Entrevista a Javier Redondo Jordán, escritor, viajero y gestor cultural

“Estilo, corazón y esencia es lo que trato de dejar en cada palabra que escribo”


EMILIO GÓMEZ
POZOBLANCO


La vida está llena de sueños cumplidos e incumplidos. Todos tenemos héroes y casi todos hemos soñado, alguna vez, hacernos amigos de ellos. Lo mismo le sucedía a Javier Redondo Jordán, quien un buen día tuvo la idea de proponerle a su escritor preferido, Fernando Sánchez Dragó, elaborarle y llevarle su página web. Así comenzó la historia literaria de este pozoalbense, quien no solo se ha ganado la confianza de Sánchez Dragó, sino la admiración de los grandes escritores del momento. Javier sacrificó su futuro como ingeniero de telecomunicaciones por su verdadera vocación, la de escritor.

Actualmente es director de la revista cultural Avuelapluma.com y creador de los Encuentros Eleusinos, unos cursos de pensamiento, literatura y espiritualidad en los que han participado importantes figuras intelectuales de nuestro país. Ha colaborado en publicaciones como elmundo.es, Vogue, Revista de Occidente y Clarín. De su primer viaje a la India nacieron sus libros de viajes. Es un escritor que busca historias anónimas y escondidas en cualquier lugar del mundo. No entiende la escritura sin viajes y sin un cuaderno que recoja esos momentos.

Javier Redondo Jordán junto a Fernando Sánchez Dragó.


– La historia de su sueño comienza con su propuesta a Sánchez Dragó. ¿Cómo se la hizo llegar?
– De la única forma que se me ocurrió en aquel momento: enviándole un e-mail. Corría el mes de enero de 2005 y yo era un joven de veintidós años embriagado de literatura que ya había ganado algunos certámenes de cuentos. En aquella época estaban todavía todos los viajes por realizar y toda la gente interesante aún por conocer. Dragó reunía todos estos aspectos que yo anhelaba: la literatura, la vida bohemia y los viajes. Seguía sus programas en televisión y había leído algunos de sus libros. Con el descaro propio de la juventud, me apetecía conocerlo y pretendía que me prestara atención. Poco podía ofrecerle yo a un hombre que lo tenía todo, así que se me ocurrió que podría crear su página web oficial, que demandaría cierta implicación por su parte. El único modo que encontré para comunicarme con él fue mediante el e-mail que figuraba en los títulos de crédito de Las noches blancas, el programa que por entonces tenía Dragó en Telemadrid. Aun a sabiendas de que Dragó todavía escribía a máquina, de que criticaba internet y de que abominaba del teléfono móvil, le envié mi propuesta enmarcada en una carta de lector muy sentimental. Y surtió efecto. A los dos días me llamó por teléfono −desde un fijo− y ahí empezó todo.

– ¿Cómo se ganó su confianza posteriormente?
– Al principio me recibió con escepticismo. Yo le ofrecía hacer gratis un trabajo que otros cobraban a precio de oro. Simplemente a cambio de hacerme algo de caso. Poco a poco vio que mi trabajo era serio y constante, y un par de años después comencé a colaborar más estrechamente con él.

– Estar al lado de Sánchez Dragó le ha abierto las puertas de los círculos literarios de Madrid. ¿Son como los imaginaba?
– Gracias a mi labor he conocido a muchos escritores. Quizá por eso no suelo frecuentar los círculos literarios. Sería como llevarse trabajo a casa. A pesar de todo, de vez en cuando participo en tertulias, asisto a presentaciones de libros y voy a fiestas organizadas por alguna editorial. Sin olvidar que muchos de mis amigos son escritores.

– Su revista literaria está patrocinada por el Café Gijón, que es uno de los cafés más prestigiosos del mundo. ¿Cómo logró ese patrocinio?
Avuelapluma.com es una revista de la que estoy muy orgulloso. El patrocinio del Café Gijón no es un patrocinio stricto sensu, sino un ribete de prestigio. Es un honor que el Café Gijón nos permita utilizar su nombre en el de nuestra revista −no hay ninguna otra publicación que pueda decir lo mismo−, y tratamos de estar a la altura de ese reconocimiento. Todo surgió porque, desde el primer momento, Dragó y yo escogimos el Café Gijón para organizar tertulias literarias con algunos escritores invitados, como Andrés Trapiello o Alberto Vázquez-Figueroa, entre otros. Paralelamente, el escritor Eduardo Martínez Rico −asiduo del Café Gijón− y yo decidimos unir fuerzas para dirigir la revista. Ambos conocíamos a José Manuel Escamilla, propietario del Café Gijón, de manera que todo sucedió de manera muy natural.

