Las historias de mi padre (XIII)

ANTONIO ARROYO CALERO


En 1988 fui trasladado a la Oficina de Banesto situada en la calle Mayor de nuestro pueblo.

Había en el primer piso del edificio unos grandes cajones metálicos que contenían documentos antiguos que ya no se utilizaban. La curiosidad me llevó un día a fisgonear su contenido. Se trataba de unos sobres grandes de color amarillo. Cada uno de los sobres correspondía a un cliente cuyo nombre figuraba en la parte exterior del mismo. Los sobres estaban ordenados por orden alfabético en función del primer apellido. El interior contenía unos impresos encabezados con el título “ INFORME”.

Se trataba de informes que se confeccionaban cada vez que algún cliente solicitaba un préstamo. Los informes correspondían a operaciones de los años 40/50 del siglo pasado. En el impreso había una serie de apartados para indicar el nombre del cliente, su actividad, estado civil, patrimonio, nivel de ingresos, etc, en la parte inferior del mismo un recuadro en el que figuraba “ MORALIDAD”.

Era razonable conocer la moralidad de todo aquel que solicitaba crédito. Los jugadores de cartas o los asiduos visitantes de prostíbulos eran considerados como personas de alto riesgo, pues sus “aficiones” podían poner en dificultad su capacidad para el pago de sus deudas.

No me topé con informes en el figuraran este tipo de vicios pero sí fue habitual encontrar muchos informes en cuyo apartado de “Moralidad”, apareciera el siguiente texto: “NO SE LE CONCOCEN VICIOS A EXCEPCIÓN DE LA CAZA DEL PERDIGÓN CON JAULA”.

Y es que en Pozoblanco, siempre ha existido una gran afición por “la caza del pájaro”, como se denomina a esta modalidad de caza.

Ha sido y sigue siendo habitual que al abrirse la veda en el mes de Febrero grupos de amigos cazadores se vayan una temporada a algún cortijo para disfrutar con la caza del perdigón.

No soy cazador. No lo he sido nunca. Pero hasta donde yo sé esta modalidad de caza consiste en que el cazador camufla al pájaro de su propiedad en el campo encerrado en su jaula. El pájaro canta retando a otro macho que pueda haber en los alrededores y que acude presto a la pelea, cuando se acerca a la jaula es abatido por el cazador oculto en lugar próximo. También puede atraer a una hembra que, “seducida” por los cantos del de la jaula, se aproxima para iniciar un escarceo amoroso.

Ni que decir tiene que el éxito en esta modalidad de caza radica en que el pájaro-reclamo sea un pájaro cantaor. Por ello el cazador que posee un pájaro con estas condiciones lo cuida como se cuida a un apreciado tesoro.

Contaba mi padre que en cierta ocasión vino un Sr, de Torrecampo a solicitar un pequeño préstamo en la Oficina del Banco Hispano-Americano de nuestra localidad. El préstamo le fue concedido por el Director y el de Torrecampo no sabía cómo agradecerle el detalle.

Era el Sr. de Torrecampo un gran aficionado a la “caza del pájaro”.

“¿Le gusta a usted el pájaro? “ - Preguntó al Director del Banco.

“Me encanta”- Le respondió.

A la semana siguiente se presentó en la Oficina y , encerrado en su jaula, le regaló al Director, con gran dolor de su alma, el mejor perdigón que tenía.

Pasados unos días dio la casualidad que ambos se cruzasen en la calle Mayor de nuestra localidad.

“¿Qué tal el pájaro”? - Preguntó el de Torrecampo.

“¡Extraordinario!, ¡Lo cocinó mi esposa con habichuelas.! Exquisito!. – Contestó el Director.

Mi padre no supo decirme si a este señor le dio un infarto o se fue a por su escopeta para asesinar al del Banco.

Y esta era una de las muchas historias que contaba mi padre.


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