Se nos ha ido Miguel

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Cuando la vida nos golpea con el dolor de un ser querido, debemos de quedarnos con que esa persona fue feliz y no con la tristeza que nos provoca su partida. Aunque tengamos el alma rota. Miguel le dio a su familia: su vida, sus momentos, su alegría. Le dio todo lo que tenía y a los aficionados al fútbol (le dio su fútbol y sus goles). Era el goleador. También un buen cazador y un crack en todo lo que hacía. De las personas a las que todo se le daba bien.

A veces se cumple la frase que un día inventó Julio Llamazares para uno de esos cuentos: “tanta pasión para nada”. La frase la decía un padre serbio que perdió a su hijo cuando este estaba empezando a vivir. En ocasiones, la vida pasa por encima sin detenerse, dejando daño por todos lados. Una madrugada, una tarde o una noche puede cambiar nuestras vidas para siempre. Incluso llevárselas. La vida nunca ofrece garantías.

El pasado domingo amaneció triste. Se nos fue un pozoalbense, un joven con muchas ganas, con muchos proyectos, con mucha vida, con 23 años. No es justo irte de la vida cuando estás saboreando su parte más dulce. 

Miguel, en un partido del C.D. Pozoblanco de 2015. /SÁNCHEZ RUIZ


La primera vez que vi a Miguel fue en un partido de cadetes donde metió tres goles en medio tiempo. Le gustaba marcharse de todo y de todos, recorrer el campo en carrera y sobre todo meter goles. Jugó en el primer equipo. Para mí con nota, incluso en alguna rueda de prensa me decían que Miguel “era el preferido de la Radio”. Un jugador explosivo que a veces era tímido y otras un huracán.

La muerte nunca se anuncia. Aparece sin avisar. Tira todo lo que encuentra a su paso. Y nos deja el silencio, la oscuridad, la rabia, la impotencia, la nostalgia. Muchas veces nos preguntamos si la vida merece la pena sabiendo el grado de crueldad que esta puede traer. La vida es un poema inacabado. Así de seca, así de cruel, así de dura.

Dicen que la muerte nos iguala. No es verdad. Unos la viven mucho más que otros. En días, en momentos y en cosas. Miguel tenía mucho por vivir. Su adiós nos arrancó un trozo de sentimiento. Recuerdo los goles de Miguel y entonces veo que fue feliz. Lo sé por como celebraba los goles, por los abrazos que recibía, por como movía los brazos después de batir aquella portería. Será difícil encontrar esos momentos ahora, pues la familia está destrozada. Al fin y al cabo, nos tenemos que quedar con el tiempo y las alegrías que nos dieron los que estuvieron con nosotros, aunque como aquel padre solía decir cuando la vida le golpeaba: “tanta pasión para nada”. Descanse en paz una gran persona y un gran futbolista: “el pichichi que vestía de blanco” y mucha fuerza a su familia para salir adelante. Tendrán que echarle mucho valor “solo así es posible superar los golpes de la vida”. 




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