– ¿Cómo se imagina las tertulias de Café Gijón en la generación del 98 o del 27?
– Muy calentitas. (Risas) No es broma. Las tertulias surgieron porque los cafés eran los únicos lugares donde había calefacción en invierno. Así que siempre estaban llenos. En sus más de cien años de vida, por el Café Gijón ha pasado todo el mundo, desde personalidades de finales del siglo XIX como Galdós, Valle-Inclán o Ramón y Cajal, pasando por García Lorca o Jardiel Poncela antes de la Guerra Civil, hasta los grandes representantes de nuestra literatura de finales del siglo XX, como Fernán Gómez, Cela, Umbral y tantos otros. Incluso estrellas de Hollywood de dejaron caer por allí: Ava Gardner, Orson Welles, Truman Capote... Dicho sea todo esto sin ánimo de agotar la lista. Nombrarlos a todos sería imposible.

– Usted es escritor y viajero. ¿Desde dónde empezó su viaje y hacia dónde va?
– Creo recordar que mi primer viaje fuera de España fue, siendo muy pequeño, a Portugal o quizás Andorra. Desde entonces he viajado mucho, pero no sabría decir hacia dónde me dirijo. Con no perderme por el camino me basta. (Risas)

– ¿Cuáles son las ciudades de la luz?
– En mi libro Las ciudades de la luz (Cuadernos del Gallo, 2010) hablo principalmente de tres: París, Benarés y Pozoblanco. Aparte de que París y Benarés sean conocidas con ese sobrenombre −«La Ciudad de la Luz»−, entiendo por Ciudad de la Luz todo aquella ciudad que nos proporciona algún tipo de crecimiento en nuestro trayecto. En mi caso, cada una de esas ciudades ha aportado un pilar básico a mi obra, no sólo en este primer libro, sino en todo lo que he escrito después. París representa la ebriedad literaria y la belleza de la vida, es decir, el estilo; Benarés, el rigor mundano de la existencia y al mismo tiempo su cualidad mística, es decir, el corazón; y Pozoblanco, la intimidad y el regreso a la infancia, es decir, la esencia. Estilo, corazón y esencia es lo que trato de dejar en cada palabra que escribo.

Javier Redondo Jordán firmando libros.


– ¿Los Encuentros Eleusinos surgieron del Elixir de Juventud de Sánchez Dragó o del tirón que tiene el programa de Pablo Motos?
– Como todas las cosas, los Encuentros Eleusinos fueron fruto de muchas circunstancias convergentes. La chispa que prendió la mecha de los acontecimientos fue un programa de El hormiguero al que acudió Dragó, donde habló de las setenta pastillas de suplementos alimenticios que toma a diario. Como te decía antes, desde hacía años gestionaba su página web oficial, y al día siguiente de su aparición en el programa de Pablo Motos observé que las visitas a la web se habían disparado. Una semana más tarde, sin embargo, las cifras de las estadísticas no habían descendido. Eso me extrañó. Miré en qué sección se concentraban las visitas y me resultó interesante que lo hicieran, precisamente, en la sección del Elixir de Dragó. Eso me dio que pensar. Tal vez había una demanda de información no satisfecha. Hablé con Dragó sobre esto y le propuse retomar un viejo sueño que él tenía: fundar una especie de santuario iniciático en Castilfrío de la Sierra donde tiene desde hace años su retiro soriano. Yo no apuntaba tan alto: con un curso de fin de semana sobre espiritualidad y salud bastaría. A Dragó le pareció bien y me puse manos a la obra. Meses después, en julio de 2013, inaugurábamos el I Encuentro Eleusino en Castilfrío, que llevaría como título Corpore sano. Desde entonces hemos organizado nada menos que trece Encuentros Eleusinos no sólo en Castilfrío, sino en otros destinos como Ávila, El Escorial, Almagro, Kampot (Camboya) y Chaouen (Marruecos).

– ¿Cuál ha sido el paisaje más bonito que ha visto jamás?
– Cualquier ciudad costera cuando aparece, vista desde un barco, entre la bruma. Tánger, por ejemplo. Marruecos es un paraíso que tenemos a dos pasos y no sabemos valorarlo. La sensación de llegar a un lugar en barco no la supera nada.

