!

Cuanto conozco de La Sierra, ¡nuestra sierra!, está en su poder. Su trabajo de investigación siempre fue minucioso, aquilatado, contrastado: Ahí siempre me tuvieron, para sacar de la noche del olvido nuestro riquísimo patrimonio musical.

¡Música de “ALIARA”: unísona unidad compacta! A nada le hicieron ascos si estaba enraizado en EL PUEBLO: cantos de bodas, jotas serreñas, coplas de carboneros, de segadores, de mineros y arrieros. Cantos de trilla, cantos de ánimas y de la aurora, romances moriscos y fronterizos. Canciones inolvidables de corros atadas a nuestra primera infancia. Todo, todo recogido y orquestado con religioso respeto. Ya D. Antonio Machado avisaba:

“Renovación, desde abajo, le dijo la cucaña al árbol”.

¡Esto es mío!, anoto cuando les escucho cantar. Amo todo lo de esta mi tierra, Los Pedroches, porque sé que se quedará aquí. ¡Solo a eso aspiro!.

Si. Amo esta música irrepetible e intemporal, enfrentada en patético equilibrio entre el pasado y el presente, lo viejo y lo nuevo, la dura realidad vital y el ensueño. Reto secular entre el gozo del ayer y el fracaso estrepitoso de la modernidad.

¡Gracias “ALIARA”! Os hallaréis en mi obra más vosotros que yo mismo. Siempre podréis arrancar desde mí, sí, en mí hundís vuestras raíces. Os dejo con unos hermosísimos versos de aquel, alto acantilado de nuestras letras, camarada MIGUEL HERNÁNDEZ:

«Del sudor que ignora su elocuencia
honda música sube y da sus cantos,
como rosal oculto que desborda
las bardas de un huerto triste y blanco».


Verano 2018. Noche de Agosto. La Salchi; Luna creciente alzada en el cielo, sobre el escenario estáis ahora todos. ¡Todos!. Entraba una brisa fresca por el parque y el viento se arremolinaba en torno vuestro. Una y otra vez resonaban vuestras voces en las voces de la gente.

¡Gracias, sí! ¡Gracias, “ALIARA”! O como dice y reza EL PUEBLO!:
¡Que Dios os bendiga!
¡Salud y larga vida!

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