Cuando los vecinos de las Siete Villas de los Pedroches pagaron los cañones para acabar con la rebelión de los campesinos catalanes. Rebelión más conocida por 'Els Segadors'

ARTURO LUNA BRICEÑO


En 1694, reinando Carlos II, El Hechizado, (rey inútil que marcó la decadencia de la Casa de Austria y del Imperio Español), los campesinos catalanes andaban de revuelta y con la intención de separarse de España. La Corona montó la almoneda sobre los Bienes de Don Gaspar de Haro y Guzmán, VII Marqués del Carpio y Segundo Señor del Estado de los Pedroches. Este embargo se hizo para cobrarse los 160.000 ducados que la Casa del Carpio le debía al Rey por no haber pagado los 1.649 vasallos que hubo de más de los 2.000 que Felipe IV le había regalado a Don Luis Méndez de Haro, su valido y VI Marqués del Carpio por la firma de la Paz de los Pirineos con Francia.

La Corona necesitaba dinero para comprar armas y pagar al ejército por lo que se quedó con todas las joyas y piezas de oro, plata y piedras preciosas que existían en lo embargado, además de 40 cuadros que hoy está expuestos en el Museo del Prado.



La primera partida de joyas del segundo Señor de los Pedroches, fue enviada a los herederos de la Casa de Don Pedro del Pomar, para saldar un asiento que la Corona tenía por compra de artillería para la Campaña de Cataluña. Armamento utilizado para acabar con la denominada “Rebelión de los segadores”.

La Académica de la Historia, Carmen Sanz Ayán describe así los acontecimientos: “La crisis europea, sorprendió a Carlos II en pleno conflicto norteafricano ya que durante todo el mes de agosto, los berberiscos atacaron uno tras otro todos los presidios de África poniendo sus miras en Larache, tomándola finalmente en 1689.

Además en Cataluña se había iniciado la “Revuelta d´esl Segadors” a raíz de un problema impositivo. El nuevo Virrey, el Duque de Villahermosa, se impuso como primera obligación hacerse cargo del mando, recorrer los puestos militares y enviar informes a Madrid. Según éstos Gerona, la barrera más importante del principado contra la invasión francesa, se encontraba en un estado lamentable.

La financiación del ejército de Cataluña siempre fue un problema. La Corona estaba obligada a hacer los pagos de los abastecimientos en plata, ya que Cataluña contaba con moneda propia”. (Los banqueros de Carlos II. Valladolid 1989).



Una vieja deuda, con los Pomar, que se saldó con las joyas del segundo Señor de los Pedroches, requisadas como pago de los intereses por la compra de los vasallos de las Siete Villas.

Como recuerdo de aquella revuelta hoy existe y se utiliza el himno llamado “Els Segadors”, que tantas veces estamos oyendo estos días en que nuevamente renacen las ansias secesionistas de una gran parte de los catalanes.




Lo que el Rey se quedó

En la segunda remesa estaban las joyas más deseadas por todos: el diamante que le regalara el Rey de Francia a Don Luis Méndez de Haro y el famoso espadín con su “bredieu” o vaina tardarían más en llegar a la Corte. Habían sido el objeto del deseo de los banqueros italianos. Pero también lo eran del rey Carlos II. Tras largas negociaciones con los asentistas florentinos llegaron a España en otra partida un año después que las anteriores. Un galerero las transportó a la Corte desde Cartagena:

“Por carta de pago que dio el tesorero general Don Francisco Velasco y Cevallos confesó haber recibido en las Arcas del real tesoro de su cargo diferentes Alhajas de oro, plata, diamantes, rubíes, esmeraldas y otras cosas que envió Don Antonio de Heredia Bacán, Gobernador de la Ciudad de Cartagena”.


Mucho me temo que de nuevo los vecinos de los Pedroches, que ya no son vasallos a la venta, paguemos con nuestros impuestos las veleidades de los separatistas catalanes. ¿Hasta cuándo? Hasta la próxima, pero antes hay que acabar con la presente, que no pinta muy bien.




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