– Ya sé que es difícil contestar esta pregunta, pero qué tiene la vida de muerte y la muerte de vida.
– Es el tipo de pregunta que uno responde en función de su estado de ánimo, así que si me preguntas mañana seguramente te diga otra cosa. (Risas) La muerte es uno de los temas recurrentes en mi obra y suelo tenerla muy presente en todo momento. «Carpe diem»: vive cada día como si fuese el último. Se suele confundir el significado de esta expresión, o al menos yo la interpreto desde un punto de vista menos frecuente. Vivir cada momento como si la luz estuviera a punto de apagarse no implica abandonarse a los placeres o a un nihilismo autodestructivo, sino hacer cada cosa, por pequeña que sea, siendo consciente de que quizá sea lo último que tus familiares y amigos recibirán de ti. Supongo que nadie quiere dejar una chapuza como último recuerdo de su paso por esta vida. Eso me convierte en un perfeccionista. Y eso no siempre es una virtud.

– ¿Es usted un solitario?
– Por carácter, tiendo a buscar los rincones, y en las conversaciones procuro escuchar en lugar de hablar. Eso no me convierte en un solitario. Además, vivo en pareja. Sin embargo, nunca he rechazado la soledad. Es más, siempre la he recibido con agrado cuando se ha producido. La soledad y la compañía son estados cambiantes, como el día y la noche, y poseen sus propias bondades. He viajado en soledad y en compañía, y ambos tipos de viaje son estimulantes. La soledad permite un mayor nivel de interiorización, fomenta las relaciones con los lugareños y otros viajeros, y, sobre todo, permite escribir sobre la marcha. Cada experiencia del viaje estando solo tiene una resonancia interior más intensa, porque uno puede recrearse en una determinada sensación, reflexionar sobre ella y finalmente plasmarla en papel o en cualquier otro soporte.

– ¿Cómo es su soledad?
– Mi soledad es la búsqueda constante de tiempo para escribir. La escritura es un oficio solitario que en la mayoría de los casos se ejerce en las horas que le roba uno a su tiempo libre. Así que mi soledad, cuando la consigo, suena como las teclas de un teclado.

– ¿Qué se llevó de Pozoblanco a Madrid?
– Muchas cosas. Entre ellas, la capacidad de asombro. Estoy muy orgulloso de haberme criado en una ciudad pequeña como Pozoblanco, y me gustaría hacer lo mismo con mis hijos cuando lleguen, ya sea en Pozoblanco o en una población de características similares. Creo que un niño debe ser sometido a una serie de etapas en las que vaya conquistando nuevos territorios que ensanchen paulatinamente su horizonte infantil. En mi caso, Madrid siempre fue mi objetivo ideal desde niño, y finalmente fue el destino donde cursé la universidad y el que supuso la ampliación definitiva de este panorama vital. Y esa capacidad de asombro a la que me refería al principio, ese anhelo a largo plazo, me parece que no los tienen quienes se han educado toda su vida en una gran ciudad.

– ¿Uno está volviendo a la infancia siempre o lo hace al final de su vida?
– Supongo que depende de cada uno. Que se vuelve a la infancia al final de nuestra vida es seguro. Todos sabemos que los últimos recuerdos que los ancianos conservan cuando todo lo demás se ha desvanecido es precisamente la memoria de la infancia y de las canciones infantiles. La infancia es ese estado edénico en el que vivimos sin miedo, en el que no se es consciente de la muerte, y termina justo en el momento en que aprendemos que somos como esa primera mascota que ha dejado de respirar, que algún día seremos nosotros los que dejaremos de hacerlo. Ése es el fin de la infancia. Cuando se acerca la hora de morir, se tiende a abrazar esa inconsciencia de la niñez. Es la pulsión de la vida tratando de levantar una muralla frente a la amenaza de la Parca.

– Es difícil encontrar literatura en un mundo tan politizado y contaminado.
– Requiere un trabajo de búsqueda, pero siempre aflora literatura de entre las ruinas. Eso tratamos de hacer con los Encuentros Eleusinos y con Libros con uasabi, el programa literario de La 2 de TVE en el que ejerzo de coordinador y documentalista. O en Revista de Occidente, donde de vez en cuando me honran publicando algunas entrevistas que hago a escritores que a mi juicio tienen cosas interesantes que decir. O en Avuelapluma.com, donde escribo críticas de literatura, de cine y de teatro. Muchas veces el arte no se muestra explícito, por eso, cuando lo descubres, es menester proclamarlo.


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