El comercio de las pieles de machos cabríos en Los Pedroches

ARTURO LUNA BRICEÑO


Las Villas de los Pedroches a finales del siglo XVI y en los siglos XVII y XVIII, basaron su economía en abastecer a La Mina de Almadén en alimentos, leña y, sobre todo, pieles de machos cabríos curtidas. Para atender a este comercio de pieles se potencia un oficio derivado del encinar: Las tenerías de cordobán. 



El cordobán en una técnica de curtido de origen árabe que se comenzó a hacer en Córdoba en el siglo VIII. El curtido de cordobán se basada en tres procesos; el primero un rendimiento de la piel en cal viva y luego seguía una fermentación en que utilizaban el estiercos de paloma y al final un endurecimiento o curación de la piel a base de zumaque.

El zumaque es un arbusto del que obtenían ramas y hojas, que una vez secas se molían hasta convertirlas en polvo. El zumaque se cultivó en Los Pedroches en la ribera del Río Guadalmez y en las respuestas de Pedroche al Catastro de Ensenada en la pregunta 17 dijeron: “Que hay una Molina de Moler zumaque que pertenece a Fernando Miguel Carmona a la que consideran de igual alquiler veinte reales de vellón.

Una tenería propia de Fernando Miguel Carmona a la que regulan de igual alquiler cuarenta reales de vellón”. 



La rentabilidad que tiene esta molina en 1752 demuestra que este tipo de curtido se hace poco. Y es que para darle mayor resistencia y suavidad a las pieles se utilizaba la corteza de encina.

Y en la misma pregunta en las Respuestas de Torremilano dijeron: “Que también hay en esta Villa dos Tenerías de Curtir suela y Cordobán con sus piedras de moler corteza que la una pertenece a Don Francisco Alejandro Madueño y le produce por arrendamiento en cada un año doscientos veinte Reales de Vellón. Y la otra a Don Alonso de Pedrajas, Presbítero, la que le produce en cada un año por arrendamiento doscientos veinte Reales de vellón”.

Estas tenerías tienen más trabajo, quizás por su acercamiento a la mina y obtienen el tanino de la corteza de encina. Todas estas pieles eran utilizadas para el transporte del mercurio desde la Mina de Almadén al Puerto de Sevilla. Se embolsaba el mercurio en las pieles. El peso de un litro de mercurio es de trece kilos seiscientos gramos. Una piel de macho cabrío, dependiendo de su tamaño, podía embolsar cuatro o cinco litros, lo que suponía un peso de 54 a 67 kilos. El transporte del mercurio no se podía hacer en envases rígidos, de barro o madera, porque con el movimiento de los barcos, el mercurio acababa rompiéndolos. 



Abastecer de pieles, de calidad y resistentes, a Almadén fue un gran negocio, y que en 1752 estaba, casi en exclusiva, de cinco vecinos de Pozoblanco, de los cuales daban noticias en las Respuestas al Catastro de esta manera: “Que también hay en esta villa una tenería de curtir suela y cordobán que pertenece a Juan Rodríguez la que consideran podrá valer el arrendamiento doscientos y veinte reales de vellón., y que aunque hay otra tenería esta no da utilidad alguna a su dueño por haber muchos años que no se usa por estar perdida y no haber quien la arriende la que pertenece a Bartolomé Plazuelo”.

Y era porque Bartolomé Plazuelo y cinco vecinos más, los más ricos del pueblo, declararon así: “A la trigésima segunda pregunta dijeron que en esta villa hay seis personas que son Don Bartolomé Plazuelo, Andrés Peralbo, Miguel Muñoz Cabrera, Bartolomé Bravo, Blas Herruzo y Juan Padilla, los que tratan por su propia mano en comprar y vender machos de cabrío cuyas utilidades regulan en la forma siguiente. 



A Don Bartolomé Plazuelo por otro trato mil quinientos reales de Vellón.

A Andrés Peralbo por la misma negociación ciento cincuenta reales de vellón.

A Bartolomé Bravo dos mil setecientos reales de vellón por el mismo trato.

A Blas Herruzo doscientos cincuenta reales de vellón.

A Juan Padilla cuatrocientos reales de vellón por otro trato”.

La corteza de encina molida fue la única materia prima que El encinar de los Pedroches aportó a la Mina de Almaden. La verdadera aportación la fraguaron los maestros de la tenería con sus fórmulas seculares de curtir y el arte de los zurradores al pelarlas y rematarlas. Un oficio que aún tiene presencia en Los Pedroches. 




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