¿¿¿Pseudoindependencia???

SEBASTIÁN MURIEL


Estaba en Lisboa cuando Puigdemont declaró la independencia y la suspendió. Lo leí en la prensa on – line y debió de quedárseme cara de indecisa incertidumbre. No entendí bien lo que leí. Volví a leerlo sin resultado. Tampoco me ayudaron las noticias que escuché en la TV portuguesa porque, aparte de lo liado del asunto, no entiendo el portugués. Al día siguiente camino de Córdoba, oyendo por la radio la sesión del Congreso de los Diputados pude hacerme una idea de lo ocurrido que seguramente no es lo que ocurrió.

Horas antes, por la mañana, en un grupo de WhatsApp, una amiga aseguraba que la independencia había sido declarada. Ante esto la respuesta de otro compañero aclaraba que: “Lo que ha ocurrido en el Parlamento catalán, es un sí, pero no.”

A riesgo de equivocarme hago públicos algunos comentarios sobre este perverso y endemoniado laberinto que está resultando el proceso, la DUI y su inmediata suspensión.

He echado mano de algunas frases populares para tratar de explicar este embrollado asunto. Lo primero que se me ocurre es que Puigdemont hizo honor a la conocida frase catalana “fer la puta i la ramoneta -algo así como tener un pie en dos zapatos- según la adaptación no literal de Enric González (Diario El Mundo 23.09.2017). Por un lado tenía que contentar a la CUP y por el otro tenía que quedar “dentro de la ley” y dejar en suspenso lo que declaró. Esto vendido como oferta de diálogo al Gobierno Central era una buena jugada. Pero claro todos sabemos que esa esquizofrenia es imposible en un tema de esta importancia. En español, lengua rica donde las haya, a eso se le llama “nadar y guardar la ropa”, “estar en misa y repicando”, “ni contigo ni sin ti”, “me voy pero no me ausento”, “ni sí ni no sino todo lo contrario”, “la botella medio llena o medio vacía”… Es como si Puigdemont hubiera dejado a Cataluña un poquito embarazada de independencia... Y mire usted o hay embarazo o no lo hay. Al final lo que ha ocurrido, con la frase de después, ha sido un aborto precipitado y voluntario a sabiendas de que el embarazo y el parto tendrían unas dificultades insuperables en la actualidad. Es cierto que ha actuado con astucia pero evitando comprometerse en serio en esta declaración. Quiere obtener el mayor provecho arriesgando un poquito.¡ Ahora me ves, ahora no me ves!. Eso sí, consigue mantener el pulso, que no reviente la familia independentista y prolongar el asunto en el tiempo dando lugar a más chistes, fotos y frases ingeniosas que personalmente no comparto. No los comparto porque no ayudan. Sólo relajan a un sector.

Jugar con la ilusión de la gente, la independencia de un territorio y la integridad de una nación denota una enorme irresponsabilidad, buena dosis de inmadurez y mediocridad política y un cinismo fuera de serie. El desgarro social, económico y financiero de Cataluña está cantado.

Puigdemont declaró la independencia sabiendo que la tenía que anular por la imposibilidad material de llevarla a cabo. Su espíritu independentista, sus sentimientos hablaron primero pero luego se impuso la expresión de Arturo Mas cuando afirmó que “Cataluña aún no está preparada “para la independencia real” (6.10.2017). En cualquier caso lo afirmado por Puigdemont – proclamar la independencia y suspenderla- tiene un valor cualitativo y estratégico incuestionable que no se puede ignorar pues de ahí se deriva una posición chantajista de cara a ese hipotético diálogo que quiere provocar.

El Estado de Derecho no puede admitir esas ambigüedades y hacen bien los partidos constitucionalistas en requerir aclaraciones inequívocas, aunque creo que el President se mantendrá en esa doble realidad: la virtual y la real. Estamos en escenarios políticos faltos de imaginación, valor y cierta audacia para salir de este monumental enredo. Lucha florentina entre arañas, en la que cada araña trata de atrapar a la otra en su tela y eso es un error. España, como proyecto común, debe ilusionar, seducir, entusiasmar a todos los españoles y hay que trabajar mucho, bien, dentro de la ley, con método y con visión de futuro. La reforma de la Constitución, no sólo en lo territorial, es imprescindible igual que la lealtad de todos los partidos. No podemos jugar cada uno con una baraja, con trampas y con secretos. El esperpento independentista ha sido construido entre todos y todos tenemos que trabajar para sustituirlo por un nuevo proyecto de convivencia y respeto en común. Renovarse o morir. Si se hizo en el 78 ¿Por qué no se va a poder hacer ahora?. Ah y para mí el mejor mediador es el Congreso de los Diputados con la sugerencia de Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Disfrutemos los aromas de positividad de estos días, pero el desafío soberanista sigue estando ahí. 


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