Estado de bienestar... europeo

JUAN JESÚS FERNÁNDEZ RUIZ
(Panalo)


Qué suerte tenemos algunas personas por vivir en Europa y además pertenecer a la CEE! No nos podemos hacer una idea de lo que sería de nosotros si no fuera así. Lo único que debemos de pensar es en mantener nuestro “estando quo” (podría significar “comodidad europea”).

Antiguamente, es decir, cuando aún no se cambiaba la hora, la basura se tiraba en las “estercoleras” (estercolera: acepción pozoalbense que denomina el lugar donde se amontona en pequeñas cantidades la basura orgánica e inorgánica y todo tipo de enseres que actualmente se deben de llevar al punto limpio). Los animales muertos se tiraban también en lo que ahora se llama extramuros, cuyo domicilio fiscal responde al número “diseminados”; éstos eran pacto de las alimañas (alimaña: animales perjudiciales a la caza menor y al ganado; la mayoría de los individuos de esta clase están en peligro de extinción). Aparece entonces el servicio de recogida de basuras. Este signo del incipiente bienestar estaba compuesto en principio por un tractor con su remolque que al que un grupo de unas tres personas que recorrían las calles del pueblo durante la noche y el contenido se vaciaba en un lugar llamado vertedero municipal (espacio donde se aglutinan casi todas las “estercoleras” cercanas a la población). Posteriormente aparece el “Camión de la basura”. Se había mejorado el servicio, más rápido y olía menos (¿dónde iba a parar?). Por entonces, esto no existí a en África por poner un ejemplo.

La nación española, donde vivimos, ingresa en la CEE. El bienestar común mejora ostensiblemente, más caro pero mejor. Vamos entrando en la gloria de la comodidad. Todavía cuando existí a el “camión de la basura” solamente, no venía mucha gente de los países subdesarrollados. Aunque molestaban algo, se soportaba (era “barato, barato”).

A medida que nos vamos asentando en nuestro amado continente tenemos que acatar las normas que surgen de los estamentos comunitarios (tratamos de explicarnos con sencillez, pero es inevitable emplear palabras que no aparecen en ninguna canción popular al menos que recordemos... ¿Estamentos comunitarios?) Recordemos la epidemia de la lengua azul; por entonces se empezaron a incinerar los cadáveres de los animales que aparecían por el campo con el fi n de evitar la propagación de la plaga. Aparece el servicio de “el camión de las vacas muertas”. Por las carreteras de Los Pedroches, las nuestras, con buen firme, hay ocasiones en que tenemos que circular detrás de algún camión con la caja alta y no poder realizar la maniobra de adelantamiento (porque vienen vehículos en sentido contrario o porque exista línea conti nua en la calzada); desprende un tufo que nos parece insoportable ya que se trata del vehículo encargado de realizar el traslado de los animales muertos hasta la planta incineradora más próxima. Cuando adelantamos, después de un rato, olvidamos las molestias causadas en nuestra pituitaria. ¡Qué bien se vive y lo bien que nos atendemos unos (los gobernantes) a otros (los gobernados)!

En la actualidad apenas se oye lo de “barato, barato”, no compramos ni lo barato. Ha encarecido mucho la vida y además ya empezaba a molestar, tanto “barato, barato”... Ahora que ya no tenemos apenas malos olores; a veces aguantamos, pero muy poquito, el olor que desprende alguna bolsa de basura rota y colocada adrede en la parte exterior del contenedor soterrado y a pesar que de vez en cuando aparece algún animal muerto junto a los contenedores de basura general situados junto al recinto ferial (son mamíferos rumiantes tan bien educados que se trasladan solos para que sus dueños no tengan que pagar tasa alguna).

De aguas allá, como dice mi madre, están pasando cosas muy graves. Siempre ha habido guerras, catástrofes naturales (recientemente ha habido gravísimas inundaciones en los campamentos saharauis de los que algunos recibimos niños, que se hacen querer tanto como todos los niños), hambruna, etc. Donde ocurren estas desgracias no hay medios de supervivencia sufi cientes para una población cuya tasa de ocupación tampoco es tan elevada (al menos en lo que se refi ere a la canti dad de personas que tratan de ubicarse en nuestro queridísimo continente, siempre según las estadísticas). Los más vienen como pueden, pagando lo que tienen y su dinero engorda las arcas de los desalmados- nuevosricos-aventureros que además invierten donde quieren sin que nadie les pregunte de dónde proceden sus ingresos. Sí también hay necesidades de aguas acá, pero se tienen más medios para paliarlas y para mitigar las catástrofes naturales.

No queremos que nos invada nadie. Ya estamos completos. Cuando los habitantes de nuestro adorado continente invadimos América y África fue porque cabía más gente, estaba casi todo despoblado. Nos adueñamos de inmensos territorios, pero legalmente, con leyes a la carta, y nos reparti mos la tarta a tortazos sin tener en cuenta los daños colaterales. También hubo quien se apropió de muchos habitantes de África que trabajaron por casi nada para enriquecer a sus amos sobretodo americanos descendientes de europeos. Todo esto, o se nos ha olvidado o no nos queremos acordar, nos da un qué sé yo en el estómago.

Si no queremos “molestias” tenemos dos opciones. Una, ayudar desde los países que nos creemos muy civilizados de una manera racional para el presente y para el futuro y desde ahora mismo, no permitiendo que nadie muera en su huida, dándole cobijo, alimento e integración y después realizando las políticas necesarias y honestas para evitar o minimizar los desplazamientos migratorios causados por del hambre, las guerras y los regímenes políticos dictatoriales. Otra, creando otros servicios adicionales para miti gar las “molesti as” que puedan causar las personas (niños, mujeres, hombres y ancianos) que tratando de sobrevivir huyen de la barbarie o el hambre. Seguramente nos quedaremos con la primera.

Sé que esto no quedará en el tintero entre otras cosas porque ya no se usan, pero a lo peor se queda en el tóner de la impresora.


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