El taxista y la naturaleza perdida

EMILIO GÓMEZ
(Periodista-Director)


Hace una semana estuvo en la radio Antonio Santofimia, un taxista de Torrecampo. Él dice tener un plan para salvar a la comarca de la despoblación. Es decir, rescatarla del abandono, del olvido y de una futura desaparición. Hay que ser osado y valiente para hacer una proposición tan ilusionante: salvar a la comarca.

Me pareció interesante su proyecto aún sin verlo. Antonio ha viajado con su taxi por todos los lugares. Ha escuchado, mientras conducía, conversaciones y proyectos que se iban haciendo en medio de cualquier trayecto. Gente con sueños, con iniciativas, con problemas mientras los viajeros reían, gritaban o lloraban.

Un taxista pasa por muchos lugares, comparte muchas conversaciones y ve mucho mundo. Nuestro amigo de Torrecampo dice que tenemos una naturaleza que no sabemos aprovechar. Y es verdad. Ni la conocemos. A los niños le hacemos viajar a Córdoba pare ver la Ciudad de los Niños, el zoo, para que coman las hamburguesas que anuncian en la tele. Pero no le enseñamos nuestra naturaleza (dehesa, olivar, paisaje, arroyos, el sonido del agua corriendo). 



Cuántos recursos podíamos sacar si conociéramos lo que tenemos. Es verdad que nos faltan comunicaciones para exportar, aumentar nuestro turismo y para tantas cosas más. Cada cuatro años nos dicen que está a punto de hacerse la autovía. Y luego pasan días, meses y años sin que se haga nada. Pero el problema es que no hacemos nada. La gente se va. Los jóvenes se marchan y los niños nacen fuera. Mientras tanto muchos quieren hacer de los pueblos una guerra sectaria e ideológica. ¿En un pueblo? Aquí no hay colores. No sobra nadie. Falta gente para llenar nuestra tierra, hacerla fértil y amable para los que llegan.

Hace tiempo que estamos en una decadencia alarmante en Los Pedroches y seguimos sin hacer nada. Vale la pena de defender lo nuestro. ¿Y si el taxista de Torrecampo tiene razón?

Tenemos que creernos que vivimos en un lugar mágico donde la naturaleza nos rodea por todos lados. Más naturaleza y menos despachos. Más unión y menos sectarismo político (somos todos personas).

De nuestra naturaleza podemos sacar la alegría, los sueños, la pasión. Y podemos trabajar en ella. Lo ecológico es el futuro. Ese puede ser el camino. Tenemos naturaleza, un lugar idílico, gastronomía, pero nos hace falta creer en nosotros. Para ello basta de guerras y pongámonos a trabajar por nuestra tierra de una vez por todas. Nos estamos despoblando como dice Antonio quien sigue dentro de su coche viendo pasar paisajes y escuchando a pasajeros que van de un lado a otro sin quedarse en nuestra tierra.

Pronto expondrá su proyecto. Solo hay que ir todos a una. Buscando la autovía que nos acerque, los planes de emprendimiento que nos lancen y los estudios superiores que hagan que vengan jóvenes de todos los lugares y no se marchen tantos de los nuestros. Cuidemos de los emprendedores (esos a los que desde hace años aburrimos con la burocracia y matamos con los impuestos), de los jóvenes (esos que son el futuro) y de nuestra gente (esa que vive aquí).

A veces tengo la sensación de que vivimos en un paraíso de increíbles puestas de sol, con estrellas que se asoman cada noche llenas de luz y con una dehesa salvaje. Otras miro y solo encuentro un paraíso de casas viejas y techos desplomados con calles desiertas cuando asoma el otoño. Somos una contradicción. O hacemos algo o ‘nuestras maravillas’ servirán solo para ilustrar los cuentos. Soluciones hay. Algunas vienen en taxi.


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