El león de las cartas

EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO 




Muchos de los jóvenes de Pozoblanco no caen en la cuenta de que en la puerta del ayuntamiento antiguo hay un león que recibe cartas. El motivo: nunca han echado una carta allí. Si escribir una carta a mano era un acontecimiento, llevarla al león era mucho más. Es cierto que el buzón en forma de león aterrorizaba a la infancia. En torno a él había muchas leyendas. Los niños se imaginaban muchas historias. Le daban vida al león de mármol. Pensando muchas cosas: “quién sabe si se puede despertar”, “y si sale de dentro y saca el cuerpo!”, “y si lanza una llama de fuego”. Se decía que por la madrugada el león cogía las cartas y las llevaban a las casas cuando la gente dormía.

La gran aventura de este mundo es la imaginación. La perdemos cada día en medio de un mundo material en el que nada es imaginable. Lo virtual ha transformado nuestra manera de ser. Hemos perdido la fantasía. La imaginación es la que nos hace soñar, ser diferentes, estar en vidas paralelas a la nuestra.

Cuántas preguntas nos hacíamos cuando íbamos a echar una carta: ¿los leones saben todas las direcciones del mundo?, ¿Ellos leerán nuestras cartas sin abrirlas? Nos decían siempre “tienes que meter la carta deprisa, deprisa, no te vaya a morder el león”.

Gerónimo, un pozoalbense que vive en Barcelona, nos contaba, hace unos días, que se ponía enfrente del león y le tiraba las cartas a una distancia sin meter la mano en la boca porque le habían dicho que mordía. Un señor que lo vio, le quitó el miedo haciéndole pasar la mano por la boca de la fiera de mármol. Fue cuando pensó “qué ignorante fui”. Lo que no sabía es que desde entonces perdió esa fantasía que le producía esa situación.

El león aún sigue aquí, y espero que esté por siempre. Detrás tiene una bonita historia. Quien la ha vivido, lo sabe. Siempre nos impresionó de pequeños meter una carta dentro de la boca de estas fieras de correos de las que decían que corrían tanto que las cartas llegaban enseguida. 


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