Dirigentes y Educación

SEBASTIÁN MURIEL GOMAR


La pregunta asalta mi cabeza sin permiso. En su autonomía, el cerebro, se permite el lujo de no filtrarla y me obliga a teclear en el ordenador: ¿Deben de educar los políticos?.

Siempre he pensado en los países, España, Venezuela, Rusia o Argentina, como grandes aulas donde educan los padres, los maestros, los medios de comunicación, los políticos etc… Si bien todos tienen que ser responsables, no todos cargan con la misma responsabilidad. A mi entender la clase política no es ni tiene que ser profesora, pero tiene una enorme responsabilidad en el terreno de la educación. Primero por su deber inequívoco de legislar y segundo por el ejemplo que tienen que transmitir.

Nuestros elegidos hacen declaraciones a diario en radio, TV y redes sociales; tienen a sus pies a todos los medios de comunicación y a muchos periodistas; la ciudadanía les oye y algunos los escuchan; todos los vemos actuar en Parlamentos, Comisiones, mítines etc…Esa fuerte presencia les exige prudencia y guardar las formas.

A don Adolfo Suárez le llamaron de todo: Alfonso Guerra lo calificó como “tahúr del Mississipi, con su chaleco y su reloj” sin olvidar aquello de “perfecto inculto procedente de las cloacas del franquismo o regenta la Moncloa como una güisquería”. Garrigues lo apodó “Superman”, Areilza lo comparaba con Curro Jiménez y A. Guerra le espetó un día que se había “convertido en una bailarina de pasos contrarios”. Todo aquello, y algunas cosas más, me generó cierto desasosiego y escribí una pequeña carta al Director manifestando mi desacuerdo con este tipo de actuaciones y, además, en la escuela nunca se han consentido esas tremendas faltas de respeto. Los insultos de pequeño o gran calibre, nunca me han gustado y menos en el ámbito de la res pública. Que la ciudadanía tenga que contemplar esos espectáculos, incluidos niños y jóvenes, me parece desolador y nada edificante. Las diferencias de opinión y los desacuerdos no son motivos para insultar a nadie. Quizás por eso me resultan más que desagradables los soberanistas catalanes que insultan gratuitamente y a diario a todos los que no pensamos como ellos. Además es de mala educación avasallar y ellos, enfundados en su victimismo prepotente, no dejan de hacerlo en la calle y en los medios desde un planteamiento absolutista de su ideología. ¿No se puede defender a Cataluña sin ofender a nadie? ¿Pretenden provocar? Allá ellos.

Aunque suene extraño debo decir que los políticos no pueden decir mentiras y menos a sabiendas. La mentira a sus votantes o a la ciudadanía es una aberración democrática que no podemos consentir ni por ética ni por estética. Mentir en un programa electoral, ante un juez o desde una tribuna es un hecho deplorable que merece la repulsa social y, en su caso, la dimisión. Los políticos deben de cumplir las leyes y respetar a la Administración de Justicia, corazón del Estado de Derecho. Es bochornoso contemplar como algunos cargos públicos, en vivo y en directo, se saltan las leyes y además se jactan de ello. Verdaderamente insoportable cuando se comprueba que un ciudadano de a pie se pasa un día en el pago de un impuesto y le cae una sanción con urgencia. ¿Qué ocurre cuando alguien se graba con el móvil haciendo locuras al volante y lo manda a una tele o lo cuelga en la red? ¿Qué ocurre cuando alguien se mete por una dirección prohibida? Muchas palabras o acciones de gobernantes quedan impunes por la protección de su aforamiento, se diluyen en el tiempo o entran a formar parte del “nunca más se supo”. Eso no suele ocurrir a la ciudadanía de a pie.

Es por eso que las personas dedicadas a la política deben intentar dar ejemplo para suministrar pautas de comportamiento a la sociedad, porque se manifiestan mucho y además son observados. Sabemos que no son santos ni santas, pero al menos deberían de intentarlo en el plano civil, claro. Da vergüenza ajena comprobar como los abundantes pecadores hacen denodados esfuerzos para parecer honrados. Me viene a la cabeza aquello de la mujer del César, que no sólo tiene que ser buena sino también parecerlo. Por cierto que esto también se lo tendría que aplicar el propio César.

No deja de ser curioso como en los países o regiones con escaso desarrollo democrático los gobernantes, militares y funcionarios suelen hacer ostentación de lo conseguido de mala manera (vehículos, pomposas bodas, casas residenciales, grandes comitivas, lujosos hoteles…) haciendo bueno aquello de “no sólo hay que ser corrupto, sino que además hay que evidenciarlo y estar ufano de ello”. Para saber si esto ha pasado en España, solo tenemos que tirar de hemeroteca y comprobaremos que sí. Mi preocupación es que creo que sigue pasando. También en Europa hay mucho político que alardea de sus incumplimientos. Así no se educa a la gente. Educación de la ciudadanía, gran tema a resolver en el siglo XXI, siglo de la democratización de internet. ¿Por cierto, qué tipo de educación transmiten las redes sociales?


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