Las elecciones están esperando a la vuelta de la esquina

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Prepárense para lo que viene. Política. Elecciones. Campaña. Promesas. Es lo que toca. Septiembre está acabado. Otoño, invierno y primavera estarán llenos de mensajes en los que nos dirán lo bueno que es el partido tal y lo malo que es el otro.

Una pasarela propagandística. Leña al mono para el contrario, sonrisas falsas, aplausos mentirosos, imagen y muy poca verdad. Mientras tanto los escándalos políticos no paran. Uno detrás de otro. Que si máster. Que si tesis doctorales, sociedades fantasmas, encuentros, audios. Es cierto que se está poniendo el listón muy alto. No quedaba otra. Los que nos gobiernan tendrían que estar limpios por dentro y por fuera. Antes y después. Al fin y al cabo son los que manejan el dinero público de todos. Como se está demostrando no están limpios.

Todo es cuestión de conceptos. El que manda, tendría que entrar en política para servir al pueblo y no para servirse de él. El poder es algo muy peligroso. Lo es porque te ponen tus vergüenzas al aire. Y también porque crea egoísmo entre los que lo ostentan. Sobre todo el que no se ha ganado nunca nada por sí mismo. La política está convertida en un negocio. Eso es lo que la está matando. Los buenos no necesitan meterse en ella pues saben las cloacas que la rodean.

No sé a quién le quedarán ganas de meterse en política después de la que está cayendo. El político está cada vez peor considerado. El desprecio general está siendo brutal. Lejos quedan aquellos años de la transición en el que las personas más preparadas iban en las listas nacionales, regionales y locales. La pregunta es si los que mandan son los más preparados o solo buscan un trabajo bien remunerado.

La política es algo muy serio. O debería. Está hecha para enriquecer y no para enriquecerse. Está hecha para la igualdad y no para el ‘amiguismo’. Está hecha para que las cosas se consulten y no se impongan. No es repartir dineros. Es conseguir dineros. Es mostrar y no engañar. Es tantas cosas. Y quien la ejerce tienen que saber lo que es, para que sirve y cómo se hace política.

La democracia ha sido absorbida por la ‘ineptocracia’. Los partidos han declarado el amor por el dinero y el poder, olvidándose del ciudadano, de sus bases, de sus ideologías y de su ética. Todo es un engaño. Se debe cambiar el concepto político actual. Hay que regenerar todo. Pedir compromiso, formación, cultura, proyectos reales, verdad. Queremos realidades. La gente está desilusionada. Los trabajadores no trabajan los 12 meses del año. Los empresarios no quieren meterse en proyectos fuertes pues los impuestos se los comen. Las pensiones futuras están cada día más en el aire. Y el pesimismo es muy fuerte. A pesar de ello, se avecinan tiempos de caricias. Vendrán a decirnos que estamos en un tiempo feliz. Nadie se lo cree ya.

La cultura política en España ha cambiado bastante. El ciudadano ya cree en pocos políticos, en pocas promesas, en lo que dicen unos y otros. Se ha jugado mucho con el ciudadano. Una burla para el ciudadano de a pie. Lo vemos cada día en los informativos donde salen ‘los trapos sucios’ de unos y otros. Los que están al frente de nuestras instituciones tienen poder, fama y dinero. Pero nada es suyo. Todo es prestado. El problema de este país es que hay mucha gente haciéndose rica a costa del dinero público. Se chuparon entre muchos el dinero que vino de Europa y se seguirán chupando el que llegue de cualquier sitio.

Se avecinan tiempos de promesas electorales. Mientras tanto el campo espera el agua que no llegó por septiembre, la sierra espera a los trabajadores que pronto empezarán con la aceituna, la escuela sigue ya imparable hasta diciembre con sus cuentas, dictados y exámenes de evaluación. Y los árboles irán perdiendo las hojas. De fondo escuchamos las promesas políticas. Esas que no creemos. Por eso no paramos. Nosotros con lo nuestro. Seguimos. Es demasiado tarde para creer en cosas que sabemos que no son ciertas y que no se van a cumplir.


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