De la calle ‘El Toro’ a la calle Mayor

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO 


Nada es igual. Hablo de la calle Mayor (antes calle ‘El Toro’) en la que han cambiado aceras, coches, casas, adoquines, comercios, farolas, balcones y hasta personas. Es lo que tiene el tiempo, que puede con todo. Lo arrasa. Por aquí han pasado escritores, fotógrafos, joyeros, afiladores, taxistas, tenderos, maestros, barberos, confiteros, traperos, zapateros.

No sé si la diferencia está en la mirada o en la forma de vida. Si imaginásemos el alma como un paisaje podríamos decir que hemos cambiado. No obstante, el maquillaje no esconde lo que fue la calle. No pierde ni su esencia ni su forma. Es la de los grandes paseos. De enamorados que van cogidos de la mano, de los bebés que están dando sus primeros pasos, de los que terminan de hacer la compra de sus sueños y van felices con la bolsa para arriba, de las parejas de adolescentes que van fundidas en un beso o de los que caminan hacia ninguna parte. Ha sido y es una calle de paseo, música, procesiones y comercio. Tiene historias escondidas que quién sabe si un día serán descubiertas.

Mi abuelo, al que no le gustaban los cambios, decía que por más que quieran cambiar el pueblo siempre será el mismo. Él utilizaba los nombres que tenían las calles en su infancia y caminaba casi siempre por la misma acera. Dicen que la calle Mayor ha sido el sitio donde más se ha hablado con los demás. Se prestaba a la conversación, a la relajación y al paseo. Tiene ese duende callejero dulce que queda en el recuerdo. Hablo de ese aroma de perfumes, de ese silencio de las miradas contemplando un escaparate o de esas charlas perdidas que se las llevó el viento. 



No hay comentarios :

Publicar un comentario