Entrevista a Agustín Redondo, médico jubilado


"Como médico he sido feliz porque he podido ser útil a los demás"


ANTONIO MANUEL CABALLERO
POZOBLANCO


Agustín Redondo nació en Pozoblanco el 29 de diciembre de 1922. Sus primeros estudios los realiza en los colegios de las Madres Concepcionistas y Padres Salesianos, para pasar a realizar Bachillerato en el Instituto de Aguilar y Eslava de Cabra. Y desde allí a la Universidad. Colegiado en el Ilustrísimo Colegio Oficial de Médicos de Córdoba con el número 1024, su pasión sin duda ha sido su oficio como Médico y Oftalmólogo al que se ha entregado en cuerpo y alma, pero sin duda otro pilar fundamental en su vida es su familia y destaca emocionado el cariño que los pozoalbenses le tienen.

Agustín Redondo en su consulta ubicada en su domicilio de la calle Jacinto Benavente.  /SÁNCHEZ RUIZ


– ¿De dónde viene su vocación por la medicina?
– Viene podemos decir desde la cuna casi, por los vínculos familiares, porque mi padre era médico y dos de mis hermanos eran estudiantes de medicina, así que cuando me preguntaban de pequeñito lo que quería ser yo contestaba que médico militar. Durante la guerra cuando mi padre iba al hospital de sangre de Villanueva de Córdoba, yo iba con él y me ponían una bata y hasta entraba en el quirófano en aquella época en la que no había ni antibióticos, así que fueron impactos continuos los que me hicieron ser médico y luego algo muy importante que es el deseo de ser útil a los demás.

– ¿Y por qué la especialidad de oftalmología?
– Por mi padre, que era médico general y oculista. Hice mis estudios y coincidió la terminación de éstos con la muerte de mi padre así que me vine a Pozoblanco. Yo quería haber estudiado alguna especialización por ejemplo para poder operar, pero al fallecer mi padre me llamaron de las igualas que él llevaba y me hice cargo de su cartera de clientes así que tuve que quedarme en Pozoblanco y de eso hace ya 68 años.

– ¿Dónde realizó sus estudios?
– Dos cursos los hice en Sevilla y luego en Madrid, además uno de mis amigos que sabía que mi padre era oculista y que eso me gustaba a mí me dijo que un familiar suyo era catedrático de medicina y pude estar interno en la Universidad Central de Madrid, aprendiendo mucho en el hospital San Carlos. El título lo obtuve en Madrid con la especialidad de oftalmología.

– ¿En qué lugar de Pozoblanco tuvo su clínica?
– Pues mira yo nací en la calle Doctor Rodríguez Blanco y ahí viví 4 años pero luego nos fuimos a lo que es ahora la Plaza de la Constitución hasta que me casé. Allí, en el piso, tenía mi padre la clínica y ahí seguí yo. Luego unos tíos míos hicieron una casa en la entonces calle José Antonio y hoy calle Mayor y ahí trasladé la consulta pero estaba en un piso muy frío en invierno y muy caluroso en verano. Esta casa actual -calle Jacinto Benavente- era el huerto de la abuela de mi mujer. Como lo iban a vender decidimos quedarnos con él para hacer la casa y va a hacer ya 50 años. Aquí, instalé la consulta, la sala de espera y hasta la sala de rayos que tuve.

Agustín Redondo es un enamorado de su oficio del que habla con pasión.


– ¿Se ha sentido querido por Pozoblanco y por los pozoalbenses?
– Pues la verdad es que sí (se emociona) y me lo demuestran. Llevaba 17 pueblos, desde Azuel hasta Fuente la Lancha y desde Santa Eufemia hasta casi Villaharta y en la Seguridad Social yo tenía 20.000 cartillas y posiblemente unas 60.000 personas. Muchos días abría la clínica a las 9 de la mañana y eran las 6 de la tarde y aquí seguía. Es que estaba solo, no había urgencias y no me podía negar a atender a los pacientes fuese la hora que fuese y el día que fuese. Los domingos me iba al campo con mi mujer y mis hijos y muchas veces me tenía que venir porque me avisaban de que había llegado alguna persona con un cuerpo extraño en el ojo o yo que sé por un deslumbramiento. Nunca me negaba. Yo creo que la gente era consciente de esa entrega a mi profesión y, aunque habrá alguno que no me quiera (sonríe), la verdad es que cuando salgo a la calle la gente se alegra de verme, me saludan, incluso me abrazan y hasta me preguntan qué tal estoy y recordamos momentos.

– En esas jornadas interminables de trabajo habrá vivido muchas anécdotas
– Muchas, muchas. Imagínate en 55 años de ejercicio. Por ejemplo, recuerdo que un día un niño que se había tragado un silbato vino a la pediatra estupenda que ejercía enfrente de mi casa pero ella no estaba y me trajeron al niño a mí y cuando expiraba se oía el silbido o aquella vez que un señor se comió 30 higos chumbos y casi revienta y también vino a mí.

– ¿Cómo era en aquellos años la atención a los pacientes?
– En aquellos años en los que yo empecé, la medicina era heroica, no teníamos medios, ni oxígeno, no había nada de nada. Yo comento mucho cuando me preguntan que entonces eran muchas visitas a los enfermos y muchos rezos. Había situaciones como las de un hombre que me avisan que está muy mal y cuando yo acudo no podía ni hacer una analítica, de casualidad alguien comentó un antecedente que había tenido y por ahí adiviné que era hipoglucémico así que le di azúcar y se recuperó.

– ¿Ha escrito algún libro verdad?
– Bueno tengo que decir que me gusta mucho leer y tengo varias habitaciones llenas de libros. Escritas tengo muchísimas cosas pero sin publicar y sigo escribiendo. Y luego publiqué Vino Amargo, que recoge mis vivencias desde 1931 a 1939. También se publicó mi pregón de la Virgen de Luna y el de la Semana Santa y el Ayuntamiento me publicó otro libro de vivencias.

– ¿Qué significa para usted la familia?
– Pues significa prácticamente todo. Tuvimos 7 hijos y el pasado 9 de octubre hizo 64 años que nos casamos, tenemos 14 nietos y 2 biznietos. Estoy muy orgulloso de todos ellos. Mi hijo Agustín es oftalmólogo como yo y está en Jerez. Luego tengo arquitectos, enfermeros, psicologa, biólogo, en fin somos muchos y alguno está por Inglaterra o Alemania. Hay veces que nos juntamos en casa hasta 18.

Ha recibido varios homenajes del Colegio de Médicos de Córdoba.


Don Agustín, como se le conoce en Pozoblanco es un hombre amable y de sus palabras se vislumbra su enorme vocación de ayuda a los demás, en este caso de curar a sus pacientes con generosidad. Su biografía arroja tareas como la de ser médico de accidentes de las empresas ferroviarias de Peñarroya, del CD Pozoblanco o de colegios. Socio fundador de la Sociedad Española de Estrabología y de la Hispani Lusa Americana de Oftalmología. Fue presidente de la Junta Comarcal de Sanidad y director del Gabinete del Colegio de Médicos para la obtención de certificados de conducir y caza. En 1992 fue Colegiado de Honor en el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Córdoba, institución que le brindó un homenaje el 22 de junio de este año. También destaca su labor en cursos de orientación, prematrimoniales o sobre educación de los hijos.

En su consulta, aún le acompaña el aparataje que tanto bien hizo siempre a través de este médico que no tenía horarios pero como él asegura “las muestras de afecto sincero de las personas con las que he tratado recompensan con creces el esfuerzo”.



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