El tren de la Bruja o la metáfora de la vida

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO 


Una de las atracciones que más nos gustaba de las ferias de antes, era el tren de la bruja. Nos gustaba porque era divertido y a la vez emocionante. En él se subían los viajeros y nunca sabías cuando iba a recibir los ‘escobazos’. Mirabas para todos lados y al final, la bruja estaba escondida donde menos la esperabas. Además había una parte oscura (la del túnel) y otra de claridad en la que respirabas un poco en esos vagones encantados. Y así vueltas y más vueltas.

El tren de la bruja guarda muchas similitudes con la vida misma. Podía ser una metáfora de ella. Está llena de claroscuros (luz y oscuridad) y además en ella nunca sabes donde acecha el peligro. Solo que vas a recibir escobazos en algún punto del viaje. 



También varía la edad del viajero. El niño va contento en su vagón, sin miedo a nada, buscando sorpresas y esperando a la bruja salga con su escoba. El adulto lleva demasiadas cosas en su mochila como para buscar a alguien que solo golpea. Tan solo piensa en quitar la escoba pues los golpes le molestan.

Sin embargo, el encanto de este mítico tren no solo está en la capacidad de sorpresa (que es mayor en la infancia) está en el sentido que tiene. Queremos coger trenes en la vida que nunca alcanzaremos o que nunca llegarán y hay trenes más cercanos, más cotidianos, quizá más reales, que solo ves pasar. Y no los cogemos. Ese es nuestro gran drama.

El tren de la bruja era la cara de los tuyos cuando miraban al hombre disfrazado. El hecho de que sepamos que solo es una fantasía no nos tendría que robar la ilusión. Pues la magia se pierde cuando pensamos que todo es una tontería infantil y ese tren no llega a ninguna parte. Tiene su recorrido y sobre todo la magia de los que te acompañan en el viaje. También están los que pierden la ilusión por el viaje, al marcharse los que estaban a su lado (quienes cogieron otro tren). Sin saberlo son ellos mismos los que se dan los escobazos.

Ese tren, con bruja o sin ella, guarda la metáfora de lo que es la vida. Vas en un vagón donde siempre quieres lo que no tienes y lo verdaderamente importante lo llevas a tu lado (y no te das cuenta). Por eso nunca agarramos la escoba. 


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